Sam había quedado sin aliento porque era casi inverosímil, que un hombre pudiera ser capaz de tantas muertes.
—Ahora vamos al grano —dijo Elyo—. Cualquier hombre que quiera asesinar, cometer genocidio, o cualquier acto que consideramos inmoral, solo necesita una cosa.
—¿Cuál? —preguntó Sam.
—Creer que puedes ser tú propio dios —dijo Elyo con vehemencia.
—¿Y esto que tiene que ver? —preguntó Sam mostrando desaprobación.
—Mucho, solo necesitas leer la biografía de cada uno de estos genocidas, y encontrarás algo en común.
—¿Qué cosa? —preguntó Sam.
—Todos ellos estaban jugando a ser sus propios dioses, pero lo más peligroso de todo, eran las ideas tan arraigadas que tenían consigo en sus cabezas —dijo Elyo.
—¿Y eso que tiene que ver con las preguntas que te hecho? —preguntó Sam.
—Me has preguntado cómo un hombre puede cargar con todo esto —expresó Elyo—. Es muy fácil hacerlo cuando estás convencido de que tus actos no serán reprobados en la tierra, ni en cualquier otro lugar fuera de este universo.
Sam a lo largo del camino solo pudo meditar en todo lo que le había dicho Elyo; y en la fuerte relación coherente que existía entre ese pensamiento, y los exacerbados genocidios que ocurrieron alrededor del siglo XX. Ya habían salido de aquel pasadizo subterráneo, y habían llegado a la oficina de la cancillería. Ambos tomaron asiento, pero Sam casi no podía seguir disimulando el hambre que estaba teniendo en ese momento.
013 | Adrenalina
—¿Te apetece algo de comida? —preguntó Elyo.
—Ahora que lo mencionas, cae como anillo al dedo —dijo Sam eufóricamente.
Elyo parecía conocer cómo funcionaba todo en aquella cancillería como si fuera suya. Llamó a uno de los vasallos que resguardaban la cancillería, y pidió algo de comida para ambos, oportuna para la ocasión. Estaban ambos sentados en aquellos lujosos y cómodos muebles, había un álgido viento abrazando aquella oficina. Elyo luego de haber hecho el pedido, se vuelve dirigir a Sam:
—Ehm... Verás, antes que des tu respuesta definitiva en cuanto aceptar este don, tengo que señalarte que trae ciertas implicaciones que pueden llegar a ser precarias —dijo Elyo con serenidad.
—¿Cómo cuáles? —preguntó Sam.
—Aparte de nosotros existen otras fuerzas completamente antagónicas que harán lo posible, y lo imposible para impedir que sigas viajando al pasado —respondió Elyo—. Se aprovecharán de las circunstancias del momento que visites para hacerte persecución de alguna forma.
—¿Qué es lo peor que me puede pasar? —preguntó Sam interesado.
—Intentarán devolverte al presente, y todo el conocimiento, experiencia que hayas adquirido durante tus viajes se te serán borrados, te sentirás como si nada hubiera pasado —explicó Elyo con sutileza.
—¿Por qué no los detienes? —preguntó Sam confundido.
—Porque es necesario un equilibrio, y gracias a la existencia del dualismo, hace posible que el hombre sea lo que es hoy —replicó Elyo con suavidad—. Un hombre con poder de tomar decisiones.
—Creo comprender —dijo Sam todavía pensando en su decisión.
Un olor bastante exquisito estaba aproximándose a la oficina, desbordando el hambre que tenía Sam. Cuando voltea su mirada, se da cuenta que se trataba del almuerzo, aunque el tiempo del almuerzo había pasado hace dos horas . Un sentimiento de alivio lo había acogido en ese momento. En su mente ansiaba la hora:
«Creí que nunca llegaría», pensó Sam.
El mayordomo se encargó de servir la comida, Sam no creyó que fuera a comer su comida favorita —pavo al limón, acompañado de jugo de naranja—. Y extrañado se dirige a Elyo:
—Esto de ser una fuerza mística, o divina, ¿implica que me puedas leer la mente? —preguntó Sam—. Porque dudo mucho que solo se trate de una coincidencia que hayas pedido mi plato favorito.
—Solo disfruta del banquete, porque del resto tendrás que apañártela tu solo —dijo Elyo, mientras estaba cortando el pavo en trozos pequeños.
—Ahora que lo pienso, hubiera sido mejor no preguntar —dijo Sam sonriendo.
