– ¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?
– No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.
– Pero ¿qué tiene que hacer para evitar la derrota?
– Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos. Ése será el verdadero poder.
"Sabrá entonces que el poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él lo que se le antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el poder!
"El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. Él manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder.
"Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso."
– ¿Perderá su poder?
– No, nunca perderá su claridad ni su poder.
– ¿Entonces qué lo distinguirá de un hombre de conocimiento?
– Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder es sólo un carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de si mismo, ni puede decir cómo ni cuándo usar su poder.
– La derrota a manos de cualquiera de estos enemigos ¿es definitiva?
– Claro que es definitiva. Cuando uno de estos enemigos vence a un hombre, no hay nada que hacer.
– ¿Es posible, por ejemplo, que el hombre vencido por el poder vea su error y se corrija?
– No. Una vez que un hombre se rinde, está acabado.
– ¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza?
– Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona.
– Pero entonces, don Juan, es posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero finalmente lo conquiste,
– No, eso no es cierto. Si se rinde al miedo nunca lo conquistará, porque se asustará de aprender y no volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante años, en medio de su miedo, terminará conquistándolo porque nunca se habrá abandonado a él en realidad.
– ¿Cómo puede vencer a su tercer enemigo, don Juan?
– Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas, manejando con tiento, y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.
"El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡la vejez! Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no se puede vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por un instante.
"Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en el que siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento.
"Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan sólo por esos momentitos en que logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento son suficientes."
IV
Don Juan casi nunca hablaba abiertamente de Mescalito. Cada vez que yo lo interrogaba sobre el tema se negaba a contestar, pero siempre decía lo suficiente para crear una impresión de Mescalito: impresión que siempre era antropomórfica. Mescalito era masculino, no sólo por el género gramatical de su nombre, sino también por sus constantes cualidades de ser protector y maestro. Don Juan reafirmaba estas características en formas diversas cada vez que hablábamos.
Domingo, 24 de diciembre, 1961
– La yerba del diablo nunca ha protegido a nadie. Sólo sirve para dar poder. Mescalito, en cambio, es manso, como un niñito.
– Pero dijo usted que Mescalito es a veces aterrador.
– Claro que es aterrador, pero una vez que lo conoces es manso y bondadoso.
– ¿Cómo muestra su bondad?
– Es un protector y un maestro.
– ¿Cómo protege?
– Puedes guardarlo contigo a toda hora y él verá que nada malo te ocurra.
– ¿Cómo puede uno guardarlo consigo a toda hora?
– En una bolsita, amarrada con un cordón debajo del brazo o alrededor del cuello.
– ¿Lo tiene usted consigo?
– No, porque yo tengo un aliado. Pero otra gente si.
– ¿Qué enseña?
– Enseña a vivir como se debe.
– ¿Cómo enseña?
– Enseña las cosas y te dice lo que son.
– ¿Cómo?
– Tendrás que ver por ti mismo.
Martes, 30 de enero, 1962
– ¿Qué ve usted cuando Mescalito lo lleva consigo, don Juan?
– De esas cosas no se platica. No puedo decirte eso.
– ¿Le pasaría algo malo si me dijera?
– Mescalito es un protector, un protector manso y bueno, pero eso no quiere decir que pueda uno burlarse de él. Por ser un protector bueno también puede ser el horror mismo para los que no le gustan.
– No quiero burlarme de él. Sólo quiero saber qué hace hacer o ver a otras personas. Yo le describí a usted todo cuanto Mescalito me hizo ver, don Juan.
– Contigo es diferente, a lo mejor porque no conoces sus modos. Hay que enseñarte sus modos como se enseña a caminar a un niño.
– ¿Cuánto tiempo más hay que enseñarme?
– Hasta que él mismo empiece a tener sentido para ti.
– ¿Y entonces?
– Entonces comprenderás solo. Ya no tendrás que decirme nada.
– ¿Puede usted decirme solamente a dónde lo lleva Mescalito?
– No puedo hablar de eso.
– Nada más quiero saber si hay otro mundo al cual lleva a la gente.
– Hay.
– ¿Es el cielo?
– Te lleva a través del cielo.
– Quiero decir, ¿es el cielo donde está Dios?
– Ya te estás haciendo el pendejo. No sé dónde está Dios.
– ¿Es, Mescalito, Dios el único Dios? ¿O es uno de los dioses?
– Es sólo un protector y un maestro. Es un poder.
– ¿Es un poder dentro de nosotros mismos?
– No. Mescalito no tiene nada que ver con nosotros mismos. Está fuera de nosotros.
– Entonces todo el que ve a Mescalito debe verlo en la misma forma.