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—Yo responderé por él —dijo Frodo—. Me guió hasta la Puerta Negra, como yo se lo había pedido; pero esa puerta era infranqueable.

—No hay ninguna puerta abierta para entrar en el País Sin Nombre —dijo Faramir.

—Por lo tanto cambiamos de rumbo y vinimos por el camino del Sur —prosiguió Frodo—; pues según él hay, o puede haber, un camino cerca de Minas Ithil.

—Minas Morgul —dijo Faramir.

—No lo sé exactamente —dijo Frodo—; pero el camino trepa, creo, entre las montañas del lado norte del valle, donde se alza la ciudad antigua. Sube hasta muy arriba, hasta una hendedura, y luego desciende otra vez hasta... lo que está más allá.

—¿Conoces el nombre de esa garganta? —dijo Faramir.

—No —respondió Frodo.

—Se llama Cirith Ungol. —Gollum lanzó un silbido agudo y se puso a mascullar—. ¿No es ése el nombre? —dijo Faramir, volviéndose a Gollum.

—¡No! —dijo Gollum, y en seguida gimió, como si le hubieran dado un puñetazo—: Sí, sí, hemos oído ese nombre, una vez. Pero ¿qué nos importa el nombre? El amo dice que él necesita entrar. Es preciso entonces que tratemos de encontrar algún camino. No hay otro camino posible, no.

—¿No hay otro camino? —dijo Faramir—. ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Quién ha explorado todos los confines de este reino sombrío? —Miró a Gollum larga y pensativamente. Luego volvió a hablar:— Llévate de aquí a esta criatura, Anborn. Trátala con dulzura, pero vigílala. Y tú, Sméagoclass="underline" no intentes arrojarte a las cascadas. Allí las rocas tienen dientes tan afilados que morirás antes de tiempo. ¡Déjanos pues y llévate tu pescado!

Anborn salió de la cueva, y Gollum fue delante de él, sumisamente. La cortina se cerró tras ellos.

—Frodo, pienso que eres demasiado imprudente en este asunto —dijo Faramir—. No creo que tengas que ir con esa criatura. Es malvada.

—No, no es del todo malvada —dijo Frodo.

—No del todo, quizá —dijo Faramir—; pero la malicia está devorándolo como un chancro, y el mal crece. No te conducirá a nada bueno. Si te separas de él, le daré un salvoconducto y un guía, y haré que lo acompañen al punto que él nombre, a lo largo de la frontera de Gondor.

—No lo aceptaría —dijo Frodo—. Me seguiría como lo ha hecho durante tanto tiempo. Y yo le he prometido muchas veces tomarlo bajo mi protección e ir a donde él me lleve. ¿No me pedirás que falte a la palabra que he empeñado?

—No —respondió Faramir—. Pero mi corazón te lo pediría. Parece menos grave aconsejar a alguien que falte a una promesa que hacerlo uno mismo, sobre todo si se trata de un amigo atado involuntariamente por un juramento nefasto. Pero ahora... tendrás que soportarlo si quiere ir contigo. Sin embargo, no me parece necesario que tengas que ir a Cirith Ungol, del que no te ha dicho ni la mitad de lo que sabe. Esto al menos lo vi claro en la mente de ese Sméagol. ¡No vayas a Cirith Ungol!

—¿Adónde iré entonces? —dijo Frodo—. ¿Volveré a la Puerta Negra para entregarme a los guardias? ¿Qué sabes tú en contra de ese lugar que hace su nombre tan temible?

—Nada cierto —respondió Faramir—. Nosotros los de Gondor nunca cruzamos en nuestros días al este del Camino, y menos nuestros hombres más jóvenes, así como ninguno de nosotros ha puesto jamás el pie en las Montañas de las Sombras. De esos parajes sólo conocemos los antiguos relatos y los rumores de tiempos lejanos. Pero la sombra de un terror oscuro se cierne sobre los pasos que dominan Minas Morgul. Cuando se pronuncia el nombre de Cirith Ungol, los ancianos y los maestros del saber se ponen pálidos y enmudecen.

