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Matthew intentó refrescar su memoria.

– Claro que sí -afirmó-. ¿Por qué lo preguntas?

– ¿Quizá mataron a Birna para impedir la reforma? -dijo Þóra-. En el momento en que empezaran a construir, se descubriría esa parte secreta del sótano. A lo mejor fue una medida preventiva. Recordarás que habían estado excavando en distintas partes del patio. Tal vez estaban intentando encontrar la trampilla y sacar los restos de la niña antes de las reformas, pero no lo consiguieron y, en consecuencia, recurrieron al drástico sistema de eliminar a Birna.

– Pero sigue en pie la pregunta de por qué iban a querer mantenerlo en secreto -dijo Matthew-. Los dos hermanos querrían evitar a toda costa que el asunto saliera a la luz. A nadie le apetece que se sepa que su abuelo ha asesinado a un niño. Pero no parece muy normal que la gente cometa un crimen para evitar ese género de cosas.

– Si hubieran querido mantenerlo en secreto no habrían vendido, recuerda -dijo Þóra-. También estoy de acuerdo en que quizá es demasiado, eso de matar a alguien para evitar un escándalo. -Cerró los ojos-. Hay algo que se me escapa. Es algo de lo más evidente pero no consigo averiguarlo. -Alargó la mano hacia la carpeta que contenía las diligencias de la policía y hojeó los documentos-. Ni siquiera tengo idea de qué es lo que debería buscar -dijo con un profundo suspiro.

Matthew se acercó a su lado. Tomó de la otra mesilla la lista de los vehículos que habían pasado por los túneles de Hvalfjörður

– ¿Y si el asesino no tiene ninguna relación directa con esto? ¿Y si se trata de alguien que quiere proteger a la familia?

Þóra levantó la vista e inclinó la cabeza hacia un lado.

– ¿Quién, entonces?

Matthew le entregó la lista y señaló una de las matrículas.

– Mientras estabas fuera ayer, le pregunté a Sóldís si tenía idea de cuál era el nombre completo de Steini. Ya que puede conducir, se me ocurrió comprobar si estaba en la lista. Resultó que sí. -Señaló un coche que había pasado por los túneles, viniendo de Reikiavik, el propietario era Porsteinn Kjartansson-. Steini es un diminutivo de Porsteinn, ¿no? Recuerdas que dijo que no podía ir a recoger a Sóldís porque no pensaba ir a Reikiavik -añadió Matthew-. Sin embargo, sí que fue, y parece que regresó por el túnel una hora antes de que Birna fuera asesinada.

– ¿Crees que ha podido asesinarla para evitarle una conmoción a Bertha por todo aquel escándalo? -preguntó Þóra-. Es un tanto absurdo. Además, está lisiado. ¿Cómo iba a poder hacerlo?

– Me parece que últimamente sólo nos han llegado noticias de que no está tan lisiado como creíamos -observó Matthew-. Si miras sus movimientos desde aquí hacia Reikiavik, verás que el coche de Bertha salió de aquí más o menos a la misma hora, también. Puede ser perfectamente que Steini tomara la precaución de que ella no pudiera quedar en ningún momento bajo sospecha, y cometió el crimen después de que se marchara. De poco serviría matar a Birna y Eiríkur para acabar metiendo a Bertha en un problema todavía mayor que el que le estaba intentando evitar.

Þóra frunció el ceño.

– Aunque esté menos lisiado de lo que creíamos, no le veo arrastrando a un hombre hasta la caballeriza y luego metiéndolo en la cuadra de un semental furioso.

– A lo mejor, Eiríkur no estaba totalmente inconsciente -dijo Matthew-. Tal vez, la droga sólo lo dejó atontado. Suficientemente atontado como para hacer que le siguiera por las buenas. Puede que se estuviera vengando del accidente al meter a Eiríkur en la caballeriza de Bergur y su mujer. De esa forma, se estaría tomando la revancha a causa de que el padre de éstos hubiera causado el accidente al conducir en estado de embriaguez. A lo mejor pensaba que las sospechas recaerían sobre Bergur o su mujer. No tiene por qué haberlo hecho, necesariamente, sólo para proteger a Bertha.

Þóra asintió, pensativa.