Mientras ambos comían, Sam estaba todavía meditando sobre su respuesta definitiva, no todo era color de rosa, como él creía. Pero tenía la noción de que el riesgo valdría la pena. Además, que siempre tenía en su mente el pensamiento que sembró su padre en él cuando apenas era un niño: «Todo lo que no valga esfuerzo, es inherentemente indigno». Todo el éxito que había logrado se basó pese el esfuerzo. Así que había empezado a surgir la confianza de que estaba haciendo lo correcto, para él, y su familia. En medio del almuerzo, él salta con su voz dirigiéndose a Elyo:
—Acepto —dijo Sam con seguridad, y firmeza.
—Tienes potencial —exclamó Elyo—. Creemos en ti.
—La verdad, es que ni si quiera sé por dónde empezar —dijo Sam frunciendo la mente, y tocándose la barba.
—Eso es lo de menos, solo haz lo que tengas que hacer, tus instintos será tu guía —dijo Elyo con un semblante que denotaba seguridad.
Ambos estaban por terminar de comer, el semblante de Sam, había cambiado por completo, estaba ahora más aliviado, y recargado de nuevas energías para aceptar todo lo que había por venir, pero había algo que falta por preguntar, y era de cómo funcionaba el don para viajar el pasado.
—Hablando como locos, ¿Cómo funciona el don? ¿Cómo lo puedo utilizar? —preguntó Sam.
—Una vez que recibes el regalo, obtendrás acceso al subconsciente, el se convertirá en tu pase para viajar al pasado, pero cada quién encuentra una manera particular de proyectar el don —respondió Elyo antes de terminar su jugo de naranja.
—Hmmm, otra pregunta más, ¿Nos volveremos a ver? —preguntó Sam con curiosidad.
—Probablemente al final de la carrera, luego de esta conversación, todo dependerá de ti —respondió Elyo con vigor
Habían terminado de comer, llegó nuevamente el mayordomo, ordenó todo nuevamente. Sam indagaba en su mente en caso de encontrar alguna que otra pregunta que quizás haya olvidado; pero todo parecía estar claro. Estaba de hecho, satisfecho con las respuestas que había obtenido de Hitler, y se había puesto a pensar en quien sería la próxima figura que podría visitar.
—¿Ya tienes en mente, a dónde o a quien visitarás? —preguntó Elyo.
—Estoy en eso, pensando cual será mi próxima visita —respondió Sam.
—Hmmm, siendo tú, pensaría rápido, una vez que me retire de aquí, absolutamente todo en este lugar volverá a su curso —dijo Elyo mirándolo fijamente.
En base a lo que le había dicho Elyo, creo un poco de inseguridad, y nervios dentro de Sam, porque no sabía ni como empezar: pero ya tenía en mente a alguien que siempre quiso haber conocido, solo necesitaba descubrir como podía proyectar su don. Elyo se había levantado, y estaba por irse no antes de que se despidiera:
—Nos vemos hasta luego —dijo Elyo antes de salir por la puerta principal de la oficina.
La adrenalina en aquel momento había subido a mil porque una vez que Elyo saliera por aquella puerta, sabía que no pasaría mucho tiempo para que él estuviera rodeado de militares.
014 | Hallar una salida
Era un hecho, Elyo había terminado por salir de aquella oficina, el ambiente se había tornado muy tenso para Sam, no tenía mucho tiempo para descubrir cómo podía proyectar su don de manera que este le pudiera llevarlo a lo que era su próxima visita. Habían pasado varios minutos, él estaba intentado concentrar su subconsciente en el lugar, la hora, y la fecha a donde quería viajar... Pero a unos cuantos metros se habían empezado a escuchar algunos que otros pasos acercándose a la oficina, tenía la intuición de que no podría hacer su viaje con tanta tensión en el ambiente, y un ejército Nazis potencialmente preparados para empezar a darle seguimiento, pero lo peor del caso es que esa cancillería estaba asediada por militares Nazis, el solo intento de querer salir por las puertas principales lo expondría enormemente, así que la sola idea de pensar salir por la puerta principal era un suicidio. Los pasos cada vez estaban más cerca, minuciosamente se había puesto a analizar cada rincón de aquella oficina que pudiera servir como un escondite temporal mientras pensaba en una forma de escapar sin fracasar en el intento, pero lamentablemente no había nada en aquel lugar que lo pudiera salvaguardar temporalmente de aquellos o aquel que se acercaban, excepto un escritorio que estaba al descubierto si llegabas hasta ella, parecía ridículo, pero no había más alternativa, así que fue y se escondió aguardando allí hasta que pudiera observar de quien se trataba, seguidamente el sujeto termina de llegar a la oficina, y se trataba de alguien de mantenimiento, probablemente había sido enviado por el mayordomo para que limpiara el lugar donde habían comido.