Sam arranca su carro, y por fin termina de irse. Él está a casi 35km de la escuela, temía por llegar tarde. Coloca música para quitar un poco el estrés. Mientras está casi por llegar, él observa como un carro es impactado por una gandola. Queda bastante anonado con el hecho, y solo piensa en lo rápido que se puede perder la vida.
Cuando llega a la escuela, su hijo aguardaba por él, solo en la escuela. Sam había llegado tarde. Pero intenta compensarlo con una propuesta:
—Perdóname por llegar tarde, ¿Quieres ir a comer helado con papá? —preguntó Sam con una sonrisa dibujada en su semblante, y añadió—: pero con la única condición de que no le digas nada a tu madre.
—Sí quiero papá —responde Sami muy emocionado.
Sam sorprende a su hijo llevándolo al lugar favorito para comer helado —era muy bueno en cuanto sobornar a su hijo se trataba—. Sam sabía que tenía que hacer todo lo posible para que no le dijera nada a su madre porque sabía que la cantaleta que su esposa lo haría escuchar no sería para nada normal.
Sam y Sami llegan al lugar. Hacen el pedido —un helado bastante grande y mixto—. Sam solo pide un café bastante fuerte, y dos bolsitas de azúcar. Luego que están ambos sentados en la mesa. Sam empieza a contemplar a su hijo, y aprecia lo feliz que era su hijo comiendo ese helado, y espontáneamente él se dice algo:
«Siento que debo aprender tantas cosas de mi hijo, que el de mí». Pensó Sam.
Sami está desesperadamente comiendo su helado cuando interrumpe el silencio con una pregunta:
Papá, ¿por qué me quedas mirando? —preguntó Sami confuso—. ¿Quieres helado?
—No hijo, me gusta mirarte feliz, solo eso —respondió Sam.
—Ah... —expresó Sami.
Sam estaba por terminar de tomar su café, y de la nada había empezado a imaginar la aventura que pudo haber tenido con aquella mujer ese día. Pero también se sentía un poco enojado por todas las palabras que salieron de aquella mujer que de alguna u otra forma lo hirieron.
Sam termina su café, y se dirige a comprar otro para tomarlo mientras conduce de vuelta a casa. Decide comprar esta vez un café descafeinado porque estaba consciente de que se estaba excediendo con la cafeína.
Sam sube al auto junto a Sami. Su hijo tenía un semblante que desbordaba felicidad. Sami se dirige a su papá e irrumpe el silencio:
—Papá, ¿Cuándo se repetirá? —preguntó Sami ansiando de que fuera muy cerca.
—Cuando vuelva a llegar tarde al ir por ti a la escuela —respondió Sam sarcásticamente; pero rápidamente interrumpe y añadió—: solo bromeo, cuando tú quieras hijo.
—Más te vale, mira que mi silencio vale por más helados como esos —responde Sami con una sonrisa dibujada en su cara.
Sam sigue conduciendo, y se da cuenta que el sol estaba por caer. Había mucho tráfico porque era hora pico. Él estaba empezando a temer de tener que llegar tarde a una cita en su propia casa. Estaba un poco más calmado porque sus otros cuatros hijos estaban en casa, y solo había que llevarlos a casa de su hermana el cual no quedaba a más de una cuadra de su casa.
Se habían hecho las 7:00 PM y la cita era a las 8:00 PM. Él estaba a 12km de la casa. Ya había empezado a sudar. Lo único que lo detenía aproximarse más a su casa era un semáforo. Se suponía que el semáforo no debía durar más de cuarenta segundo; pero Sam estaba empezando a pensar que el destino estaba jugando en contra de él para hacerlo llegar tarde a su cita que serviría para reencarnar momentos especiales, y arreglar y explicar todo lo que había estado sucediendo con él.
El semáforo parecía que nunca cambiaría de rojo a verde. Él estaba intentando contener el estrés, y evitar darle golpes al volante porque estaba su hijo presente. Cuando el semáforo cambia a verde el sentimiento de estrés que tenía se transforma en placer —explota con una sonrisa de entusiasmo—.
Click en la estrellita si le gustó el capítulo y no olviden dejar sus comentarios.
006 | Cielo estrellado
Luego de toda una odisea para llegar a su casa; se percata de la hora, y se da cuenta que eran las 7:30 PM. Solo tenía veinte minutos para arreglarse. Por suerte, no había que decorar la terraza porque su hija mayor se había encargado de hacerlo.
Sam está en frente de un espejo apretando su corbata, y empieza a reflejarse un hombre rompiendo bombillos sin cesar en alguna especie de taller; pero rápidamente él agita su cabeza, y el reflejo desaparece de la nada. Sam termina de acomodar su corbata; pero él empezaba a preocuparse con este tipo de síntomas, y había pensado la posibilidad de ir al médico lo más pronto posible.
Su esposa aguardaba por él en la terraza mientras él despedía a sus hijos porque iban a pasar la noche con su hermana. Su hija mayor se dirige a éclass="underline"
—Papá, estás muy guapo y elegante —dijo Maggy emocionada y orgullosa de su padre—. Te deseo suerte en tu cita.
—Gracias hija. Por eso te amo mucho —dijo Sam con un tono bastante exaltado.
Sam está subiendo las escaleras e iba practicando diálogos. Se sentía bastante nervioso, casi como si fuera la primera vez. Él termina de subir, y se queda embelesado contemplando la hermosura de aquella mujer. En ese momento se sentía el hombre más afortunado de tener una mujer como ella; que no solo era hermosa físicamente, sino también internamente. En ese momento hubo un cúmulo de sentimientos encontrados, y se arrepintió del error que había cometido en alejar inconscientemente a su esposa estos últimos meses.
Su esposa se le acerca, y lo sorprende con una pregunta:
—¿Estás bien? —Preguntó Mary.
—Sí, estoy bien, solo que tenía tiempo sin tener un encuentro tan romántico contigo —respondió Sam casi gagueando.
—Entonces deberíamos hacerlo más seguido —dijo Mary sonrojada.
Ambos toman asiento, el ambiente estaba bastante cálido, y también había una brisa muy acogedora, el cielo estrellado, y de fondo, tenían música clásica. Niccolò Paganini uno de los mejores violinistas de su época, haciendo presencia en aquella velada con su serenata más armoniosa.
Por un momento ambos pensaron que empezaría a llover; pero solo se trató de un falso positivo. Sam estaba con su cuchillo cortando el filete de carne cuando rompe el silencio:
—Qué hermosa estás hoy —dijo Sam—. Bueno, no trato decir que no lo estés antes, siempre lo estás, pero te veo sonreír, y eso me hace sentir feliz.
—Gracias, me encanta escuchar eso de ti —dijo Mary sonrojada—. Tú también estas muy guapo, y he vuelto a recordar lo que había hecho de que me enamorara de ti.
—¿Qué cosa? —preguntó Sam un poco intrigado.
—Tu forma de cortejar, y expresar tu amor hacia una mujer, también esa cualidad de ser tan detallista —respondió Mary, y añadió—: hasta a mí artista clásico has puesto.
—Vamos no es para tanto, no hubiera sido lo mismo sin la ayuda de nuestra hija mayor, que trabajó en complot conmigo —dijo Sam intentando no llevarse todo el crédito.
Ambos después de tan eufórica conversación siguieron comiendo, hasta terminar, y Sam luego empezó a contar sus chistes malos que solo a su esposa le causaban gracia; pero solo por lo malo que eran. Empezaron a recordar momentos; en verano, vacaciones, cuando incluso tuvieron su primer bebé, su primera cita, cuando se casaron, cuando ella se escapaba de su casa muchas veces solo para estar con él. Tantos sentimientos encontrados encapsulados en recuerdos. El entorno de ellos dos parecía girar en cámara lenta mientras ellos sonreían, y sin prejuicios dejaban salir al niño que llevaban por dentro.
Todo parecía perfecto en aquel momento, aparentemente nada podía ir mejor hasta que en aquella noche estrellada pasa una estrella muy luminosa. Sam rápidamente le señala la estrella:
—Mi amor, mira aquella estrella fugaz tan hermosa —exclamó Sam.
—¿En dónde? No la veo —pregunta Mary.
No hubo tiempo para más. Sam inconscientemente cae al suelo, y despierta; pero en el lugar que el menos imaginaba.
Las calles estaban bastante destrozadas, aparentemente eran vestigios por algún tipo de guerra que había ocurrido reciente en aquel lugar. Las estructuras de aquellos edificios lucían bastante antiguos, habían escombros repartidos por toda la calle, y a una cuadra un montón de personas aparentemente muertas amontonadas. Sam estaba muy confundido, no sabía que estaba sucediendo, no estaba seguro si se trataba de una mala broma o de una pesadilla. Sam de lo único que si estaba seguro, era lo muy real que se podía sentir la experiencia. Esta situación estaba empezando a llevarlo al climax de la locura. Confusión, dudas, y miedo eran su única compañía en aquel momento en medio de una aparente guerra en un país totalmente desconocido. Él estaba en medio de esa calle desolada, e intenta sacar su teléfono para llamar a su esposa; pero se da cuenta de que su teléfono estaba fuera de servicio.