– Pero ¿y la violación? -preguntó entonces-. Steini habría tenido que ser capaz de violar a Birna, y ella no estaba bajo los efectos de ninguna droga. -Buscó el informe de la autopsia-. Aquí dice que la atacaron desde atrás y la golpearon con una piedra en la cabeza. Quizá estaba inconsciente cuando la violaron. -Siguió leyendo-. ¿No sabrás qué es A. Barbadensis Mill, A. Vulgaris Lam? -preguntó al llegar de nuevo a la sustancia hallada en los órganos sexuales de Birna.

– No te lo puedo decir así sin más -respondió Matthew con una sonrisa-. Vulgaris significa «vulgar», pero eso no ayuda demasiado. ¿No puedes buscarlo en Internet?

– Sí, seguro -dijo Þóra-. Pero ahora no tengo tiempo. Quizá le pida a Gylfi que lo busque. Le vendrá muy bien para relajar la cabeza, después de tantos huesos. -Telefoneó al cuarto de su hijo y le pidió que mirase en el ordenador para huéspedes que había en recepción-. Él lo encontrará enseguida -dijo Þóra, al colgar. Miró a Matthew y sonrió-. Cuando los niños cumplen los doce años, nunca dejan de hacer las cosas de inmediato. Es lo habitual. Mi padre dice que yo era exactamente igual… y que su padre decía lo mismo de él. Quizá sea hereditario.

– ¿Intentamos echarle el guante a Steini, o incluso a Bertha? -propuso Matthew-. Quizá ella pueda decirnos algo que apoye mi teoría. Aunque sea amiga suya y parezca que le tiene mucho aprecio, no se puede estar seguro de que vaya a ponerse de su lado sin más, si las cosas se ponen demasiado mal.

– Probablemente tengas razón -dijo Þóra, dispuesta a levantarse-. Estoy lista. Tú echaste abajo una pared por mí, de manera que lo menos que puedo hacer yo para pagarte el favor es comprobar si esas absurdas suposiciones tuyas resultan tan buenas como las mías.

– Eres libre de pagarme de alguna otra forma -bromeó Matthew sonriente.

Þóra no respondió. Estaba con un volumen de los cuentos populares abierto en las manos, leyendo algo.

– Espera un momento -dijo, turbada-. ¿Qué es esto?

Capítulo 32

Þóra estaba señalando emocionada el texto, que Matthew miraba sin entender nada.

– Aquí, antes de la historia del expósito, dice que si quieres evitar que alguien vuelva como fantasma, hay que clavarle alfileres en las plantas de los pies. -Volvió a cerrar el libro-. El asesino quiso impedir que sus víctimas regresaran.

Matthew la miró con gesto dubitativo.

– ¿Pero para qué?

– Nosotros quizá no lo comprendamos, pero seguramente él cree en fantasmas -dijo Þóra, ruborizándose un poco al pensar en el llanto de expósito que había oído. Había mantenido su promesa de no mencionárselo a nadie, y a Matthew menos que nadie.

– ¿Por qué te has ruborizado? -preguntó-. ¿Tal vez al acercarte a la vejez empiezas a creer en fantasmas? -Le dio un golpecito en el brazo-. ¿Tú también oíste el llanto?

A Þóra no le resultaba nada fácil mentir cuando se trataba de sus sentimientos, así que decidió que no intentaría disfrazar lo sucedido.

– Sí, oí algo -respondió con reticencia-. Naturalmente no se trataba de un expósito, pero sí que era un llanto, como de un niño pequeño.

– Estupendo -exclamó Matthew, visiblemente encantado del rumbo que habían tomado las cosas-. Tendrías cuidado de evitar los tres círculos, ¿verdad? Aunque de momento no pareces excesivamente chiflada.

Þóra le sacó la lengua.

– Vamos -dijo-. Tenemos cosas mucho más importantes que hacer, en lugar de hablar de fantasmas. Vamos a buscar a Bertha o a Steini.

– Pero antes intenta devolver el expósito a su madre -continuó Matthew-. Sería lo mejor.

* * *

Þóra tenía prisa por salir de la recepción del hotel. El olor a quemado procedente de los cargamentos de animales carbonizados que iban sacando del sótano lo había invadido todo, y al cruzar por delante de Vigdís casi no pudo resistir la necesidad imperiosa de taparse la nariz. Así que optó por acelerar el paso y contener la respiración. Al pasar a toda velocidad se dio de bruces con Pröstur Laufeyjarson.