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LIMPIEZA: ¿Qué hay más limpio que una mosca? Permanentemente está lavándose, lo que para ella no es un deber sino una necesidad. Si todas sus antenas y facetas no están impecablemente limpias, nunca verá el alimento lejano ni verá nunca la mano que cae sobre ella para aplastarla. La limpieza es un elemento mayor de supervivencia entre los insectos.

EDMOND WELLS

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.

Al día siguiente, la Prensa popular se puso de acuerdo para dar la noticia:

«¡La cueva maldita de Fontainebleau ha vuelto a cobrarse otra víctima! Nuevo desaparecido: el hijo único de la familia Wells. ¿Qué hace la Policía?»

La araña lanza un vistazo desde lo alto del helecho. Está muy alta. Exuda una gota de seda líquida, la pega en una hoja, se adelanta hasta el final de la rama y salta al vacío. Su caída se prolonga un largo rato. El hilo se estira y se estira y luego se seca, se endurece y la sostiene justo antes de tocar el suelo. Ha estado a punto de estrellarse como una fruta madura. Muchas hermanas se han roto ya el caparazón a causa de un brusco cambio de temperatura que alargó el tiempo de endurecimiento de la seda.

La araña agita sus ocho patas para conseguir un movimiento de balanceo, y luego, estirándolas, consigue acercarse a una hoja. Aquí estará el segundo punto de anclaje de su tela. Pega en ella el extremo del hilo. Pero con una sola cuerda extendida no se va muy lejos. Ve un tronco a la izquierda y corre para llegar hasta él. Unas cuantas ramas más y unos cuantos saltos, y ya está, ya ha colocado los hilos de soporte. Éstos serán los que hagan frente a la presión de los vientos y de las presas. El conjunto tiene forma octogonal.

La seda de la tela de araña la forma una proteína fibrosa, la fibrina, cuyas cualidades de solidez e impermeabilidad están más allá de cualquier demostración. Algunas arañas, cuando han comido lo suficiente, llegan a producir setecientos metros de seda de un diámetro de dos mieras, de una solidez proporcionalmente igual a la del nilón y de triple elasticidad.

Y el colmo es que disponen de siete glándulas que producen cada una de ellas un hilo diferente: uno para los hilos de soporte de la tela; otro para el hilo de alarma; otra para los hilos del centro de la tela; un hilo embebido de cola para las presas rápidas; otro para proteger los huevos; otro para la construcción de un abrigo; otro para envolver las presas…

En realidad, la seda es la prolongación de las hormonas arácnidas, así como las feromonas son la prolongación volátil de tas hormonas de las hormigas.

La araña fabrica, pues, el hilo de alarma y luego se pega a él. Así, la menor alerta la avisa y puede escapar del peligro sin esfuerzos superfluos. ¿Cuántas veces ha salvado su vida de esa manera?

A continuación entreteje cuatro hilos en el centro del octógono. Son siempre los mismos gestos desde hace cien millones de años… Hoy ha decidido hacer una tela de seda seca. Las sedas embebidas de cola son mucho más eficaces, pero más frágiles. Cualquier mota de polvo, cualquier brizna de hierba, quedan pegadas en ella. La seda seca tiene un poder captor menor, pero aguantará por lo menos hasta la noche.

La araña, una vez colocado el entramado exterior, añade una decena de radios y culmina su obra con la espiral central. Esta parte es la más agradable. Parte de una rama donde ha pegado el hilo seco y salta de radio en radio acercándose lo más despacio posible al corazón, siguiendo siempre el sentido de la rotación terrestre.

Lo hace a su gusto. No hay dos telas de araña parecidas en el mundo. Son como las huellas digitales de los seres humanos.

Sólo le falta apretar la malla. Una vez en el mismo centro de su obra, la abarca con la mirada para estimar su solidez. Recorre a continuación cada radio, sacudiéndolo con sus Ocho patas. Sí, aguanta.

La mayoría de las arañas de la región hacen telas de 75/12. Setenta y cinco vueltas de espiral por doce radios. Esta prefiere hacerla de 95/10, un fino encaje.

