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– ¡Magnífico, espléndido! -exclamó Jónas cuando entraron a todo correr en la habitación de Þóra. Había salido hacia allí con el teléfono en la mano en cuanto Þórólfur hizo una llamada y recibió la confirmación de que podía considerarse que Jónas había satisfecho las exigencias de la orden judicial. Pero se estaba redactando una nueva orden que expresaría las cosas mejor. En el intervalo, Þóra podría enterarse de la razón que había impulsado a Jónas a negarse a entregar su móvil a la policía.

– Matthew, Jónas; Jónas, Matthew. -Þóra se limitó a presentarlos con brevedad porque ella y Jónas no tenían mucho tiempo. Matthew asintió con la cabeza, visiblemente extrañado de todo aquello, pero no preguntó nada. Þóra se volvió hacia Jónas-. ¿Por qué demonios no dejaste que ese hombre se llevara el teléfono sin más?

– Contiene números que no estoy dispuesto a que sean descubiertos. Y también mensajes de SMS. -Jónas se inclinó hacia Þóra y susurró-: De vez en cuando me fumo un porrito. Hay dos vecinos con los que trapicheo y sus números están en mi teléfono. Además, en él hay probablemente algún mensaje que les envío cuando no contestan. En ellos se puede comprobar exactamente de qué naturaleza son nuestras relaciones.

Þóra asintió con la cabeza, anonadada ante aquella estupidez de Jónas. En realidad, veía en ello una prueba clara de que era inocente de la muerte de Birna. En comparación con la compra de hachís, habría hecho falta un papel con su nombre encima del cadáver. Le entregó el móvil.

– No puedo aconsejarte que hagas nada ilegal, pero aquí está el teléfono. Te recuerdo que apenas hay tiempo. Mi PIN es 4036.

Jónas encendió el teléfono y marcó el PIN. Fue de inmediato a su propia agenda y borró dos números que Þóra se ocupó de no mirar. Luego fue al archivo de SMS y eliminó varios mensajes recibidos. Cuando se puso a mirar los mensajes enviados, dejó escapar una exclamación y alejó el móvil de su cara para enfocar mejor.

– ¿Pero qué demonios es esto?

Þóra se inclinó sobre él y agarró el teléfono.

– ¿Qué es? ¿Qué hay ahí?

Jónas soltó el teléfono.

– Esto está mal. -Estaba visiblemente alterado.

Þóra leyó el título de los mensajes de más arriba, que debían de ser los últimos. «Ns vmos en la playa…». En la pantalla no se veía más, de modo que Þóra decidió examinarlo más detenidamente. Quedó asombrada al ver el mensaje en su totalidad. «Ns vmos en la playa dnde la cueva a Is 9 sta noxe tngo q discutir tu idea – Jónas». Þóra vio que el mensaje había sido enviado el jueves pasado, a las 19:25 de la tarde anterior al hallazgo del cadáver.

– No me digas que éste es el número de Birna -dijo Þóra asustada, devolviéndole el teléfono a Jónas.

Éste miró el teléfono, luego a Þóra y asintió moviendo lentamente la cabeza.

Capítulo 10

– ¿Algo va mal? -preguntó Matthew en inglés, mirando alternativamente a Þóra y a Jónas, que estaban en pie con los ojos clavados en el teléfono.

Transcurrió un rato hasta que ambos recuperaron el uso de la palabra. Matthew había estado observando lo que hacían sin entender nada, aunque pudo darse cuenta de que no todo iba como debiera.

Jónas, que seguía boquiabierto y sin poder articular palabra, se volvió hacia él.

– ¿Y quién eres tú, en realidad? -preguntó, visiblemente contento de poder pensar en algo que no fueran sus propios problemas.

– Es un amigo mío de Alemania. Trabajó en la policía, y ahora lleva los asuntos de seguridad de un banco alemán. Le conocí en otro caso -respondió Þóra-. Puedes confiar en él, no le contará nada a nadie.

– Eso dices tú -repuso Jónas, que parecía ponerlo en duda-. No entiendo nada. Yo no envié ese mensaje. Lo juro.

Þóra jugueteó con el teléfono, pensativa.

