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– ¿y la otra visión que tuve?

– Tus pensamientos han de haber estado firmes cuando hiciste esa pregunta. Y así es como hay que conducir esta brujería: con claridad.

– ¿O sea que la visión de la muchacha no debe tomarse en serio?

– ¿Cómo puede tomarse en serio si no sabes qué preguntas estaban contestando las lagartijitas?

– ¿Sería más claro para la lagartija si uno hiciera una sola pregunta?

– Sí, sería más claro. Si pudieras sostener con firmeza un solo pensamiento.

– ¿Pero qué ocurriría, don Juan, si la única pregunta no fuera sencilla?

– Mientras tu pensamiento sea firme y no se meta en otras cosas, es claro para las lagartijitas, y entonces su respuesta es clara para ti.

– ¿Puede uno hacer más preguntas a las lagartijas mientras va avanzando en la visión?

– No. La visión es para mirar lo que las lagartijas te estén diciendo. Por eso dije que es una visión para oír más que una visión para ver. Por eso te pedí tratar asuntos no personales. Por lo general, cuando la pregunta trata de personas, tu ansia de tocarlas o de hablarles es demasiado fuerte, y la lagartija deja de hablar y la brujería se deshace. Deberás saber mucho más que ahora antes de querer ver cosas que te conciernan en lo personal. La próxima vez debes escuchar con cuidado. Estoy seguro de que las lagartijitas te dijeron muchas, muchas cosas, pero no estabas escuchando.

Viernes, 19 de abril, 1963

– ¿Qué son todas las cosas que molí para la pasta, don Juan?

– Semillas de yerba del diablo y los gorgojos que viven de las semillas. La medida es un puño de cada cosa -ahuecó la mano derecha para mostrarme cuánto.

Le pregunté qué ocurriría si un elemento se usara solo, sin los demás. Dijo que tal procedimiento sólo produciría el antagonismo de la yerba del diablo y de las lagartijas.

– No debes enemistarte con las lagartijas -dijo-, porque al otro día, cuando esté atardeciendo, tienes que regresar al sitio de tu planta. Háblales a todas las lagartijas y pide que salgan otra vez a las dos que te ayudaron en la brujería. Busca por todas partes hasta que esté oscuro. Si no puedes hallarlas, debes intentarlo de nuevo al otro día. Sí eres fuerte hallarás a las dos, y entonces tendrás que comértelas allí mismo. Y tendrás por siempre la facultad de ver lo desconocido. Ya nunca necesitarás coger lagartijas para practicar esta brujería. Vivirán dentro de ti desde entonces.

– ¿Qué hago si nada más encuentro una?

– Si nada más encuentras una, debes dejarla ir al final de tu búsqueda. Si la encuentras el primer día, no la guardes con la esperanza de coger a la otra al día siguiente. Eso nada más echaría a perder tu amistad con ellas.

– ¿Qué sucede si no puedo hallarlas para nada?

– Creo que eso seria lo mejor para ti. Quiere decir que debes coger dos lagartijas cada vez que necesites su ayuda, pero también quiere decir que eres libre.

– ¿Cómo, libre?

– Libre de ser esclavo de la yerba del diablo. Si las lagartijas viven dentro de ti, la yerba del diablo no te dejará ir jamás.

– ¿Es malo eso?

– Claro que es malo. Te apartará de todo lo demás. Tendrás que pasar la vida cultivándola como aliado. Es posesiva. Una vez que te domina, sólo hay un camino a seguir: el suyo.

– ¿Y si hallo muertas a las lagartijas?

– Si hallas muerta a una o a las dos, no debes tratar de hacer esta brujería durante un tiempo. Déjala descansar un rato.

"Creo que sólo esto necesito decirte; lo que te he dicho es la regla. Cada vez que practiques por tu cuenta esta brujería, debes sentarte frente a tu planta y seguir todos los pasos que te he descrito. Otra cosa, No debes comer ni beber hasta que la brujería esté terminada."

