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En el brasero inicial el hidrógeno se transforma en helio, un átomo apenas más complejo. Pero de esta transformación ya se puede deducir la primera gran regla del juego de nuestro universo: CADA VEZ MAYOR COMPLEJIDAD.

Esta regla parece evidente. Pero nada prueba que en los universos vecinos no sea diferente, y quizá se manifieste como CADA VEZ MAYOR CALOR, O CADA VEZ MÁS DUREZA O CADA VEZ MÁS DIVERTIDO.

Entre nosotros las cosas también se vuelven más cálidas, más duras o más divertidas, pero ésa no es la ley inicial. Sólo se trata de añadidos. Nuestra ley raíz, a cuyo alrededor se organizan todas las demás, es: CADA VEZ MÁS COMPLEJO.

EDMOND WELLS

Enciclopedia del saber relativo y absoluto

El macho 327 vaga por los corredores del sur de la ciudad. No está tranquilo. Va repitiendo la frase:

Como explorador, fue la pata.

En el lugar, fue el ojo;

y de regreso es el estímulo nervioso.

¿Por qué no funciona? ¿Dónde está el error? Su cuerpo hierve con la información inatendida. Considera que han herido al Nido y que éste no se ha dado cuenta. Y sin embargo el estímulo del dolor es él. Le corresponde, pues, a él hacer que la Ciudad reaccione.

¡Qué duro es para él tener un mensaje de sufrimiento, guardarlo en su interior, sin encontrar ninguna antena que quiera recibirlo! ¡Le gustaría tanto descargarse de todo ese peso, compartir con otros ese terrible conocimiento!

Una hormiga mensajera térmica pasa junto a él. Al sentirle deprimido, cree que es que ha tenido un mal despertar y le hace entrega de sus calorías solares. Eso le da algo de más de energía, y la utiliza a continuación para tratar de convencerla.

¡Alerta, una expedición ha sido destruida en una emboscada tendida por las enanas, alerta!

Pero ni siquiera tiene el acento de veracidad de antes. La mensajera térmica se marcha como si nada. El macho 327 no renuncia. Sigue por los corredores dando su mensaje de alerta.

A veces algunas guerreras se detienen, le escuchan, llegan incluso a dialogar con él, pero su historia de un arma aniquiladora resulta muy poco verosímil. No se forma grupo ninguno que se haga cargo de organizar un misión militar.

327 se retira, abatido.

De repente, cuando está recorriendo un túnel desierto del cuarto nivel del subsuelo, detecta un ruido detrás de él. Alguien le está siguiendo.

327 se vuelve. Inspecciona el corredor con sus ocelos de infrarrojos. Manchas rojas y negras. No hay nadie. Qué raro. Ha debido de equivocarse. Pero el ruido de pasos vuelve a sonar detrás de él. Scrisss… tssss, scrisss, tsss… Es alguien que debe de cojear de dos de sus seis patas y que se le acerca.

Para cerciorarse de ello, se desvía en cada encrucijada y luego se detiene un momento. El ruido se interrumpe. Y en cuanto echa a andar otra vez, scrissss, tsss…srisss, tssss…, vuelve a oír el ruido.

No cabe duda, le están siguiendo.

Es alguien que se esconde cuando se vuelve. Es un extraño comportamiento, absolutamente inédito. ¿Por qué una célula del Nido seguiría a otra sin darse a conocer? Aquí todo el mundo está con todo el mundo y no tiene nada que ocultarle a nadie.

La presencia sigue persistiendo, siempre a distancia, siempre oculta. Scrisss, tsss, scrisss, tsss… ¿Qué hacer? Cuando aún era larva, las nodrizas le enseñaron que siempre hay que hacerle frente al peligro. Se detiene y simula lavarse. La presencia ya no está muy lejos. Ya casi la siente. Sigue simulando los gestos de limpieza y mueve sus antenas. Ya está; ya percibe las moléculas olorosas del perseguidor. Es una guerrera de un año. Expande un olor singular, que encubre sus identificaciones corrientes. No es fácil definirlo. Parece un olor a roca.

