—Es muy buena pregunta, de hecho, me senté aquí, pensando en cómo diablos podría montarme en el tren que está por llegar —dijo Sam tocándose la barba inquietamente.
—¿Qué te sucedió? —preguntó Alizee con curiosidad.
—Me dirigía hacia la estación, y al momento de ir a pagar, me percaté de que mi billetera no estaba justo donde acostumbro ponerlo en mi chaqueta —dijo Sam mientras señalaba el bolsillo de su chaqueta.
—¿Ahora qué piensas hacer? ¿Vas a la capital? —preguntó Alizee.
—La verdad no mucho, no se realmente que puedo hacer, solo llegando a la capital podría resolver —respondió Sam frunciendo el ceño.
Por un momento pensó que ella, no diría la palabra mágica, así que, si no lo hacía ella, él lo iba a hacer sin pestañear.
—Como has sido muy educado conmigo desde el principio, te puedo comprar el boleto, si gustas —dijo Alizee con una sonrisa en la cara.
—La verdad es que no puedo aceptarle el boleto —dijo Sam fingiendo estar apenado—. Además, porqué harías algo así por una persona que acabas de conocer.
—Solo tómalo, veo que tenemos en común el mismo tipo de lectura —dijo Alizee con sensatez—. Además, los dos saldríamos ganando.
—¿A qué te refieres con eso de salir ganando? —preguntó Sam curiosamente.
—De aquí hacia la capital son alrededor de dos horas, accedo comprarte el boleto a cambio de tú compañía, y así me puedas contar más de lo que has leído —dijo Alizee mirándolo fijamente.
—Que conste que solo porque me lo has puesto de esta manera, aceptaré —expresó Sam seguidamente de una leve sonrisa.
—Vale —dijo Alizee antes de levantarse e ir a comprar el boleto.
Sam estaba ahora un poco más sosegado porque había tenido suerte esta vez, pero sabía que no podía seguir visitando líneas temporales sin antes asegurarse que viajará al lugar correcto porque podría no tener suerte la próxima vez.
Ella terminó de comprar el pasaje, y venía de vuelta. Solo faltaban tres minutos para la llegada del tren. Ambos se quedan levantados esperando, y ella se dirige a éclass="underline"
—¿Qué otro escritor de gusta? —preguntó Alizee.
—Me gusta mucho, Andy Warhol —respondió Sam, y añadió una cita de él—: No creo en la muerte porque uno no está presente para saber que, en efecto, ha ocurrido.
—No me parece familiar en lo absoluto pero tiene algo de verdad la frase, la muerte es algo que nunca entenderemos hasta que ella llegue a nosotros —acotó Alizee.
—Sí te soy sincero, actualmente estoy viajando el mundo, en buscas de respuestas, antes no me importaba aceptar que la vida fuera algo pasajero, y que la muerte era el veredicto final de la vida —dijo Sam—. Pero realmente no pude seguir engañándome, porque en lo más profundo de mí, amo la vida.
La conversación se vio interrumpida por la llegada del tren, ambos entregaron sus boletos al oficial, y empezaron a subir para posteriormente, ambos ponerse cómodos. Cómo había muchas personas que se dirigían a la capital, tuvieron que caminar casi al último vagón del tren. El tren se puso en marcha, ambos habían tomado asiento, ella retomó la conversación:
—Es un tema bastante delicado, y creo que por miles de años nos hemos cuestionado lo mismo —expresó Alizee.
—¿Pero ¿tú qué opinas al respecto? —preguntó Sam.
—Opino que es como jugar la ruleta rusa, la respuesta la sabremos una vez que jalemos el gatillo con fe —dijo Alizee moviendo sus manos.
Le había parecido muy interesante la analogía de Alizee, pero aún había muchas preguntas que escapaban de su compresión, y pensó que tal vez, este don no lo había recibido por casualidad. Aunque reconoció que estaba siendo muy productiva la conversación que había estado teniendo con ella porque de alguna u otra manera empezó a contemplar con más lucidez todo su entorno —alguna especie de serendipia— lo cual era justo lo que necesitaba para organizar mejor las ideas que siempre había tenido en frente.