Seguramente se ve más, pero es más sólida. Y como utiliza seda seca, no ha de escatimar el hilo. Si no, los insectos pasarían por allí sólo como visitantes.

Sin embargo, esta tarea de gran envergadura la ha vaciado de su energía. Ha de comer urgentemente. Es un circulo vicioso. Está hambrienta porque ha hecho una tela, Pero es esta tela la que le permitirá comer.

Con sus veinticuatro garras sobre los hilos principales, espera, oculta bajo una hoja. Sin recurrir ni siquiera a uno de sus ocho ojos, siente el espacio y percibe en sus patas las menores ondas del aire gracias a la tela, que reacciona con la misma sensibilidad que la membrana de un altavoz.

Esta minúscula vibración es una abeja que da vueltas en forma de ocho a doscientas cabezas de allí para mostrar un campo de flores a la gente de su panal.

Ese ligero estremecimiento debe ser la libélula. La libélula es un bocado delicioso. Pero ésta no vuela en la buena dirección para servirle de almuerzo.

Un gran contacto. Alguien ha caído en su tela. Es una araña a quien le gustaría atribuirse el trabajo de otro. ¡Ladrona! La primera araña la echa de prisa, antes de que aparezca una presa.

Justamente; siente en la pata trasera izquierda la llegada de una especie de mosca procedente del este. No parece volar muy de prisa. Si no cambia de rumbo, parece que ha de caer de lleno en la trampa.

¡Plaf!

Es una hormiga alada.

La araña -que no tiene nombre, porque los seres solitarios no tienen necesidad ninguna de reconocer a los de su especie- espera tranquilamente. Cuando era más joven, se dejaba llevar por el entusiasmo, y así perdió bastantes presas. Creía que cualquier insecto caído en su tela estaba condenado. Sin embargo, sólo lo está en un cincuenta por ciento de las ocasiones tras la toma de contacto. El factor tiempo es decisivo.

Hay que tener paciencia, y la presa enloquecida se traba por sí misma. Ése es el refinamiento supremo de la filosofía arácnida: No hay mejor técnica de combate que la que consiste en esperar a que el adversario se destruya a sí mismo.

Al cabo de unos minutos, se acerca para observar mejor a su presa. Es una reina. Una reina roja del imperio del Oeste, Bel-o-kan.

Ya ha oído hablar de ese imperio hipersofisticado. Parece ser que sus millones de habitantes se han hecho tan «interdependientes» que ya no saben alimentarse solos. ¿Qué interés puede tener eso, y qué progresos supone?

Una de sus reinas… Tiene en sus garras una parte del futuro de esos incorregibles invasores. A la araña no le gustan las hormigas. Ha visto a su propia madre perseguida por una horda de hormigas tejedoras rojas…

Mira a su presa, que no cesa de debatirse. Estúpidos insectos, que nunca comprenderán que su peor enemigo no es otro que su propio enloquecimiento. Cuanto más trata de escapar la hormiga alada, más se enreda en los hilos…, causando por otra parte destrozos que contrarían a la araña.

En la 56, el abatimiento sucede a la cólera. Ya no puede prácticamente moverse. Con el cuerpo envuelto en la fina seda, cada movimiento que hace añade otra capa de espesor a su envoltura. No consigue aceptar la idea de venir a fracasar tan tontamente después de haber superado tantas pruebas.

Nació en un capullo blanco, y en un capullo blanco va a morir.

La araña se le acerca aún más, comprobando al pasar los hilos estropeados. Así, la 56 puede ver de cerca un soberbio animal naranja y negro, con ocho ojos verdes colocados como una corona sobre su cabeza. Ya ha comido algunas como ésa. A todo el mundo le llega la vez de servir de comida… Y la otra le escupe más seda encima.

Nunca hay ligaduras suficientes, se dice la araña. Luego exhibe dos inquietantes aguijones venenosos. Aunque en realidad los arácnidos no matan, no en seguida. Ya que comen la carne palpitante, mejor que acabar con su presa lo que hacen es desvanecerla con un veneno sedante y no la despiertan más que para mordisquearla un poco. Así, pueden devorar a voluntad carne fresca, al resguardo de su envoltura de seda. La cosa puede llegar a prolongarse una semana.