– Alguien lo hizo, Jónas, y no puede negarse que tú eres quien más posibilidades tenías de hacerlo. -Se volvió hacia Matthew y le explicó el asunto. Jónas asistía en silencio, moviéndose intranquilo. Cuando Þóra concluyó sus explicaciones, volvió a intervenir él.

– Te repito que yo no envié ese mensaje. Punto. -Jónas dirigía sus palabras a Matthew, esperando recibir su apoyo.

– ¿Dejó el teléfono en algún sitio esa tarde? -preguntó Matthew-. Si no fue usted quien envió el mensaje, alguna otra persona tiene que haber utilizado el móvil para hacerlo. Con la intención de hacer recaer las sospechas sobre usted o para atraer a Birna hasta la playa. Quizá se trate de alguien con quien ella no habría querido citarse, de otro modo.

– Cualquiera de esas dos posibilidades explica que se trata de un asesino que actuó con total sangre fría. Alguien que tenía intención de asesinar a Birna y que lo planificó todo -dijo Þóra-. Hay que decir que eso es bastante infrecuente en Islandia. Por regla general, los asesinatos se producen en la cocina, cuando unos cuantos borrachos acaban a palos y alguno echa mano de un cuchillo. Así que lo de Birna viene a ser un caso muy excepcional.

Þóra y Matthew se volvieron hacia Jónas.

– Es de extrema importancia que recuerdes dónde estabas cuando se envió el mensaje de SMS -dijo ella-. Por ejemplo, ¿tienes costumbre de dejar el móvil por ahí?

– Ése es el problema -respondió Jónas-. La cobertura de móvil en esta zona es muy variable, y por eso resulta inútil llevarlo encima a todas partes.

– Pero ¿adónde fue usted? ¿Lo recuerda? -preguntó Matthew.

Jónas se rascó la coronilla.

– No lo recuerdo. En este momento, no. Necesito algo de tiempo para poder recordarlo con tranquilidad. Desgraciadamente, no sé lo que estaba haciendo entonces. Tampoco tengo costumbre de fijarme mucho en esas cosas.

– El hachís no es bueno para la memoria, Jónas -advirtió Þóra-. Tienes que conseguir recordar dónde estuviste, fue hace sólo dos días. ¿No fue la tarde en que hubo aquí una reunión con un médium? Vi el cartel en la recepción.

Jónas se dio una palmada en la frente.

– Sí, sí. Claro. El jueves por la tarde. -Pero miró a Þóra con un gesto tan vacío como antes-. Pero sigo sin recordar nada de lo que estuve haciendo. Yo no asistí a la reunión, hasta ahí está claro.

– Estupendo -dijo Þóra-. Pero intenta hacer memoria. Es muy importante. -Le quitó el teléfono y volvió a repasar la lista de mensajes-. Hay algo que me resulta extraño en todo esto -dijo pensativa después de volver a leerla-. ¿Por qué iba a hacer caso Birna a estos mensajes? Si yo recibiera un mensaje tuyo, Jónas, para que nos viéramos en una playa, te llamaría para preguntarte qué quieres.

– No le habría extrañado demasiado. Acababa de recomendarme la construcción de un pequeño restaurante en ese lugar pero yo no estaba excesivamente entusiasmado con la idea. Se habría ido para allá sin pensarlo, con la esperanza de que yo hubiera cambiado de opinión -explicó Jónas.

– ¿Y eso lo sabían todos? -preguntó Matthew.

– Prácticamente sí -respondió Jónas-. Birna hablaba un montón. La discreción no era su principal virtud, que digamos.

Þóra miró preocupada a Jónas.

– Dime una cosa. Ya que tú no la mataste, ¿quién podría haberlo hecho? Tú me la describiste como un angelito que se llevaba bien con todo el mundo. No puedo creer que hubiera mucha gente con motivos para matar a una arquitecta relativamente normal.

Jónas miró turbado a Matthew y a ella alternativamente.

– Hummm. Lo que dije quizá no fuera la pura verdad. Era una fiera tremenda. No conozco a ningún empleado que la aguantara. Les hablaba en tono condescendiente, no otorgaba importancia alguna a lo que teníamos por delante, y así sucesivamente. De modo que existe una larga lista de personas que se llevaban mal con ella. Pero no sé cuántos de ellos habrían llegado al punto de matarla. -Después de pensar un instante, añadió-: No se me ocurre nadie, es demasiado rocambolesco.