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En realidad no estaba muy seguro de para qué quería hablar con Eva. Morgan no era sospechoso, pero sentía curiosidad por saber más sobre el origen de una conducta y una actitud tan extrañas. El Asperger era algo totalmente desconocido para él y nunca estaba de más informarse.

Sacudió la cazadora antes de colgarla en el guardarropa. También se le había mojado la camisa y la humedad le hizo sentir un escalofrío. En una bolsa llevaba dos ensaladas que había comprado al pasar por Kaffedoppet. Era evidente que la recepcionista estaba al corriente de su llegada, pues nada más verlo, le señaló la puerta del despacho de Eva, cuyo nombre se leía en una placa.

Tras llamar discretamente, oyó la voz de la psicóloga:

– Adelante.

Al verlo, Eva Nestler miró el reloj.

– Hola. ¡Qué rapidez! Espero que no hayas sobrepasado ningún límite de velocidad para venir aquí -le dijo con una mirada de fingida amonestación que hizo reír a Martin.

– No, qué va, no te preocupes. Además, da la casualidad de que sé que la policía hoy tenía otras cosas que hacer -respondió él en voz baja, como conspirando, y con un guiño.

Recordaba que Eva Nestler le cayó bien desde el día en que la conoció, pues tenía la virtud de conseguir que la gente se sintiese relajada en su presencia. Para alguien de su profesión, debía de ser una suerte.

Martin puso el almuerzo en una mesita que había en el despacho.

– Espero que te guste la ensalada de gambas.

– Es perfecta -respondió Eva.

Abandonó la silla tras el escritorio y se sentó en una de las cuatro que tenía para las visitas.

– En realidad -continuó mientras ponía toda la salsa en la ensalada-, una se engaña a sí misma.

Una vez que bañas las verduras con toda la grasa de la salsa, igual puedes comerte una hamburguesa. Pero, desde un punto de vista psicológico, te sientes mejor con la ensalada. Así consigo convencerme de que bien puedo permitirme un bizcocho por la tarde -terminó riendo de tan buena gana que le temblaba el pecho.

Martin comprobó por su figura regordeta que la psicóloga conseguía convencerse de lo uno y de lo otro. Pero vestía de un modo elegante y llevaba el cabello gris en un peinado corto de aspecto moderno que, al mismo tiempo, iba bien con su edad.

– O sea que querías saber algo más sobre el síndrome de Asperger -le dijo.

– Sí, hoy ha sido la primera vez que lo he oído en mi vida y, la verdad, más que nada siento curiosidad -confesó Martin mientras pinchaba una gamba con el tenedor.

– Bueno, yo lo conozco, aunque no he tenido contacto con ningún paciente con ese diagnóstico, de modo que tuve que hacer alguna consulta antes de que llegaras. ¿Qué quieres saber exactamente? Hay mucho que decir al respecto.

– Pues… -Martin se tomó unos segundos para pensar su respuesta-. Si pudieras explicarme lo que caracteriza a una persona con Asperger… ¿Cómo se sabe que sufre justo ese síndrome?

– En primer lugar, se trata de un diagnóstico que empezó a establecerse no hace tanto. Se comenzó a hablar de él en serio unos quince años atrás, aunque existe documentación anterior. Es una limitación funcional que recibió su nombre de Hans Asperger. Algunos investigadores aseguran hoy que él mismo padecía el síndrome.

Martin asintió, invitándola a continuar.

– Es una forma de autismo, pero quien lo sufre suele tener una inteligencia entre normal y muy alta.

Martin ya lo sabía, pues Morgan lo había mencionado.

Eva prosiguió:

– Lo que complica la descripción del síndrome de Asperger es que sus síntomas varían de un individuo a otro, y ello obliga a clasificarlos en varios subgrupos. Algunos se encierran en sí mismos, presentando un comportamiento más similar al del clásico autista, mientras que otros son muy activos. Es raro que se detecte pronto. Los padres pueden sentirse preocupados porque su hijo se comporta de un modo anómalo, pero sin saber decir exactamente en qué consiste la desviación. Y el problema es, ya te digo, que puede haber grandes diferencias entre un niño y otro. Algunos niños con Asperger empiezan a hablar muy pronto, otros extraordinariamente tarde.

