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Él estaba un poco extrañado porque esperaba a una persona que fuera gruñón o difícil de llevar como lo pintaban en algunas películas, o que no fuera tan intelectual como lo había demostrado hasta ahora. Siempre había creído que solo se trataba de un hombre que utilizó el poder para cumplir sus caprichos.

—Tenemos mucho de qué hablar, empezando por el hecho de que no somos productos de las drogas imaginarias, ni de tus tantas teorías —dijo el sujeto mientras sonreía.

Sam se había empezado a acostumbrar a cada sorpresa porque estaba seguro de que solo se trataban de alucinaciones; pero sabía que esto se había salido de control al escuchar que era todo lo contrario, y parecía verosímil por el hecho de que nunca le contó a nadie sobre esa idea. Absolutamente todo había vuelto a estar como al principio de todo. Lo que más le preocupaba de este escenario, es que si tenía algo de verdad eso significaba que no podría recuperar su vida, o no hasta averiguar con este sujeto de que venía todo esto, así que no todo estaba perdido. Él sin pensarlo se vuelve a dirigir al sujeto:

—¿Qué? ¿Entonces con quien estoy hablando? —preguntó Sam en el clímax de la confusión. 
—No tenemos identidad, no somos alguien, solo somos energía pura, o como bien lo diría Aristóteles: «El acto puro». No pertenecemos a tu mundo en otras palabras —expresó el sujeto. 
—¿Y por qué ahora mismo luces, y hablas igual que Hitler? —preguntó Sam frunciendo la frente.
—Permíteme explicar, tu subconsciente te trajo hasta aquí. Nosotros somos los responsables de que sea posible —viajar al pasado—. Y nos interesamos en ti porque sabemos que estás en busca de cuál es el sentido de la vida —dijo el sujeto volviendo su mirada hacia al horizonte.

Sam estaba pasmado porque era muy inverosímil todo lo que este sujeto estaba diciendo aparte de resultar ser ahora una fuerza mística, o sobrenatural en vez de ser Hitler, el cual era lo único que podía apreciar visualmente en ese momento. Justo en ese pequeño instante no sabía en que creer; sin embargo, él no dejaría escapar esta oportunidad para averiguar cómo fue Hitler capaz de hacer todo lo que hizo, como por ejemplo cargar con todas las muertos, y así una gran lista de preguntas.

—Supongamos que todo esto sea cierto, pero eso no explica: ¿Por qué no estoy hablando directamente con Hitler? —preguntó Sam tratando de entender.
—Porque tu subconsciente te trajo a uno de los momentos menos oportuno para visitar, por la gran crisis que estaba atravesando específicamente Hitler, incluso aspirar una entrevista con él solo pudo haberte provocado la muerte —dijo el sujeto—. De hecho, no debiste haber sobrevivido a ninguno de los intentos en que ellos pudieron disparar, ni mucho menos haber salido vivo de aquel cuartel.

Toda la información que le había brindado hasta ahora con respecto a los acontecimientos que solo él creía conocer, representaba una fuerte evidencia. Así que, Sam empezaba a mentalizarse de que esto podía ser tan real como lo era aquella velada con su esposa.

—¿Ya va? ¿Si muero en el pasado que sucede? —preguntó Sam preocupado. 
—Viajar al pasado tienes sus propias consecuencias, si llegaras a morir, estarías alterando directamente las líneas temporales del espacio—tiempo hasta un punto de ser borrado por completo de la existencia —expresó el sujeto—. Así que puedes decidir en aceptar este regalo justo en este momento, o volver a tu vida normal como si nada hubiera pasado.

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012 | Jugar a ser Dios

En aquel momento se encontraba contra la pared porque debía tomar una decisión, quizás la más importante de su vida, y no había tiempo para pensarlo, era una decisión que debía tomar hoy o nunca. Había una parte de él que anhelaba mucho recuperar su vida, su familia, sus amigos, trabajo, y otra que sabía que regresar a su vida no solucionaría el vacío existencial que había estado teniendo. Así que él antes de tomar una decisión quería volver a escuchar algo más de parte de aquel sujeto:

—Necesito saber algo más, antes de tomar la decisión —preguntó Sam.
—¿Cuál? —respondió el sujeto.
—¿Luego podré recuperar mi antigua vida? —preguntó Sam esperanzado.
—Claro, por supuesto, luego de que comprendas el sentido que tiene la vida, al final de cuentas, es lo que estás buscando, ¿no? —preguntó el sujeto.
—Sí, es lo que necesito —respondió Sam—. Pero ¿Por qué a mí, y no otra persona? 
—Es algo del que te enterarás más adelante —expresó el sujeto.

De todo lo que le había pasado desde aquella velada hasta ahora, era la incógnita que más le había comenzado a intrigar una vez que comprendió, y aceptó que esto se trataba de algo real, pero tendría paciencia una vez más. Sin embargo, Sam todavía quería saber en cuanto a Hitler, así que, para nada dejó escapar la ocasión.

—Ya que no pude obtener una entrevista directamente con Hitler, me gustaría que me pudieras contar sobre él —preguntó Sam.
—Por donde podemos empezar —dijo el sujeto—. Pero caminemos hacia la oficina que está arriba, mientras puedo ir respondiendo tus preguntas.

Sam estaba a punto de pedirle lo mismo, aquella oficina podía ser un poco asfixiante para su gusto. Las cosas ahora eran diferentes, ahora había un sentimiento de tranquilidad que lo había arropado luego de haber pasado por todas esas situaciones tan incomodas, y confusas. Lo único incomodo era que no sabía cómo dirigirse a él, o como llamarlo, así que se atreve a preguntarle nuevamente:

—Antes de empezar, me gustaría que me dieras así sea un seudónimo de cómo llamarte —dijo Sam incomodado.
—Algunos me han llamado, Elyo. 
—Me siento más cómodo, ¿Entonces no he sido el primero que ha recibido este don? —preguntó Sam mientras abría la puerta para salir de aquella oficina.
—No serás el primero, ni el último —expresó Elyo. 
—Vale, puedo imaginar entonces, que tampoco me dirás, sino a su debido tiempo ¿no? —preguntó Sam.
—Que inteligente —dijo Elyo, mientras dibujaba una sonrisa en su cara.

Estaban casi a mitad de camino, pero Sam no encontraba la forma de decirle que tenía un hambre casi infernal en ese momento, por razones obvias, no tuvo oportunidad por carecer de libertad después de lo que sucedió en el cuartel, el traslado, ahora es que estaba dando un respiro.

—¿Cómo pudo Hitler hacer todo lo que hizo? ¿Como hizo para cargar con las muertes? —preguntó Sam intrigado.
—Antes de contarte comentarte al respecto, Hitler no ha sido el único y tampoco el peor genocida en la historia, incluso la cantidad de muertes que se le atribuye es casi nada comparado con las muertes que se les atribuyen a líderes como Mao Zedong —expresó Elyo con ímpetu.
—Y... ¿Cuántos se le atribuyen a él? —pregunto Sam anonado.
—No menos de setenta y ocho millones de personas —afirmó Elyo— casi un país completo. 
—Rayos... —Expresó Sam.