La guerrera ya no se oculta. Scrisss, tsss… Ahora puede verla en infrarrojos. En efecto, tiene dos patas menos. El olor a roca se hace más intenso.

327 emite:

¿Quién anda ahí?

No hay respuesta.

¿Por qué me sigues?

No hay respuesta.

Queriendo olvidar el incidente, echa a andar otra vez, pero pronto detecta otra presencia que llega de delante. Esta vez es una gran guerrera. La galería es estrecha y no va a poder pasar.

¿Dar media vuelta? Eso le llevaría a enfrentarse con la coja, que se apresura hacía él.

Está atrapado.

Y ahora lo huele: son dos guerreras, y las dos exhalan ese olor a roca. La grande abre sus grandes tenazas.

¡Es una trampa!

Es inimaginable que una hormiga de la ciudad quiera matar a otra. ¿Se habrá producido un trastorno del sistema inmunitario? ¿Es que no han reconocido sus olores de identificación? ¿Le toman por un cuerpo extraño? ¡Qué insensatez! Eso sería como si su estómago hubiese decidido asesinar a su intestino. El macho 327 incrementa la intensidad de sus emisiones:

Soy como vosotras una célula del Nido. Pertenecemos al mismo organismo.

Son soldados jóvenes. Deben de equivocarse. Pero sus emisiones no suavizan sus propósitos. La pequeña coja salta sobre su espalda y le sujeta por las alas, mientras la grande le apresa la cabeza entre sus mandíbulas. Así amarrado, le arrastran hacia el contenedor de residuos.

El macho 327 lucha. Con su segmento para el diálogo sexual, emite toda clase de emociones que ni los asexuados conocen, recorriendo desde la incomprensión al pánico.

Para no ensuciarse con esas ideas «abstractas», la coja, que sigue sobre su mesotomo, le raspa las antenas con las mandíbulas. Con ello le quita todas sus feromonas, en especial sus olores pasaportes. Pero, en todo caso, allí donde le llevan ya no le servirán de gran cosa.

El siniestro trío avanza presuroso por los corredores menos frecuentados. La pequeña coja sigue metódicamente con su trabajo de limpieza. Se diría que no quiere que quede información alguna en esa cabeza. El macho ya no se resiste. Se prepara, resignado, a extinguirse haciendo que los latidos de su corazón sean más lentos.

«¿Por qué tanta violencia? ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué, hermanos?

»Uno, sólo somos uno, todos unidos somos hijos de la Tierra y de Dios.

«Abandonemos nuestras vanas disputas. El siglo XXII será espiritual o no será. Abandonemos nuestras viejas querellas basadas en el orgullo y la duplicidad.

»El individualismo, ése es nuestro verdadero enemigo. Si ante un hermano necesitado le dejáis morir de hambre, ya no sois dignos de formar parte de la gran comunidad del mundo. Si un ser perdido os pide ayuda y socorro, y le cerráis la puerta, no sois de los nuestros.

»¡Os conozco, a vosotros, con vuestra buena conciencia, envueltos en sedas! No pensáis más que en vuestra comodidad personal, no deseáis más que glorias individuales, la felicidad, sí, pero sólo la vuestra y la de vuestra familia más próxima.

»Os conozco, digo. A ti, a ti, y a ti. Dejad de sonreír ante vuestras pantallas, os estoy hablando de cosas graves. Os hablo del futuro de la Humanidad. Esto no puede durar. Esta forma de vivir no tiene sentido. Lo gastamos todo, lo destruimos todo. Se talan los bosques para hacer pañuelos desechables. Todo se ha convertido en desechable: cubiertos, plumas, vestido, cámaras de fotografiar, automóviles, y sin daros cuenta también vosotros os convertís en desechables. Renunciad a esta forma superficial de vida. Tenéis que renunciar hoy, antes de que os veáis forzados a renunciar mañana.