”El valle de Minas Morgul cayó en poder del mal hace mucho tiempo, y era una amenaza y un lugar de terror cuando el Enemigo se había retirado muy lejos, e Ithilien estaba en su mayor parte bajo nuestra protección. Como sabes, esa ciudad fue antaño una plaza fuerte, orgullosa y espléndida, Minas Ithil, hermana gemela de nuestra propia ciudad. Pero se apoderaron de ella hombres feroces, que el Enemigo había dominado en sus primeras guerras, y que luego de su caída erraban sin hogar y sin amo. Se dice que sus señores eran hombres de Númenor que se habían entregado a una maldad oscura: el Enemigo les había dado anillos de poder, y los había devorado: se habían convertido en espectros vivientes, terribles y nefastos. Y cuando el Enemigo partió, tomaron Minas Ithil y allí vivieron, y la ciudad declinó, así como todo el valle circundante: parecía vacía mas no lo estaba, pues un temor inconmensurable habitaba entre los muros ruinosos. Había allí Nueve Señores, y después del retorno del Amo, que favorecieron y prepararon en secreto, adquirieron poder otra vez. Entonces los Nueve Jinetes partieron de las puertas del horror, y nosotros no pudimos resistirlos. No te acerques a esa ciudadela. Te descubrirán. Es un lugar maligno en incesante vigilia, poblado de ojos sin párpados. ¡No vayas por ese camino!

—¿Pero adónde, entonces, me encaminarías tú? —dijo Frodo—. No puedes, me dices, conducirme tú mismo a las montañas, ni por encima de ellas. Pero un compromiso solemne contraído con el Concilio me obliga a atravesarlas, a encontrar un camino o perecer en el intento. Y si me echara atrás, si rehusara al amargo final del camino, ¿adónde iría entonces entre los Elfos o los Hombres? ¿Querrías tú acaso que yo fuera a Gondor con este Objeto, el Objeto que volvió loco de deseo a tu hermano? ¿Qué sortilegio obraría en Minas Tirith? ¿Habrá dos ciudades de Minas Morgul contemplándose mutuamente con una sonrisa burlona a través de una tierra muerta cubierta de podredumbre?

—Yo no querría que eso sucediera —dijo Faramir.

—Entonces, ¿qué querrías que hiciera yo?

—No lo sé. Pero no que te encaminaras a la muerte o al suplicio. Y no creo que Mithrandir hubiera elegido ese camino.

—No obstante, puesto que él se ha ido, he de tomar los caminos que yo pueda encontrar. Y no hay tiempo para una larga búsqueda —dijo Frodo.

—Es un duro destino y una misión desesperada —dijo Faramir—. Pero al menos ten presente mi advertencia: cuídate de ese guía, Sméagol. Ha matado ya. Lo he leído en sus ojos. —Suspiró.

”Bien, así nos encontramos y así nos separamos, Frodo hijo de Drogo. No es preciso que te endulce el oído con palabras de consuelo: no espero volver a verte bajo este Sol. Pero ahora partirás con mis bendiciones, sobre ti, y sobre todo tu pueblo. Descansa un poco mientras les preparan alimentos.

”Mucho me gustaría saber por qué medios esa criatura escurridiza, Sméagol, llegó a poseer el Objeto de que hablamos, y cómo lo perdió, pero no te importunaré con eso ahora. Si algún día, contra toda esperanza, regresas a las tierras de los vivos y una vez más nos narramos nuestras historias, sentados junto a un muro y al sol, riéndonos de las congojas pasadas, tú entonces me lo contarás. Hasta ese día, o algún otro momento, más allá de lo que alcanzan a ver las Piedras Videntes de Númenor, ¡adiós!

Se levantó, se inclinó profundamente ante Frodo, y corriendo la cortina entró en la caverna.

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