—¿Por qué fuiste caminando hasta a la empresa? —dijo Mary, mientras lo perseguía con su mirada.
—Solo quería cambiar la rutina, y disfrutar un poco más de cerca las calles donde me he criado —replicó Sam.
—Estoy harta de que siempre evadas mis preguntas con respuestas que ambos sabemos que no son ciertas —dijo Mary, con un tono un poco alterado—. Además que sabes que no puedes salir así, expones tu seguridad.
Mary estalla, pero prefiere irse a dormir antes de empezar una discusión, se sentía cansada siempre de lo mismo, a veces sentía que compartía su cama con un completo desconocido. Han pasado varios minutos, Mary se duerme, pero Sam sigue despierto, él se levanta, y se dirige hacia el cuarto de su hija que apenas tiene tres meses de nacida, y se queda contemplando su hermosa hija, aunque con temor, teme por sus hijos, que les pase lo mismo que a él. Le aterra que ese momento llegué y no tenga la respuesta.
Sam, luego se dirige a ver sus otros cuatros hijos. Pasa por la habitación de cada uno, aunque todos estaban dormidos, igual fue y les dio un beso en la frente a los cuatros. Entre tanto pensar, decidió tomarse el día de mañana. Cuando por fin, decide acostarse, todo parece haberse tranquilizado.
Despierta al siguiente día, pero más temprano de lo normal, apenas eran las 5:30 AM. Se dirige al baño, a cepillarse los dientes, justo arriba del lavamanos había un espejo, y en ese momento cuando se está cepillando observa un gran alboroto, explosiones, tropas militares en movimiento, como si de una guerra se tratara, con su mano, intenta limpiar el espejo para quitar la humedad y así ver con más claridad, pero el efecto se desvanece conforme va limpiando. Esto estaba empezando a crear preocupación, porque podían ser indices de esquizofrenia. Se fue a la cocina a preparar un poco de café. Decide ir a su lugar favorito que estaba en su propio hogar, luego que termina de llegar a la terraza, toma asiento, y aguarda con muchas ansias el alba. Mientras transcurre el tiempo, él empieza a cuestionarse un montón de temas sobre todo aquellos que lo habían llevado a ser ateo.
Temas como la teoría de la evolución, el big bang, la moral, la teoría del multiverso, el problema del mal, el propósito de la vida, así entre otros muchos temas que habían empezado a inquietarlo porque todas las respuestas que sustentaban su propia filosofía de alguna u otra forma estaban dejando de ser satisfactorias, sentía que no todo estaba completo en su rompe cabeza o que simplemente su estilo de vida se había estado desmoronando por preguntas que no podía responder.
Sam empezó cuestionando el concepto que tenía sobre la vida y su propósito. Este enigma sin duda había sido lo que había hecho estallar su vacío existencial anteriormente. Él creía firmemente que la vida era productos de procesos azarosamente aleatorios, que absolutamente todo lo que podemos percibir con nuestros sentidos, no era más que el resultado de dichos procesos, pero justo en este concepto o lo que para él era la vida era lo que había hecho que él empezara a dudar de todo lo que había construido, sus sueños, sus metas. Se sentía ahogado en un vaso de agua, como un hombre que nada contracorriente, o así había visto en perspectiva su vida durante estos últimos 37 años.
En su corazón había nacido el deseo de despertar después de la muerte, en cualquier lugar, pero solo despertar, él empezó a odiar la idea de morir y ser olvidado, no quería que todos sus esfuerzos pasaran en vano sin más. Él solo quería despertar un día y tener la certeza de que la muerte solo era el comienzo.
Sam aparte de ser ateo, también era un intelectual nato, y no había otra cosa que no amara más que el conocimiento; pero esta misma pasión se había convertido en un arma de doble filo, y está lo había estado llevando a un camino desolado y desesperanzador por años, había empezado a temer de que fuera demasiado tarde.
