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Þóra se masajeó las sienes.

– No sé si servirá de mucho o de poco el saberlo, pero la estrofa de la lápida de Grímur Pórólfsson es del Hávamál -anunció, reclinándose sobre el respaldo de su silla, delante del ordenador. Miró orgullosa a Matthew, sabiendo que él no tenía ni idea de qué le estaba hablando-. El Hávamál es una serie de versos aforísticos medievales que se suponen compuestos por Odín. Muchas de las cosas que se dicen en el poema siguen siendo increíblemente sensatas hoy día. -Þóra reconoció en el gesto de desinterés de Matthew el suyo propio en los años de instituto, cuando oyó hablar del Hávamál en serio por primera vez-. De verdad -continuó-. Aquí pone que esta estrofa en particular se refiere a las desgracias que le sobrevienen a quien acaba viéndose obligado a depender de otras personas.

– Lo que no nos aclara nada en sí mismo -señaló Matthew-. Eso lo sabe todo hijo de vecino.

– Pues a mí me parece que es muy revelador -repuso Pora-. Por ejemplo, me parece evidente que lo grabaron en la lápida de Grímur por algún motivo. No lo eligieron al azar, estoy segura. -Volvió de nuevo a la red e intentó encontrar la estrofa que estaba en la piedra del prado del hotel. No fue fácil sacar nada en claro, lo único que consiguió fue una referencia a los cuentos populares de Jón Árnason, en una página que trataba del abandono de niños y, a pesar de varios intentos, no consiguió hallar la colección de historias en la red en forma accesible-. Esta estrofa tiene que ver con el abandono de niños -dijo Þóra, explicando lo que había encontrado-. Aquí pone que los niños sin bautizar que eran expuestos se convertían en fantasmas y que sus lamentos, el lamento de los expósitos, se oye cuando el viento sopla sobre su pira, que es el lugar donde fueron abandonados. Incluso se cuenta aquí que los expósitos pueden viajar apoyándose en una rodilla y empujándose con una mano. -Apartó la vista de la pantalla y miró a Matthew-. ¿Tú viste algo así por la ventana? -Matthew le puso muy mala cara y Þóra se giró de nuevo hacia la pantalla, con una sonrisita-. Pero la próxima vez que te encuentres con un expósito debes tener cuidado de que no haga tres círculos a tu alrededor, porque entonces perderás la razón. Intenta que se aleje, así se marchará en busca de su madre. -Miró de nuevo a Matthew, con una sonrisa de oreja a oreja.

– Eres muy graciosa -dijo Matthew enfadado-. Lo de aquel ruido no era broma, lo oí de verdad.

– Tendría que localizar la colección de cuentos y leyendas populares y buscar allí. -Þóra bostezó-. Pero eso puede esperar.

– Estoy de acuerdo contigo en que no corre ninguna prisa -asintió Matthew-. Algo me dice que eso no te va a aproximar al asesino.

– Nunca se sabe, amigo mío -dijo Þóra, que inició una nueva búsqueda, ahora sobre la tuberculosis. Leyó algunas de las pocas páginas que encontró sobre el tema-. Eso se llama mala suerte -dijo-. El antibiótico contra la tuberculosis llegó al mercado en 1946. Un año después de la muerte de Guðný. -Siguió leyendo y luego cerró el navegador y se puso en pie-. En realidad, después lo que he leído, puedo comprender por qué ni Guðný ni su padre, Bjarni, quisieron ir al hospital para tuberculosos. Según lo que he encontrado, los intentos que se hacían para detener el avance de la tuberculosis, o para curarla, eran de todo menos agradables. Comprimir por completo un pulmón, extirpar costillas y cosas por el estilo, pero no servían de nada y en muchos casos el enfermo quedaba mutilado.

Matthew le dio un golpecito en el hombro.

– Todo eso es terriblemente apasionante, pero creo que deberías darte la vuelta y ver quién acaba de entrar.

Þóra se giró hacia la entrada principal, pero enseguida se volvió otra vez hacia Matthew.

– ¿Qué querrá? ¿Crees que me habrá visto?

– ¿No será que viene a darte una paliza? -le susurró Matthew al oído-. Pero creo, a pesar de todo, que deberías hablar con ella.

