Bárbol estaba caminando desde hacía largo rato —Pippin había tratado de llevar la cuenta de los «pasos-de-Ent», pero se había perdido alrededor de los tres mil— cuando empezó a aflojar el paso. De pronto se detuvo, bajó a los hobbits, y se llevó a la boca las manos juntas, como formando un tubo hueco. Luego sopló o llamó. Un gran hum, homresonó en los bosques como un cuerno de voz grave, y pareció que los árboles devolvían el eco. De lejos y de distintos sitios llegó un similar hum, hom, humque no era un eco sino una respuesta.
Bárbol cargó a Merry y Pippin sobre los hombros y echó a andar otra vez, lanzando de cuando en cuando otra llamada de cuerno, y las respuestas eran cada vez más claras y próximas. De este modo llegaron al fin a lo que parecía ser un muro impenetrable de árboles oscuros y de hoja perenne, árboles de una especie que los hobbits nunca habían visto antes: las ramas salían directamente de las raíces, y estaban densamente cubiertas de hojas oscuras y lustrosas como de acebo, pero sin espinas, y en el extremo de unos peciolos tiesos y verticales brillaban unos botones grandes y relucientes de color oliva.
Volviéndose hacia la izquierda, y bordeando esta cerca enorme, Bárbol llegó en unas pocas zancadas a una entrada angosta. Un sendero donde se veían muchas huellas atravesaba la cerca y bajaba de repente en una pendiente larga y abrupta. Los hobbits vieron que estaban descendiendo hacia un valle grande, casi tan redondo como un tazón, muy ancho y profundo, coronado en el borde por la alta cerca de árboles oscuros. El interior era liso y herboso, y no había árboles excepto tres abedules plateados muy altos y hermosos que crecían en el fondo del tazón. Otros dos senderos bajaban del valle: desde el oeste y desde el este.
Varios Ents habían llegado ya. Más estaban descendiendo por los otros senderos, y algunos seguían ahora a Bárbol. Cuando se acercaron, los hobbits los miraron con curiosidad. Habían esperado ver un cierto número de criaturas parecidas a Bárbol así como un hobbit se parece a otro (al menos a los ojos de un extranjero), y les sorprendió mucho encontrarse con algo muy distinto. Los Ents eran tan diferentes entre sí como un árbol de otro árboclass="underline" algunos tan diferentes como árboles del mismo nombre, pero que no han crecido del mismo modo y no tienen la misma historia; y algunos tan diferentes como si pertenecieran a distintas familias de árboles, como el abedul y el haya, el roble y el abeto. Había unos pocos Ents muy viejos, barbudos y nudosos, como árboles vigorosos pero de mucha edad (aunque ninguno parecía tan viejo como Bárbol), y había Ents robustos y altos, bien ramificados y de piel lisa como árboles del bosque en la plenitud de la edad; pero no se veían Ents jóvenes. Eran en total unas dos docenas de pie en las hierbas del valle, y otros tantos llegaban ahora.
Al principio, a Merry y Pippin les sorprendió sobre todo la variedad de lo que veían: las muchas formas, los colores, las diferencias en el talle, la altura, y el largo de los brazos y piernas; y en el número de dedos de los pies (de tres a nueve). Algunos eran quizá parientes de Bárbol, y parecían hayas o robles. Pero los había de distintas especies. Algunos recordaban al castaño: Ents de piel parda con manos grandes y dedos abiertos, y piernas cortas y macizas; otros, el fresno: Ents altos, rectos y grises con manos de muchos dedos y piernas largas; algunos el abeto (los Ents más altos) y otros el abedul, el pino y el tilo. Pero cuando todos los Ents se reunieron alrededor de Bárbol, inclinando ligeramente las cabezas, murmurando con aquellas voces lentas y musicales, y mirando alrededor larga y seriamente a los extraños, entonces los hobbits vieron que todos eran de la misma condición, y que todos tenían los mismos ojos: no siempre tan viejos y profundos como los de Bárbol, pero con la misma expresión lenta, firme y pensativa, y el mismo centelleo verde.
Tan pronto como toda la compañía estuvo reunida, de pie en un amplio círculo alrededor de Bárbol, se inició una curiosa e ininteligible conversación. Los Ents se pusieron a murmurar lentamente: primero uno y luego otro, hasta que todos estuvieron cantando juntos en una cadencia larga que subía y bajaba, ahora más alta en un sector del círculo, ahora muriendo aquí y creciendo y resonando en algún otro sitio. Aunque Pippin no podía distinguir o entender ninguna de las palabras —suponía que el lenguaje era éntico—, el sonido le pareció muy agradable al principio, aunque poco a poco dejó de prestar atención. Al cabo de mucho tiempo (y la salmodia no mostraba signos de declinación) se encontró preguntándose, y ya que el éntico era un lenguaje tan poco «apresurado», si no estarían aún en los Buenos días, y en el caso de que Bárbol pasara lista cuánto tiempo tardarían en entonar todos los nombres. —Me pregunto cómo se dirá sío noen éntico —se dijo. Bostezó.
Bárbol advirtió en seguida la inquietud de Pippin.
— Hm, ha, hey, mi Pippin —dijo, y todos los otros Ents interrumpieron el canto—. Sois gente apresurada, lo había olvidado; y por otra parte es fatigoso escuchar un discurso que no se entiende. Podéis bajar ahora. Ya he transmitido vuestros nombres a la Cámara de los Ents, y ellos os han visto, y todos están de acuerdo en que no sois orcos, y en que es necesario añadir otra línea a las viejas listas. No hemos ido más allá hasta ahora, pero hemos ido rápido tratándose de una Cámara de Ents. Tú y Merry podéis pasearos por el valle, si queréis. Hay un manantial de agua buena y fresca allá en la barranca norte. Todavía tenemos que decir algunas palabras antes que la asamblea comience de veras. Yo iré a veros y os contaré cómo van las cosas.
Puso a los hobbits en tierra. Antes de alejarse, Merry y Pippin saludaron haciendo una reverencia. Esta proeza pareció divertir mucho a los Ents, a juzgar por el tono de los murmullos que se oyeron entonces, y el centelleo que les asomó a los ojos; pero pronto volvieron de nuevo a sus propios asuntos. Merry y Pippin subieron por el sendero que venía del oeste, y miraron a través de la abertura en la cerca. Unas cuestas largas y cubiertas de árboles subían desde el borde del valle, y más allá, sobre los pinos de la estribación más lejana, se alzaba, afilado y blanco, el pico de una elevada montaña. A la izquierda y hacia el sur alcanzaban a ver el bosque que se perdía en una lejanía gris. Allí y muy distante creyeron distinguir un débil resplandor verde, que Merry atribuyó a las llanuras de Rohan.
—Me pregunto dónde estará Isengard —reflexionó Pippin.
—No sé muy bien dónde estamos nosotros —dijo Merry—, pero es posible que sea el Methedras, y creo recordar que el anillo de Isengard se encuentra en una bifurcación o una abertura profunda en el extremo de las montañas, probablemente detrás de esa cordillera. Parece haber una niebla o humo allí arriba, a la izquierda del pico, ¿no crees?
—Pero, ¿cómo es Isengard? —dijo Pippin—. Me pregunto qué pueden hacer ahí los Ents, de todos modos.