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003 | Se acercaba la hora
Desde entonces Sam Había estado pensando bastante en el rumbo que su vida tomaría si él seguía siendo atormentado por sus demonios. Ya se había acercado la hora del almuerzo, pero por suerte su esposa todavía no había llegado, entonces prefirió salir e ir a comprar la comida que más le gustaba a ella para ambos.
Llegó al restaurante chino, pero se percata de que estaba cerrado, lo que era bastante extraño. Decidió entonces ir mejor a un restaurante normal, y antes de comprar lo que sería el almuerzo para los dos, se acercó al local que estaba al lado donde si vendían café y compro uno. Se acercó nuevamente al restaurante, hizo su pedido, se sentó en la mesa más cercana y empezó a tomar su café como si nada esperando que estuviera listo lo que había ordenado.
Sam se había puesto a contemplar su entorno. —Era muy observador–. Su entorno parecía girar en cámara lenta mientras él seguía pensando en todo lo que le había sucedido estos últimos días. Luego la prolongada serenidad que había estado teniendo se ve interrumpida por un camarero cuando se acerca y lo interrumpe con una pregunta:
—Señor, olvidó decirnos con qué tipo de ensalada quería acompañado su plato —dijo el camarero.
—Ensalada verde, por favor —respondió Sam.
El camarero se retira, y seguidamente se ve nuevamente interrumpido pero esta vez por una mujer desconocida con un aspecto bastante atractivo. Ella lo mira y dirige su palabra hacia a eclass="underline"
Hola, ¿está ocupado el asiento? ¿Puedo sentarme? —preguntó ella—. Las sillas del restaurante están todas llenas.
—No te preocupes, puedes sentarte —respondió Sam con una voz cortes.
No había pasado más de cinco minutos cuando ella vuelve a interrumpir con una pregunta.
—¿Cómo te llamas? —preguntó ella mientras lo miraba fijamente porque se le hacía bastante familiar.
—Te pido disculpa, que mal educado he sido desde el primer momento –respondió Sam—. ¿Me llamo Sam y tú?
—Un placer Sam, me llamo Elizabeth —respondió ella.
—El placer es mío —dijo Sam mientras desviaba la mirada.
Sam no pretendía seguir la conversación porque era un restaurante que estaba bastante cerca de su vecindario y sus vecinos más cercanos asistían mucho al lugar, sin mencionar que aquella mujer parecía recién salida de una pasarela de modelaje. Desde luego lo último que él quería era que su mujer pensara que le estaba montando cuernos, así que decide mantener el perfil bajo. Pero la mujer insistía en entablar la conversación y vuelve a dirigirle la palabra:
—Tu barba te hace ver muy apuesto —dijo Elizabeth mientras se mordía los labios.
—Gracias, tú también eres muy atractiva —dijo Sam intentando ser cortés.
—¿Qué te parece si me das tu número? —preguntó Elizabeth—. Y no sé, quizás nos podamos ver en un lugar más privado.
—No me parece buena idea, estoy casado —dijo Sam.
—Ya va... Tu no... ¿Tú no eres el empresario que da discursos activistas sobre el ateísmo? —preguntó Elizabeth un poco confundida mientras recordaba quien era.
—Sí, ese mismo soy —afirmó Sam—. ¿Por qué preguntas?
—Es que también soy atea, y me pregunto, ¿por qué no puedes ser como el resto de los ateos que he conocido? —dijo Elizabeth mientras fruncía la frente.
—¿Cómo así? ¿Cómo son el resto que has conocido? —respondió Sam.
—Tú deberías saberlo mejor que yo, tú eres el que se monta siempre a dar los discursos. –Dijo Elizabeth.
—No sé de qué me he perdido entonces, pero explícame, por favor —dijo Sam bastante intrigado.
—Ya que insistes. Opino que pareces un religioso más. ¿Por qué mejor no darles riendas sueltas a nuestros deseos carnales? En vez de vivir bajos esos estúpidos estándares morales que los religiosos mismo nos han impuesto desde antaño —exclamó Elizabeth—. Opino que deberíamos vivir bajo nuestra propia percepción de la moral.