019 | Primavera
Después de lo último que dijo Alizee, y los pensamientos que habían venido a la mente de Sam, seguidamente reinó un sosegado silencio entre ellos. Ambos habían vuelto su mirada a lo que había detrás de aquella ventana de aquel tren para contemplar la hermosa vista que tenían en frente, el carril era lo único que impedía que todo el suelo luciera de verde, se podía notar desde lejos que la estación del año era primavera, también había unos esplendidos arboles de hojas amarillas que rodeaban de lado a lado, y bailaban juntamente con la brisa que producía el tren conforme pasaba a gran velocidad. Sus semblantes delataban el sentimiento de satisfacción que estaban teniendo en aquel efímero momento.
Como el tren estaba por penetrar una vía subterránea, eliminando así, por completo aquel paisaje radiante, Alizee vuelve a dirigirse a Sam, aún sabiendo que ella había sido la última en haber dicho algo:
—Ehm... ¿Te han ayudado en algo mis respuestas? —preguntó Alizee frunciendo el ceño.
—Claro por supuesto, me has sido de mucha ayuda, me gustaría algún día agradecértelo, pero... Es un poco complicado —dijo Sam cabizbajamente.
—No te preocupes, tu compañía es suficiente para mí, a veces quisiera vivir en la capital —expresó Alizee, y seguidamente añadió—: Créeme, viajar dos horas sola en un tren, puede convertirse en las dos horas más larga de tu vida.
—Bueno, creo que puedo entenderte, me pasa cuando viajo en avión a lugares lejos, puedo sentir lo mismo, porque casi no puedo conciliar el sueño —dijo Sam soltando una leve sonrisa.
—Debe ser una gran experiencia, la verdad, nunca me he montado en un avión por los nervios que me dan —dijo Alizee simulando el sentimiento de nervios.
—¿Pero por qué los nervios? No es algo del otro mundo —dijo Sam cuestionandola con sus ojos.
—Ya sabes, son inventos del hombre que aún están en fase de prueba, aunque afirman que es seguro, pero no me logro convencer del todo —dijo Alizee.
—No te quito la razón, ahora que lo pienso, creo que debería tomar más en cuenta eso —dijo Sam—. ¿Estamos por llegar?
—Creo que deberíamos estar en la capital aproximadamente dentro de treinta minutos —afirmó Alizee.
—Hmm. Vuelvo enseguida, voy al baño —señaló Sam luego de haberse levantado.
Se dirige al baño, termina de orinar, se lava las manos, la cara, y luego se mira fijamente al espejo porque se sentía confundido, aquella francesa le resultaba muy interesante, hermosa y de alguna forma u otra, inconscientemente había empezado a sentirse atraído por ella, sin embargo, él tenía muy en claro cuál era su propósito, además de estar consciente de que era una completa locura la atracción que se había estado gestando.
El carril subterráneo no era tan largo, y por esa razón, el tren había vuelto a estar expuesto al aire libre, y a la luz solar, mientras ella esperaba que él regresara del baño, dejaba perder su vista a través de la ventana mientras analizaba con su pensamiento lo poco que sabía sobre Sam, pero era un hecho, que para ella se trataba de un tipo bastante raro, y fuera de lo normal, porque no siempre te encuentras a un tipo, con un traje burgués costoso que recién ha perdido su billetera, y está de lo más normal sentado en una silla.
La cabeza de Alizee había empezado a desarrollar diferentes especulaciones sobre Sam, hasta que él llega, y la interrumpe:
—Te invitara un café, pero no tengo ni donde caer muerto justo en estos momentos —dijo Sam sarcásticamente—. Pero te lo debo.
—No te preocupes, es más, cuando mencionaste café, me dio un súbito deseo de tomar un poco ahora mismo —dijo Alizee culpándolo con la mirada.
—Perdóname, lo mencioné por inercia realmente —dijo Sam riéndose.
—Podemos hacer esto, una vez que lleguemos, me puedes acompañar a tomar uno, si te apetece —dijo Alizee.
—Siento que me estoy aprovechando vilmente de una dama tan bondadosa como tú —expresó Sam, y seguidamente añadió—: Pero cuando se trata de modales, los pierdo cuando alguien que acabo de conocer me invita un café porque soy adicto a el.
—Somos dos entonces, necesitamos ayuda o ir a alguna asociación de anónimos adictos al café —dijo Alizee y soltó una carcajada.