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– Estas son las personas de las fotos de que te hablé, las que conoció Magnús Baldvinsson. -No hacían falta conocimientos de islandés para comprender lo que ponía en las piedras, y Matthew se inclinó para leerlas. Þóra prosiguió-: Según lo que contó Magnús, el granjero y su hija murieron de tuberculosis, y su mujer de una septicemia, cuando era aún muy joven. -Le indicó con el dedo las fechas que había debajo del nombre de Aðalheiður-. Según cuenta una de las chicas que trabaja para Jónas, en la granja hubo prácticas incestuosas. Probablemente se trataba de Bjarni y su hija Guðný.

– Si lo que ella dijo es cierto -dijo Matthew-. ¿Cómo puede saber algo una chica de hoy sobre unos incestos que tuvieron lugar hace setenta años?

– Se lo contó su abuela -respondió Þóra-. No creo que la abuela le mintiera.

– La abuela puede ser de la misma cuerda -dijo Matthew con una sonrisa irónica-. Por lo menos, yo no me arriesgaría a creer sin más esa clase de historias, aunque procedan de una ancianita.

– Naturalmente -asintió Þóra-. Más aún, espero, por el bien de Guðný, que fueran simplemente habladurías. -Señaló la inscripción con el nombre del hijo que no había alcanzado el año de edad-. En las fotos me di cuenta de que Aðalheiður parecía estar embarazada, pero no vi fotos de ningún niño. Quizá sólo viviera unos pocos días.

– Él y la mayoría de los niños de por aquí -dijo Matthew señalando las tumbas a su alrededor-. Más de la mitad de los muertos son niños que no lo consiguieron.

– Todo indica que esta gente no tenía mucho éxito en criar a sus hijos para que llegaran a adultos -dijo ella mirando en torno suyo-. A menos que la mortalidad infantil fuera igual de elevada en todo el país. -Þóra sintió un escalofrío-. Afortunadamente esos tiempos han pasado ya -dijo acercándose a la piedra de al lado, que era aún más sencilla-. Qué extraño. -Señaló la piedra, que estaba medio vacía-. Sólo dos inscripciones: Su esposa Kristrún Valgeirsdóttir n. 1894 – … 1940, y debajo: Edda Grímsdóttir n. 1921 – … 1924. -Þóra miró a Matthew-. No dice quién es él.

– ¿No será el padre que mató a Kristín? -preguntó Matthew-. Obviamente sigue vivo o, por lo menos, no está enterrado aquí.

Þóra sacudió la cabeza.

– No, no puede ser. Magnús dijo que Grímur murió varios años después de irse a vivir a la capital.

– ¿Pero quién era, entonces? -preguntó Matthew-. Se supone que se trataría de él. Y aquí tiene un estupendo espacio libre para su nombre. Es raro, verlo tan vacío.

Þóra miró a su alrededor.

– No creo que esté enterrado aquí, pues no se le menciona en la lápida. -Dieron una vuelta para mirar el resto del cementerio pero no encontraron la lápida de Grímur ni la de Kristín-. A lo mejor, al final resulta que la dichosa Kristín no es más que una gatita -dijo Þóra decepcionada cuando salieron del cementerio cruzando el chirriante portón.

– ¿Y qué pasa con la página que falta en el libro de registro? Creo que en estos momentos, lo más sensato será ir a ver a esos hermanos que le vendieron las tierras a Jónas -dijo Matthew-. Podrías utilizar el asunto del fantasma como excusa para interrogarles a fondo sobre la historia del lugar, sobre Grímur, Kristín y demás.

Þóra asintió, pensativa. No era ninguna tontería.

* * *

Elín Þórðardóttir colgó el teléfono sin quitar la mano del auricular. Exhaló un profundo suspiro, luego volvió a descolgar y se lo puso en el oído. Con ágiles dedos marcó un número y esperó impaciente la respuesta.

