Prólogo
Sam es un ateo empedernido que ha vivido casi toda su vida bajo su propia filosofía: «Soy mi propio dios». Es además un exitoso empresario, y activista ateo reconocido. Creía únicamente en las decisiones como el dictamen final de futuro de cualquier hombre.
Tenía una familia hermosa, trabajo, amigos, no le hacía falta absolutamente nada, está demás decir que contaba con todo lo que un hombre común y corriente podía añorar.
Horas antes de que su vida de una vuelta abismal, un vació existencial lo ataca de sobremanera por un cumulo de preguntas que había llegado a su climax, el cual carecían de respuestas a planteamientos tan sencillos que todos en algún momento como humanos llegamos a cuestionar. Él despierta de la noche a la mañana en una fecha muy remota en el pasado. Y conforme él va entendiendo de que se va tratando todo; descubre que tiene la habilidad de poder viajar a cualquier momento en el pasado excepto volver al presente, hasta que haya aprendido la lección que la vida intenta darle.
La duda jugará un rol clave en esta novela embarcando al protagonista en un viaje lleno de obstáculos, sorpresas, misterios, locuras, imposibilidades.
001 | Fuera de lo normal
*48 horas antes de viajar al pasado*
La noche casi estaba por caer, Sam había roto su rutina, se había ido a su empresa caminando, y cuando estaba por volver de la misma manera a su casa, se había puesto a pensar en aquello que a veces le robaba el sueño por las noches, pero no se trataba de una pesadilla, sino de un vació existencial tan grande que había estado sintiendo por años, sin embargo, nunca representó un problema, solo hasta estos últimos meses, el vacío había empezado a tomar más fuerzas conforme pasaba el tiempo. Su cabeza solo tenía lugar para una pregunta muy inquietante:
«¿Por qué me siento así?», pensó Sam.
Mientras él seguía caminando, se da cuenta de que empieza a llover, pero aún estaba a 47 km de su casa. La lluvia iba aumentando y todo apuntaba a que llovería por un buen rato. Sam inmediatamente empieza a buscar algún lugar para escampar, pero el lugar más cercano estaba a 7 km Luego de llegar al lugar que sería su refugio, casi mojado, decide sentarse. Mientras pasan los minutos, el todavía sigue pensando en lo vacío que se siente, y su confusión iba en aumento, de la nada, entre tanto pesar él se queda contemplando; la lluvia, oyendo cada gota que caía, el sonido de la brisa mezclándose con la lluvia, los rayos cayendo en diferentes direcciones. Esta mezcla de sonidos que la naturaleza había desencadenado en ese momento específico, provocó una especie de trance en Sam, de este modo haciéndole recordar cuando era niño, y la facilidad que tenía para ser feliz con cualquier cosa que se interpusiera en su camino.
Mientras las lágrimas descendían de su rostro, él había vuelto en sí, y había fijado su mirada en los transeúntes, y a pesar de que estaba lloviendo, él tenía la noción de que estas personas al igual que él, estaban llenos de problemas; sin embargo, él podía apreciar algo en estas personas. Contaban con algo que, a pesar de la fuerte lluvia, sacaba a relucir el semblante de estas personas, algo que él había perdido hace mucho tiempo.
«Esperanza», pensó Sam.
La lluvia no había bajado su intensidad desde el momento en el que se había sentado. Él aun pudiendo llamar a su esposa para que lo buscara, todavía seguía manteniendo la idea de irse a casa caminando porque aún esa sola pregunta seguía salpicando en su mente. Luego de la nada, su plena serenidad se ve interrumpida por un señor con aspecto de vagabundo, y bastante desconocido para él.
—¿Qué hora es? —preguntó el vagabundo.
—Las 7:40 —responde.
—¿Puedo sentarme? —dijo el vagabundo educadamente.
—Claro por supuesto, al final, estas son unas sillas públicas —dijo Sam.
—Qué curioso, e irónica puede parecernos la vida —exclamó el vagabundo, mientras se apoyaba con su bastón para poder sentarse.
«Lo que me faltaba para completar mi día de suerte», pensó Sam.
Vuelve a reinar el sonido desencadenado por la lluvia. Solo estaban ellos dos sentados. La lucidez que mostraba el vagabundo empezaba a hacer que Sam se sintiera incomodo, y preocupado a la vez. Él empezaba a preguntarse cómo un señor tan cuerdo pudo haber llegado a su situación actual. Pero el vagabundo, vuelve a interrumpir el silencio:
—Conozco el corazón del hombre, y no hay cosa peor que estar vivo, pero sentirse muerto —exclamó el vagabundo con mucha seguridad.
Sam se convencía a sí mismo, de que solo se trataba de una mera casualidad porque a nadie le había comentado sobre ese vació que había estado sintiendo, sin embargo, procede en hablar:
—Supongo que vivir en la calle debe ser muy duro para usted —dijo Sam, mientras desviaba su mirada.
—Es lo menos que me preocupa. He visto como el hombre se ha desviado tanto de sus sendas antiguas, creando su propia autodestrucción —dijo el vagabundo con firmeza.
—¿A qué te refieres? —dijo Sam, bastante desconcertado pero interesado a la vez.
—Hijo, en pocas palabras, el hombre en su propia sabiduría ha creído que puede remplazar lo que puede llenar verdaderamente nuestra alma con todas las cosas banales posibles que ofrece este mundo —dijo el vagabundo, con la mirada al horizonte.
—Según usted, ¿cómo se puede llenar el alma? —dijo Sam, esperando alguna respuesta que pudiera ayudarlo.
—Buscando la verdad —afirmó.
A los pocos segundos después del vagabundo haber terminado de pronunciar sus últimas palabras, pasa una caravana de policías a gran velocidad, y las sirenas en su máximo volumen posible, captando la completa atención de Sam, pero él cuando vuelve su mirada para comentarle al vagabundo, especulando que pudo haber pasado para que tantos policías pasaran de esa manera, el vagabundo simplemente se había ido.
Él queda más desconcertado aun de lo que ya estaba, pero prefiere hacer como si nada hubiera pasado, que no fue más que una ilusión producto de su demencia, porque realmente estaba cansado, y se había dado cuenta de que había pasado alrededor de una hora. La lluvia estaba por escampar, pero decide antes llamar a su esposa para que lo fuera a buscar.
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002 | Una mala jugada
Sam llega a casa, sus hijos aguardaban por él, de momento todo iba bien. Su esposa lo llama para que se acerque a la mesa porque la cena estaba lista. Sus hijos emocionados de ver a su padre nuevamente como de costumbre. Todo sigue igual, pero Sam sigue preocupado, no podía quitarse de la mente aquel señor bajo la lluvia a pesar de que había decidido ignorar lo que había pasado. La imagen que tenía en su cabeza sobre aquel momento lo percibía tan real, era inevitable no pensar en aquello.
Pero aun así, intenta persuadirse, convenciéndose de que solo se trataba de alucinaciones provocadas por una persona desesperada buscando respuestas. Una vez que todos terminaron la cena, se acercó la hora de ir a la cama todos.
Mary la esposa de Sam, estaba esperando el momento adecuado para descargarle todas las preguntas que le tenía, en cuanto todas las actitudes que había tomado hoy, cosa que le había parecido muy extraño. Ella estaba dispuesta a escucharlo por si tenía algún tipo de problema, también estaba muy preocupada porque se había expuesto su seguridad de esa manera. Ella estaba en la cama esperándolo, Él por fin se acerca a la cama. Y ella intenta entender que pasa: