Se da la vuelta para no seguir mirando. Esto había estremecido a Sam a tal punto que provocó que perdiera fuerzas en sus piernas, arrastrándose así por la pared hasta caer. Su entorno estaba girando en cámara lenta en medio de la demencia, no podía creer todavía lo que había pasado, intentaba convencerse de que solo se trataba de un sueño, se negaba a aceptar que estas mujeres y niños habían muerto de esta manera tan inhumano. Su corazón había empezado a latir más de lo normal, su pulso estaba fuera de control. Había entrado en una especie de shock.
Habían pasado más de quince minutos, y él entra en razón, vuelve a observar, y todos se habían ido. Los cadáveres fueron amontonados en una esquina como unos perros. Sam tenía motivos para seguir luchando, no podía simplemente renunciar a su vida; su familia, sus hijos, el futuro que había construido, así que decide que lo más correcto era descansar para tener energía al día siguiente porque tenía la noción de que si no buscaba alguna forma de salir o volver a la normalidad, podría pasarle lo mismo que aquellas personas inocentes. El hambre se le había ido por completo por todo lo que presenció. Él vuelve a su habitación, y se acuesta a dormir, pero no podía quitarse de su mente aquella ráfaga de disparo. Sam no había vivido algo semejante; sin embargo, su cansancio en ese momento era mayor, haciendo que él quedara dormido a los pocos minutos.
Eran las 8:00 AM del día siguiente cuando se despierta por el bullicio que provenía otra vez de afuera; pero esta vez las tanquetas y el pelotón estaban mucho más cerca de lo que estaban la noche anterior. En ese momento no sabía si correr hacía algún lugar más seguro, o prepararse primero un desayuno por el gruñir fuerte de su estómago.
El hambre pudo más que las ganas de correr, así que Sam se dirigió rápidamente al tercer piso a buscar los enlatados que había ignorado la noche anterior. Una vez que llega, las encuentra, y vio que se trataban de atún, garbanzos, y otros enlatados pero que no eran de su gusto; sin embargo, el atún y el garbanzo para él no había algo mejor.
«Peor es nada», pensó Sam.
Termina de abrirlas, las pone a remojar removiendo así el contenido aceitoso que traen. Y empieza a comer lo más rápido posible mientras se asomaba por la ventana para ver que tanto había avanzado aquel pelotón. Como era a plena luz del día, y la unidad militar estaba más cerca pudo notar que el uniforme era verde oliva casi parecido al uniforme Nazi; pero, Sam pensó que solo se podía tratar de una mala broma porque la segunda guerra mundial había pasado hace más de setenta y nueve años, así que en ese momento pensar que se podía tratar de un pelotón Nazis era una idea completamente absurda.
Aquel pelotón estaba solo a dos edificios de distancia —esta vez habían sacado de esos edificios a más mujeres y niños que anteriormente—. Y estaban casi listos para ser ejecutados. Sam no sabía qué hacer en ese momento asomado por la ventana, no podía permitir que estas personas inocentes fueran ejecutadas; pero él tampoco sabía de que se trataba esto. Si era un sueño lo que estaba viviendo o algún tipo de pesadilla. Todavía no sabía distinguir si era real o no todo lo que estaba pasando.
009 | Carita de angel
Mientras que, Sam intentaba comprender todo lo que estaba sucediendo, y analizaba las probabilidades de cualquier intento que sirviera para detener que esas personas inocentes fueran acribillados a sangre fría; suena aquella ráfaga sobre la primera fila —aún quedaban otras tres filas—. El estallido de las balas creaba una profunda zozobra en Sam, por el simple hecho que lo hacía sentir aún más miserable que aquellos militares que volvían su arma contra esas personas inocentes, y él sin hacer nada al respecto para detenerlos; este hecho era lo que carcomía la consciencia a Sam.
En un intento desesperado baja del tercer piso lo más rápido posible impulsado por la impotencia, enojo, y la rabia; iba predispuesto a entregarse él a cambio de que dejarán libres a estas personas. Cuánto está a punto de aproximarse, y hacerse notorio ante aquel pelotón, se empieza a oír disparos que provenían de diferentes edificios creando así, un gran alboroto entre los militares y los civiles que estaban arrodillados. Los militares se vieron embestido por alguna clase de resistencia, y en respuesta se colocaron en sus posiciones de defensa; la única tanqueta que había empezó a disparar aleatoriamente a los edificios dónde provenían aquellos disparos. La resistencia logró asesinar a cinco de los militares que pertenecían al pelotón, por suerte superaban con creces a aquel pelotón. La arremetida por parte de la resistencia era tan fuerte que tuvieron los militares que retroceder, y solo por esta vez, aquellas mujeres y niños pudieron seguir con vida.
Sam había sentido un alivio, no se hubiera perdonado que hubieran muerto más personas. Él aprovecha el momento de que aún estaban los civiles huyendo para acercarse a cualquier persona con la esperanza de que pudieran hablar español, o que por los menos pudieran entender inglés para preguntarles en dónde, y en qué fecha estaban.
Sam logra interceptar a una mujer que iba camino a algún lado; pero ella asustada empieza a gritar:
—No grites... No grites, por favor... no te haré daño, solo tengo preguntas —dijo Sam suplicando sin esperar una respuesta porque había hablado espontáneamente en español.
—¿Qué preguntas? ¿Eres extranjero? —pregunto aquella mujer bastante extrañada.
Qué la dama lo pudiera entender perfectamente, lo tomó por sorpresa, y parecía ser la mejor noticia.
—¿Hablas español? —Preguntó Sam muy desconcertado—. Me llamo Sam, un placer.
—No hablo español, estamos hablando en alemán —respondió la mujer—. Soy Arabelle.
Sam estaba más desconcertado aún, apenas su segundo idioma era el inglés, y el hecho de que estuviera hablando en alemán, para él era algo muy inverosímil; pero eso era lo menos importante en ese momento, había preguntas más importantes, así que dejaría eso para después.
—Mi pregunta es: ¿En qué fecha estamos? —preguntó Sam todavía confundido.
—Estamos en el año 1941 —dijo Arabella.
—Esto tiene que ser una broma —pensó Sam en voz alta.
—¿Disculpa? ¿Tú de dónde eres? —pregunto Arabella.
—Discúlpame tú a mí, solo pensé en voz alta; pero soy de España, y todavía no entiendo que hago aquí —dijo Sam mientras intentaba comprender—. Lo último que quiero es confundirte.
—No te preocupes, pero no te puedes quedar aquí —dijo Arabella con firmeza.
—¿Por qué? —preguntó Sam intrigado.
—Porque así se rigen las cosas aquí, las mujeres se refugian, mientras que los hombres pertenecen a la resistencia —dijo Arabelle mientras casi estaba por cerrar la puerta de lo que sería el nuevo refugio para ellos.
—¿Cómo puedo pertenecer a la resistencia? —dijo Sam interceptando la puerta.
—Verás una especie de cuartel a ochos cuadras, caminando derecho desde aquí —dijo Arabella antes de cerrar la puerta.
Sam por lo menos ahora sabía en donde estaba —Alemania—, siempre lo supuso, pero hablando con aquella mujer alemana lo pudo corroborar. Lo más absurdo, era la fecha, esto para él todavía seguía siendo una completa broma; pero si se trataba de alguna clase de juego, entonces él estaba dispuesto a llegar hasta el final, así que emprende su camino en búsqueda de la resistencia, para unirse, o encontrar respuestas, o lo que fuera necesario para entender de qué iba esto.