Þóra no respondió, pero se volvió de nuevo a mirar. Vio cómo Jökull, el camarero y segador, se acercaba a la señora de Tunga, visiblemente nerviosa delante del mostrador de recepción, que estaba vacío. Iba vestido con un chaquetón y botas y trató a Rósa con gran afabilidad antes de salir los dos juntos. Ninguno de ellos pareció fijarse en la presencia de Matthew o de Þóra. Ésta se volvió hacia Matthew.

– ¿Qué demonios de relación hay entre esos dos?

Capítulo 26

– Sé que tu jornada laboral está a punto de acabar, Bella -dijo Þóra con el cansancio en la voz-. Y no te estoy pidiendo que trabajes esta noche. Puedes hacerlo mañana por la mañana. -Sacudió la cabeza para comunicarle su desesperación a Matthew, mientras escuchaba las protestas de su secretaria-. Mi querida Bella, yo pensaba que ésta era una tarea que te venía que ni pintada, por lo aficionada que eres a los caballos. -Þóra no acababa de comprender que Bella, con sus abundantes carnes, lograra subirse a lomos de un caballo-. Lo único que tienes que hacer es averiguar si existe alguna relación entre caballos y zorros, o entre zorros y asesinatos. -Suspiró y cerró los ojos cuando Bella la interrumpió-. Bella, no sé cómo puedes encontrarlo. Intenta comprobar si los zorros y los caballos, especialmente los sementales, tienen algo en común. -Þóra se daba perfecta cuenta de que tendría que explicarlo un poco mejor-. La cuestión es que han encontrado en una caballeriza a un hombre, al que un semental había matado a coces. El cadáver tenía atado al pecho un zorro muerto. Me imagino, y quiero comprobarlo, que lo hicieron con alguna intención.

Matthew le guiñó el ojo a Þóra y sonrió. Conocía perfectamente lo tensa que era la relación de Þóra con su secretaria y se divertía mucho oyéndolas, aunque no comprendiera una sola palabra de lo que hablaban.

– Dale recuerdos de mi parte -interrumpió.

Þóra hizo una mueca.

– Sí, Bella, sí. Lo encontrarás. Hiciste muy bien el encargo del cementerio, y estoy segura de que lo mismo pasará ahora con esto. Matthew te envía recuerdos. -Miró a Matthew y sonrió-. Le apetece mucho ir contigo a visitar unas caballerizas en cuanto volvamos. Ya hemos estado en unas, y le han encantado. En estos momentos, su mayor ilusión es tener la oportunidad de dar de comer a los caballos y recoger el estiércol. Ya sabes cómo les gustan a los alemanes los caballos islandeses. -Se despidió y se volvió hacia Matthew-. Bella quiere invitarte a ir con ella a ver una caballeriza cuando volvamos -dijo, con una sonrisa de oreja a oreja-. Dice que te dé las gracias por la última vez que os visteis.

– Ja, ja -exclamó Matthew-. Muy graciosa. Supongo que le habrás contado lo bien que lo pasaste tú en la cuadra. ¿Conseguiste decir tres palabras seguidas antes de que Rósa se pusiera hecha un basilisco?

– Tienes que reconocer que reaccionó de una manera muy extraña -observó Þóra-. Da igual que la pregunta fuera o no agradable. Pero tengo que descubrir qué relación existe entre ella y Jökull.

– Su reacción en la cuadra fue un poco exagerada -dijo Matthew-. Pero ya te advertí que no debías meter las narices en ese asunto.

– Lo divertido es que yo intentaba ser amable, porque me dio la sensación de que Bergur estaba muy molesto con ella -dijo Þóra-. Lo del joven de la silla de ruedas fue lo único que se me ocurrió.

– Por desgracia -señalo Mathew-. ¿No se podrá encontrar algo al respecto en la red? Está tan destrozado que no puede haber nacido así, tiene que haber estado en un incendio y los incendios suelen ser noticia casi siempre. Sobre todo cuando alguien sale herido -añadió-. Tiene que poderse acceder de alguna forma a las noticias antiguas en las páginas de los periódicos.

– Sí, probablemente -dijo Þóra-. Pero sería muchísimo más sencillo si alguien de aquí pudiera contármelo. No sé qué buscar, ni siquiera sé si sucedió hace diez años o hace un mes. Los periódicos no suelen especificar las heridas, se contentan con decir si alguien está grave o de pronóstico reservado, y cosas por el estilo. Aparte de que ni siquiera sé si fue el incendio de una casa o si el joven se cayó sin más dentro de un geiser. -Dejó escapar un hondo suspiro-. Además de que tendría que dedicarme más bien a intentar hacer algo por el pobre Jónas.