Lo mismo ocurre con cuándo empiezan a caminar y con otros aspectos del desarrollo. Por lo general, los problemas no empiezan a hacerse realmente patentes hasta que no alcanzan la edad escolar, aunque entonces suelen recibir el diagnóstico de TDAH o de DAMP.

– ¿Y cuáles son los síntomas entonces?

Martin se olvidaba de comer, hasta tal punto lo fascinaba el tema, Antes de solicitar su admisión en la Escuela Superior de Policía, estuvo acariciando la idea de estudiar psicología y a veces se preguntaba si no habría errado su elección final. Nada le resultaba más interesante que la psique humana y las anomalías de algunas de sus manifestaciones.

– El síntoma más claro es probablemente la dificultad de interacción social. Se comportan constantemente de un modo inapropiado, no comprenden las reglas comunes y, por ejemplo, tienen tendencia a decir la verdad claramente, lo que, como es natural, dificulta su relación con las demás personas. Existe también un rasgo de marcado egocentrismo. Les cuesta tener en cuenta los sentimientos y las vivencias de los demás, y solo procuran satisfacer sus propias necesidades. Por lo general, tampoco precisan relacionarse con otras personas. Si, pese a todo, juegan con otros niños, pretenden decidirlo todo o, algo más habitual entre las niñas con ese síndrome, se someten por completo a la voluntad de los demás niños. Otro indicio claro es que desarrollen un interés tal por algún campo del saber que lo dominen por completo. Los niños con Asperger tienen la capacidad de interesarse muchísimo por los detalles y suelen aprenderlo todo sobre su tema favorito. Al principio, para los adultos puede resultar interesante escuchar los conocimientos de los niños, pero son tan estrechos de miras y obsesionados por su especialidad que los demás niños no tardan en perder el interés. Al alcanzar la edad escolar, suelen empezar a notarse las obsesiones tanto de pensamiento como de acción. Tienen que hacer las cosas de un modo concreto y obligan a su entorno a hacer lo mismo.

– ¿Y desde el punto de vista del lenguaje? -preguntó Martin recordando la forma tan extraña de expresarse de Morgan.

– La lengua es otro indicador importante -dijo Eva apurando los últimos restos de ensalada que quedaban en el recipiente de plástico antes de continuar-: Es una de las grandes dificultades a las que las personas con Asperger se enfrentan en lo cotidiano. Cuando nos comunicamos, expresamos por lo general mucho más de lo que denotan puramente las palabras. Utilizamos el lenguaje corporal, las expresiones faciales, cambiamos el tono de la frase, acentuamos de forma distinta y utilizamos tranquilamente metáforas y comparaciones. Todo esto constituye una dificultad para una persona con Asperger. Una expresión como «tendremos que saltarnos el café» puede ser interpretada textualmente, es decir, entienden que lo que se proponen es saltar por encima de una taza de café. Incluso cuando ellos mismos hablan, les cuesta comprender cómo suena su discurso en comparación con el de los demás. A veces hablan muy bajito, casi en un susurro; en otras ocasiones chillan y hablan muy alto. Y, por lo general, con una cantinela monótona.

Martin asintió. La voz de Morgan encajaba con la segunda descripción.

– La persona a la que yo he conocido, se movía además de un modo extraño. ¿Es normal?

Eva asintió.

– Sí, la motricidad es otra fuente de indicios claros. Puede ser torpe y brusca, rígida o minimalista. También los hay estereotipados.

Al ver la expresión de Martin, comprendió que debía aclararle aquel punto.

– Movimientos estereotipados que se repiten; por ejemplo, leves movimientos de la mano.

– Si la persona que sufre Asperger tiene problemas con la motricidad, ¿hace esos movimientos constantemente?

Martin recordó los dedos de Morgan volando ágilmente sobre el teclado.