La curiosidad de Barker se intensificó. ¿Fox? ¿Cuáles eran las posibilidades de que hubiera una relación entre un Fox y un Wolfie en una comunidad tan pequeña como ésa? Revolvió los cabellos de Wolfie.
– ¿Es tu padre? -preguntó, amistoso, mirando a Bella y enarcando una ceja inquisitiva.
No hubo respuesta.
Bella asintió con un gesto breve.
– Fox apenas sabe cocinar… Por eso, el niño no se alimenta de manera adecuada. -Miraba a Barker como si quisiera decirle algo-. Ésa es la razón por la que está conmigo de momento.
Barker asintió.
– ¿Dónde está su madre?
– Wolfie no está muy…
De repente, el niño se apartó del brazo de Bella. Sospechó de ella desde el momento en que dijo que su madre no estaba, ya que sabía que el policía iba a hacer aquella pregunta.
– Está en Devon -dijo de un tirón.
Barker rió entre dientes.
– Así que tienes voz.
Wolfie miró al suelo, desconfiando de la forma que tenía aquel hombre de mirar a la gente, como si pudiera leer sus pensamientos. Respondió en frases cortas.
– Mi madre está de vacaciones con mi hermanito. Están en casa de unos amigos. Yo dije que prefería ir con mi padre. Él está muy ocupado porque es el que organiza este proyecto. Por eso Bella me hace la comida. No es caridad, papá le paga. Mamá y el Cachorro se reunirán con nosotros dentro de poco. A Fox le gustan las familias. Por eso las escogió para levantar esta comunidad.
No se sabía quién había quedado más impresionado, si Martin Barker debido a la complejidad del discurso de Wolfie cuando finalmente abrió la boca -como Bella, le había echado menos edad de la que tenía-, o Bella, por la imitación que había hecho Wolfie del estilo culto de su padre. La mujer sonrió levemente mientras el policía frunció el ceño. Lo siguiente será que la acusen a ella de secuestro…
– Ve demasiada televisión. -Recordó el título de una película-. Probablemente cree ser, cómo se llama, Mark Lester en Oliver. -Acarició el cabello rubio de Wolfie-. Hasta se parece a él, aunque se crea uno de los componentes de The Artful Dodger [16].
Barker, divertido, levantó las cejas.
– Y supongo que eso la convierte a usted en Nancy, ¿no? La fulana cuyo corazón estaba en la guarida de ladrones de Fagin.
Bella respondió con una mueca risueña.
– Salvo que yo no soy una fulana, esto no es una guarida de ladrones y no tengo ningún plan para que Bill Sikes acabe conmigo.
– Umm… ¿Quién es Bill Sikes?
– El personaje que interpreta Oliver Reed -dijo con firmeza, deseando haber elegido la película con más tino-. La puñetera película tiene muchos Oliver.
Barker se inclinó para mirar hacia el último autocar a través del parabrisas del vehículo de Bella.
– ¿Y qué hay de Fox?
– Nada de nada -dijo, pasando junto al policía para indicar el camino de salida mientras Wolfie tironeaba de su abrigo detrás suyo-. Elegí Oliver por casualidad, así que no haga interpretaciones freudianas. El chico imita voces. Hubiera podido elegir El pequeño lord Fauntleroy.
– O Greystoke… la leyenda de Tarzán -apuntó él.
– Seguro. ¿Por qué no? Es un buen imitador.
Barker se dejó caer pesadamente al suelo detrás de Bella.
– Todas esas películas tratan sobre niños huérfanos que son rescatados por sus abuelos, Bella.
– ¿Y…?
Barker miró por encima de la cabeza rubia de Wolfie, buscando entre los árboles las luces de la mansión Shenstead.
– Una curiosa coincidencia.
James negó con la cabeza cuando Mark comenzó a explicarle la coartada de Leo.
– No necesito detalles -murmuró cortésmente-. Entiendo. Me preguntaba por qué se puso de parte de la policía cuando acusé a Leo. Ahora lo sé. Debe de haber sido muy duro para usted. -Hizo una pausa-. ¿Sigue siendo una coartada sólida?
Mark pensó en las vacilaciones de Becky. Extendió la mano con la palma hacia abajo y la balanceó.
– Creía que la señora Weldon había oído a Leo esa noche -dijo James en tono de disculpa-. La gente nos confundía por teléfono con mucha frecuencia.
El abogado meditó un momento.
– Becky dijo que la última vez que había visto a Elizabeth, su cerebro estaba embotado… Contó una historia, al parecer Leo tuvo que rescatarla de una comisaría porque ella había olvidado dónde vivía.
James se tomó con calma el cambio de enfoque.
– Herencia familiar. El padre de Ailsa siguió el mismo camino: el abuso de alcohol le llevó a la locura cuando cumplió setenta años.
– Debe de estar muy mal si no puede recordar su dirección. Apenas tiene cuarenta y pocos. -Revisó de nuevo el archivo de Elizabeth, buscando detalles en la correspondencia-. Por lo que veo, no he tenido noticias de ella desde junio, cuando acusó recibo de las cincuenta mil de Ailsa… y la última vez que Becky la vio fue en julio, y dijo que estaba como una cuba. ¿Cuántas veces le ha telefoneado?
– Diez… doce. Dejé de hacerlo cuando vi que no me devolvía las llamadas.
– ¿Cuándo fue eso?
– Poco tiempo después de que comenzaran las amenazas. No creí que tuviera sentido insistir porque suponía que ella era cómplice de todo aquello.
– Entonces ¿fue a mediados de noviembre?
– Más o menos.
– Pero ¿ella no ha devuelto ninguna llamada desde marzo?
– No.
– ¿Y siempre pudo dejarle un mensaje? ¿Nunca fue rechazado por un buzón de voz lleno?
James negó con la cabeza.
– Bien, al menos sabemos que alguien los borraba. ¿Y Leo? ¿Cuándo fue la última vez que habló con él?
Hubo una pausa.
– La semana pasada.
Mark lo miró sorprendido.
– ¿Y…?
El anciano emitió una risa apagada.
– Yo hablaba… él escuchaba… finalmente colgó. Fue más bien un monólogo.
– ¿Qué le dijo?
– Casi nada. Perdí los estribos cuando comenzó a reírse.
– ¿Lo acusó de ser Darth Vader?
– Entre otras cosas.
– ¿Y no dijo nada?
– No, simplemente se rió.
– Antes de eso, ¿cuántas veces habló con él?
– ¿Quiere decir desde la muerte de Ailsa? Una sola… la noche del funeral. -La voz se le quebró varias veces, como si sus emociones no estuvieran tan controladas como él intentaba demostrar-. Me… llamó a eso de las once de la noche, para decirme que era un canalla por darle su nombre a la policía. Dijo que me merecía todo lo que me pasara… y esperaba que alguien encontrara cómo endosarme esa muerte. Fue muy desagradable.
Mark lo miró con curiosidad.
– ¿Mencionó a Ailsa?
– No. Su único interés era arremeter contra mí. Era la habitual repetición de la historia en la que el culpable era siempre yo… y no él.
Mark retrocedió mentalmente a los dos días en los que James había sido interrogado.
– ¿Cómo supo Leo que había sido usted quien mencionó su nombre?
– Me imagino que se lo dijo la policía.
– No lo creo. Era algo que me preocupaba en ese momento; usted estaba delante cuando lo mencioné y nos aseguraron que no informarían a Leo ni a Elizabeth del nombre de la fuente. El sargento Monroe explicó que siempre interrogan a los parientes cercanos cuando hay indicios de que la muerte no se ha producido por causas naturales, por lo que la pregunta no tendría sentido.
James vaciló.
– Es obvio que no cumplieron su palabra.
– Entonces, ¿por qué Leo no lo llamó la primera vez que la policía lo visitó? Parece como si alguien hubiera dicho algo en el funeral y él se hubiese cabreado mientras volvía a su casa.