VI

El siguiente paso en las enseñanzas de don Juan fue un nuevo aspecto en el dominio de la segunda parte de la raíz de datura. En el tiempo transcurrido entre las dos etapas del aprendizaje, don Juan inquirió únicamente acerca del desarrollo de mi planta.

Jueves, 27 de junio, 1963

– Es buena costumbre probar la yerba del diablo antes de emprender de líen, su camino -dijo don Juan.

– ¿Cómo se le prueba, don Juan?

– Debes probar otra brujería con las lagartijas. Tienes todos los elementos que se necesitan para hacerles una pregunta más, esta vez sin mi ayuda.

– ¿Es muy necesario que haga yo esta brujería, don Juan?

– Es la mejor forma de probar los sentimientos de la yerba del diablo hacia ti. Ella te prueba todo el tiempo, así que es justo que tú también la pruebes, y si en cualquier punto a lo largo de su camino sientes que por algún motivo no deberías seguir, entonces simplemente te detienes.

Sábado, 29 de junio, 1963

Saqué a colación el tema de la yerba del diablo. Quería que don Juan me dijese más sobre ella, y sin embargo no quería comprometerme a participar.

– La segunda parte se usa nada más para adivinar, ¿no es así, don Juan? -pregunté para iniciar la conversación.

– No solamente para adivinar. Con ayuda de la segunda parte, uno aprende la brujería de las lagartijas, y al mismo tiempo prueba a la yerba del diablo; pero en realidad la segunda parte se usa para otros propósitos. La brujería de las lagartijas es apenas el principio.

– Entonces, ¿para qué se usa, don Juan?

No respondió. Cambiando súbitamente el tema, me preguntó de qué tamaño estaban las daturas que crecían alrededor de mi propia planta. Señalé la altura con un gesto. Don Juan dijo:

– Te he enseñado a distinguir el macho de la hembra. Ahora, ve a tus plantas y tráeme los dos. Ve primero a tu planta vieja y observa con cuidado el cauce hecho por la lluvia. A estas alturas, el agua ha de haber llevado muy lejos las semillas. Observa las zanjitas hechas por el desagüe y de ellas determina la dirección de la corriente. Luego encuentra la planta que esté creciendo en el punto más alejado a tu planta. Todas las plantas de yerba del diablo que crezcan en medio son tuyas. Más tarde, cuando vayan soltando semilla, puedes extender el tamaño de tu territorio siguiendo el cauce desde cada planta a lo largo del camino.

Me dio instrucciones minuciosas sobre cómo procurarme una herramienta cortante. El corte de la raíz, dijo, debía hacerse en la forma siguiente. Primero, debía yo escoger la planta que iba a cortar y apartar la tierra en torno al sitio donde la raíz se unía al tallo. Segundo, debía repetir exactamente la misma danza que había ejecutado al replantar la raíz. Tercero, debía cortar el tallo y dejar la raíz en la tierra. El paso final era cavar para extraer cuarenta centímetros de raíz. Me instó a no hablar ni delatar sentimiento alguno durante este acto.

– Deberás llevar dos trozos de tela -dijo-. Extiéndelos en el suelo y pon las plantas encima. Luego córtalas en partes y amontónalas. El orden depende de ti, pero debes recordar siempre qué orden usaste, porque así es como tienes que hacerlo siempre. Tráeme las plantas tan pronto como las tengas.

Sábado, 6 de julio, 1963

El lunes 1° de julio corté las daturas que don Juan había pedido. Esperé a que estuviera bastante oscuro antes de bailar alrededor de las plantas, pues no quería que nadie me viera. Me sentía lleno de aprensión. Estaba seguro de que alguien iba a presenciar mis extrañas acciones. Previamente había yo elegido dos plantas que me parecieron macho y hembra. Tenía que cortar cuarenta centímetros de la raíz de cada una, y no fue tarea fácil cavar a esa profundidad con un palo. Requirió horas. Tuve que terminar el trabajo en la oscuridad completa, y ya listo para cortarlas debí usar una lámpara de mano. Mi aprensión original de que alguien fuera a verme resultó mínima en comparación con el miedo de que alguien notara la luz en los matorrales,