– Börkur-dijo rápidamente-. ¿Qué pasa?

– No lo sé, Elín. No tiene buena pinta. -Börkur estaba enfadado, como siempre que su hermana le llamaba por teléfono-. Ha pasado algo en casa.

– ¿Qué? -preguntó Elín con curiosidad. Tenía que tratarse de Svava, la mujer de Börkur, que no salía de una crisis para entrar en otra, siempre perdiendo los nervios por cualquier nimiedad.

– Nada que quiera discutir contigo -respondió Börkur, más enfadado aún que antes-. ¿Qué querías?

Elín no se dejó intimidar por el tono de frialdad, al que ya estaba más que acostumbrada. En realidad, estaba deseosa de poder agitar un poco la vida de su hermano. Ella siempre se había opuesto a vender las tierras, pero tuvo que acabar cediendo ante su insistencia. Lo peor fue que su madre no se había negado, y todo era de ella, aunque el dinero fuera a parar al bolsillo de los dos hermanos. Börkur había conseguido convencerla con su labia. Pero ahora podría vengarse de la codicia de su hermano.

– Þóra, la abogada del dichoso Jónas, el que compró Kirkjustétt y Kreppa, acaba de llamar. -Disfrutó de la pausa que introdujo, para que él tuviera que pedirle que continuara.

– ¿Y? -preguntó Börkur con malos modos pero intrigado-. ¿Qué quería?

– Ha surgido una pega, hermanito -informó Elín, sonriendo para sí-. Quiere vernos por un defecto oculto que dice que ha encontrado Jónas.

– ¿Qué estupidez es ésa? ¿Un defecto oculto en los terrenos? ¿Esa gente está mal de la cabeza? ¿Qué demonios puede ser? ¿Contaminación del humus?

Elín le dejó desahogarse antes de intervenir.

– No entramos en detalles. Sólo quería que fuéramos a una reunión. A Vesturland, a ser posible.

– ¿A Vesturland? ¡Como si uno no tuviera nada mejor que hacer que echar a correr a Snæfellsnes! -exclamó Börkur, casi gritando-. ¡Tengo mucho que hacer! ¡Muchísimo que hacer!

– Ay, qué fastidio -dijo Elín fingiendo compasión-. Entonces será mejor que vaya yo sola.

Börkur calló por un momento antes de responder.

– No. Yo también iré. ¿Cuándo tenemos que vernos?

– Mañana -respondió Elín-. Quizá lo más fácil sea acercarnos a Stykkishólmur esta noche en vez de viajar mañana por la mañana.

– Ya veré lo que hago. Llámame más tarde, esta noche. Quizá lo haga, si puedo solucionar unos compromisos aquí esta tarde.

– Börkur -dijo Elín-. Una cosa más para acabar. Estoy prácticamente segura de que eso que llaman defecto oculto debe de tener relación con algo extraño. La abogada me sonó realmente rara al teléfono.

– ¿Y eso? -preguntó Börkur.

– Pues nada, rara -respondió Elín-. Debe de haber algo, eso está claro, aunque no sé qué es.

– ¿Piensas que puede tratarse de algo relacionado con el cadáver del que han hablado en las noticias? -preguntó Börkur con una voz repentinamente más suave.

– No, eso ni se me había ocurrido -replicó Elín extrañada. El cambio en la voz de su hermano la pilló desprevenida.

Se despidieron y Elín se quedó sentada junto al teléfono, pensativa. Intentó recordar lo que había visto y oído acerca del hallazgo de aquel cadáver, que había salido en el informativo justo antes del fin de semana. Enarcó las cejas. Había coincidido con un viaje relámpago a Snæfellsnes que Börkur había tenido que hacer para no sé qué tontería. Qué extraño.

Capítulo 16

– Este tiene que ser el lugar. -Þóra miró a su alrededor, por la playa-. En realidad no hay mucho que sacar de aquí.