– Mira, estaba a punto de subir a acostarme con Maja, pero si quieres, podemos quedarnos un rato.
– No te lo tomes a mal, pero preferiría estar un rato a solas -respondió Patrik-. Me he traído algo de trabajo y luego quizá me quede viendo la tele para desconectar.
– Haz lo que te apetezca -le dijo Erica antes de levantarse, darle un beso en los labios y coger a Maja.
– Por cierto, ¿qué tal os ha ido hoy a vosotras dos? -le preguntó a Erica, que ya subía la escalera.
– Bien -aseguró ella. Pero Patrik apreció un timbre muy singular en su voz-. Hoy no ha dormido en mi regazo en absoluto, sólo en el cochecito. Y sin llorar más de veinte minutos. De hecho, la última vez, sólo cinco.
– Estupendo -respondió Patrik-. Parece que empiezas a controlar la situación.
– Sí, joder, es un milagro que funcione -convino Erica entre risas. Pero volvió a adoptar un gesto grave y añadió-: Aunque ahora sólo duerme dentro. Nunca más tendré valor para dejarla durmiendo fuera.
– Perdona mi comportamiento tan… idiota de la otra noche -se disculpó Patrik.
No quería correr el riesgo de decir otra inconveniencia, así que procuraba elegir bien las palabras, incluso para disculparse.
– No importa. Es que estoy hipersensible, pero creo que ahora eso ha cambiado. El pánico de creerla desaparecida ha tenido un efecto positivo: me siento agradecida por cada minuto que puedo pasar con ella.
– Sí, entiendo lo que quieres decir -convino Patrik despidiéndose con un gesto mientras ella seguía escaleras arriba.
Bajó por completo el volumen del televisor, sacó el reproductor de casetes, rebobinó y pulsó el botón para escuchar la grabación. Ya había oído varias veces en la comisaría los escasos minutos del supuesto interrogatorio de Ernst a Morgan. No decían mucho, pero había algo a lo que Patrik no dejaba de darle vueltas, algo que no era capaz de identificar.
Después de escucharlo tres veces, se dio por vencido. Dejó el reproductor sobre la mesa y fue a la cocina. Tras unos minutos de maniobra, volvió a la sala de estar con un chocolate caliente y tres rebanadas de pan Skogaholm con queso y huevas. Subió el volumen del televisor y puso el canal Discovery, donde daban el programa Crime Night. Ponerse a ver reconstrucciones de crímenes reales tal vez fuese una manera de desconectar un tanto extraña para un policía, pero a él lo serenaba: siempre terminaban resolviendo los casos.
Mientras veía el programa, empezó a forjarse en su mente una idea cuya naturaleza pertenecía por completo al ámbito de su vida privada. Una idea extremadamente agradable y vivificante que, de forma terminante y eficaz, apartó de su pensamiento toda reflexión sobre crímenes y muerte. Patrik sonrió en la semipenumbra. Debería ir de tiendas.
La luz en la celda era chillona e implacable. Sentía como si le traspasara todos los miembros, todos los intersticios de su cuerpo. Intentaba esconderse tapándose la cabeza con los brazos, pero seguía sintiendo su agudeza en la nuca.
En tan sólo unos días, su mundo se había derrumbado. Bien mirado, tal vez fuese una ingenuidad, pero él se sentía tan seguro, tan inalcanzable. Formaba parte de una comunidad que parecía estar por encima del mundo normal y corriente. Ellos no eran como los demás. Eran mejores. Más cultos que los demás. Lo que el entorno no atinaba a comprender era que todo consistía en amor, sólo amor. El sexo representaba una mínima parte del asunto. La mejor manera de describirlo era, según él, sensualidad. La piel joven era tan limpia, tan nueva. Los sentidos de los niños eran inocentes, no estaban manchados de sucios pensamientos como tarde o temprano lo estaban los de los adultos. Y lo que ellos hacían era ayudar a esos jóvenes a desarrollarse de modo que lograran alcanzar todo su potencial. Les ayudaban a comprender lo que era el amor. El sexo era la herramienta, no el objetivo en sí. El objetivo era conseguir la univocidad, la unión de las almas. Una unión entre joven y viejo, hermosa por su pureza.
Pero nadie lo comprendería. Ya habían hablado de ello en numerosas ocasiones en el foro de Internet. De cómo la necedad y la estrechez de miras de los demás los incapacitaba para intentar comprender siquiera algo que para ellos era tan evidente. Antes al contrario, siempre andaban ansiosos de colgarle un sucio cartel a cuanto hacían, pese a que así también ensuciaban a los niños.
En tales condiciones, comprendía que Sebastian hubiese optado por lo que hizo. Sebastian sabía que nadie iba a comprender nada, que en lo sucesivo lo mirarían con odio y con desprecio. Lo que Kaj no podía comprender, no obstante, era que lo hubiese acusado como lo hizo en su último mensaje al mundo. Se sentía herido. Él llegó a creer que habían alcanzado una auténtica compenetración en sus encuentros y que el alma de Sebastian, tras la primera oposición que siempre debía ser vencida, abrazó por fin la suya voluntariamente. Lo físico era algo subsidiario. La verdadera compensación consistía en la sensación de haber bebido directamente del manantial de la juventud. ¿Acaso Sebastian no lo comprendió realmente? ¿Acaso estuvo fingiendo todo el tiempo? ¿O serían las normas sociales las que lo abocaron a negar su afinidad en la última carta? Le dolía saber que nunca lo averiguaría.
Sobre lo otro, procuraba no pensar. Desde que le habían anunciado la muerte de Morgan, se esforzó por apartar de su mente todo recuerdo de su hijo. Era como si su cerebro no quisiera admitir la cruel verdad, pero la inmisericorde luz de la celda lo obligaba a evocar imágenes cuya manifestación él se empeñaba en anular. Pese a todo, una idea se forjó malintencionada en su mente, la idea de que aquél era el castigo. Pero pronto lo desechó. Él no había hecho nada malo. A lo largo de los años, llegó a amar verdaderamente a algunos de los niños. Y ellos lo amaban a él. Así era y así debía ser. La otra opción resultaba demasiado tremenda para que pudiera imaginarla siquiera. Aquello tenía que ser amor.
Sabía que no había sido muy buen padre para Morgan. Todo era tan complicado… Ya desde el principio su hijo resultaba difícil de amar y, en muchas ocasiones, sintió admiración por Monica porque ella era capaz de aceptarlo, de amar a aquel niño arisco y raro que era el hijo de ambos. Otro pensamiento cruzó su mente. ¿Y si ahora se empeñaban en demostrar que él había tocado a Morgan? La sola idea lo indignó. Morgan era su hijo, su propia carne y su propia sangre. Sabía que lo dirían, aunque no sería más que otra prueba de su cerrazón y su mezquindad. No era lo mismo, en absoluto. El amor entre padre e hijo y el amor entre él y los demás niños eran niveles totalmente distintos.
Sin embargo, él amaba a Morgan. Sabía que Monica no lo creía, pero era la verdad. Sólo que no sabía cómo llegar a él. Todos sus intentos se estrellaron contra el rechazo y alguna vez se preguntó si Monica habría arruinado sus esfuerzos de un modo sutil, como si quisiera a Morgan sólo para ella, como si quisiera ser la única depositaría de su confianza. Kaj quedó fuera pues, pese a que ella lo recriminaba y lo acusaba de no implicarse con su hijo, él sabía que, secretamente, las cosas iban tal y como ella deseaba. Y ahora ya era demasiado tarde para cambiarlas.
Bajo la luz estentórea de los tubos fluorescentes, se tumbó en el suelo y se encogió en posición fetal.
Los forenses de la televisión habían resuelto tres casos en cuarenta y cinco minutos. Hacían que pareciera demasiado fácil, pero Patrik sabía que no era cierto. En cualquier caso, esperaba que Pedersen lo llamase al día siguiente con la información sobre la ceniza en la ropa de Liam y de Maja.
Presentaron un nuevo caso en el programa. Patrik miraba abstraído y, como ya sentía que el sueño se apoderaba de él, se enderezó en el sofá dispuesto a prestar atención. Era un caso ocurrido en Estados Unidos, ya antiguo, pero las circunstancias resultaban tan familiares como inquietantes. Se apresuró a grabarlo en el vídeo con la esperanza de no estar haciéndolo encima del último capítulo de alguna de las series de Erica. De ser así, peligraba la unidad familiar. En tales situaciones, la mujer a la que quería y con la que compartía su vida lo amenazaba cuando menos con clavarle unas tijeras oxidadas.