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Las dos hormigas vuelven la mirada y las antenas hacia el Este. Desde donde están no ven gran cosa. Bueno, pero ellas lo saben: el fin del mundo no está lejos. Está por allí.

CHOQUE DE CIVILIZACIONES. El contacto entre dos civilizaciones es siempre un momento delicado. Entre los grandes compromisos que han conocido los seres humanos se puede citar el caso de los negros africanos hechos esclavos en el siglo XVIii.

La mayoría de las poblaciones que servían para la esclavitud vivían en tierras con llanuras y bosques. Nunca habían visto el mar. Y de repente un rey vecino llegaba para hacerles la guerra sin motivo aparente, y luego, en lugar de matarlos a todos, se los llevaban cautivos, les encadenaban y les hacían caminar hacia la costa.

Al final del periplo, descubrían dos cosas incomprensibles: 1) el mar inmenso, 2) los europeos de piel blanca. En cuanto al mar, aunque no lo habían visto directamente, les resultaba conocido por mediación de los cuentos como el país de los muertos. Y en cuanto a los blancos, para ellos eran como seres extraterrestes, tenían un olor desagradable, su piel era de un color extraño, llevaban prendas de vestir extrañas.

Muchos morían de miedo, otros, enloquecidos, saltaban de los barcos y los tiburones se los comían. Los supervivientes iban, por su parte, de sorpresa en sorpresa.

Pues, ¿qué veían? Por ejemplo, que los blancos bebían vino. Y ellos estaban seguros de que era sangre; la sangre de su pueblo.

EDMOND WELLS

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.

La hembra 56 está hambrienta. No es sólo un cuerpo, sino toda una población quien reclama su ración de calorías. ¿Cómo alimentar al nido que lleva en su seno? Acaba decidiéndose a salir de su agujero, se arrastra unos centenares de cabezas y reúne tres agujas de pino que lame y masca con avidez.

No es suficiente. Hubiese ido a cazar, pero no tiene fuerzas. Y es ella la que puede ser pasto de los miles de depredadores ocultos en los alrededores. Así que se encaja en su agujero para esperar la muerte.

Pero en lugar de eso, aparece un huevo. ¡Su primer chli-pukaniano! Apenas ha sentido que llegaba. Agita sus patas y aprieta con todas sus fuerzas su vientre. La cosa ha de funcionar, porque si no todo habrá acabado. El huevo sale rodando. Es pequeño, casi negro a fuerza de ser gris.

Si deja que eclosione, dará nacimiento a una hormiga muerta al nacer. Además… ni siquiera podría alimentarla hasta la eclosión. Así que se come a su primer vástago.

Eso le da inmediatamente más energía. Hay un huevo menos en su abdomen y un huevo más en su estómago. Con ese sacrificio cobra fuerzas para poner un segundo huevo, también muy oscuro, y tan pequeño como el primero.

Se lo come. Se siente aún mejor. El tercer huevo apenas es un poco más claro. Y asimismo lo devora.

Sólo con el décimo cambia la reina de estrategia. Sus nuevos son grises ahora y del tamaño de sus globos oculares. Chi-pu-ni pone tres de esas características, se come uno y deja que vivan los otros dos, calentándolos bajo su cuerpo.

Mientras sigue poniendo huevos, esos dos afortunados se metamorfosean en largas larvas cuyas cabezas quedan inmóviles en extraño gesto. Y ya empiezan a gemir reclamando alimento. La aritmética se complica. De tres huevos que pone, necesita uno para ella misma y los otros son para alimentar a las larvas.

Así es como, funcionando las cosas en circuito cerrado, se consigue producir algo a partir de nada. Cuando una larva es lo bastante grande, le da de comer otra larva. Éste es el único medio de darle las proteínas necesarias para su transformación en una verdadera hormiga.

Pero la larva superviviente está siempre hambrienta. Se contorsiona y grita. El festín de sus hermanas no llega a saciarla. Finalmente, Chli-pu-ni se come esta primera tentativa de vástago.

Tengo que conseguirlo, tengo que conseguirlo, se dice y se repite. Piensa en el macho 327 y pone de una vez cinco huevos mucho más claros. Ingurgita dos de ellos y deja los otros tres para que se desarrollen.

Así, de infanticidio en alumbramiento, se produce el relevo vital. Tres pasos adelante, dos atrás. Una cruel gimnasia que acaba desembocando en un primer prototipo de hormiga completa.

El insecto es muy pequeño y más bien débil, ya que está subalimentado. Pero la hembra ha conseguido su primer chlipukaniano. La carrera caníbal por la existencia de su ciudad está ya ganada a medias. Esa obrera degenerada puede en efecto moverse y traer víveres del mundo exterior: cadáveres de insectos, grano, hojas, setas… Y eso es lo que hace.

Chli-pu-ni, por fin normalmente alimentada, da nacimiento a dos huevos mucho más claros, bastante más duros. Las sólidas cáscaras protegen a los huevos del frío. Las larvas son de un tamaño razonable. Los vástagos eclosionados de esta nueva generación son grandes y corpulentos. Formarán la base de la población de Chli-pu-kan.

En cuanto a la primera obrera tarada que hizo que la ponedora se alimentase, pronto muere devorada por sus hermanas. Y después de eso, todas las muertes, todos los dolores que han preludiado la creación de la Ciudad quedan olvidados.

Chli-pu-kan acaba de nacer.

MOSQUITO: El mosquito es el insecto que de mejor gana pelea con el ser humano. Cualquiera de nosotros se ha visto un día en pijama encima de la cama, con una zapatilla en la mano, mirando el techo inmaculado.

Incomprensión. Ya que lo que uno se rasca no es otra cosa que la saliva desinfectante de su trompa. Sin esta saliva, cualquier picadura podría infectarse. E incluso el mosquito toma siempre la precaución de no picar si no es entre dos puntos de percepción del dolor.

Haciendo frente al hombre, la estrategia del mosquito ha evolucionado. Ha aprendido a ser más rápido, más discreto, más rápido en el despegue. Cada vez se hace más difícil descubrirlo. Algunos audaces de la última generación no vacilan en esconderse bajo la almohada de su víctima. Han descubierto el principio de la Carta robada de Edgar Alan Poe: el mejor escondrijo es el que salta a los ojos, ya que siempre se piensa en ir a buscar más lejos lo que está muy cerca.

EDMOND WELLS

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.

La abuela Augusta contempló sus maletas ya dispuestas. Mañana iba a mudarse a la calle de los Sybarites. Parecía increíble, pero Edmond se había planteado la desaparición de Jonathan y había dejado escrito en su testamento que «si Jonathan muere o desaparece, quisiera que fuese Augusta Wells, mi madre, quien fuese a ocupar mi apartamento. Y si también ella llegase a desaparecer, o si rechazase este legado, quisiera que fuese Pierre Rosenfeld quien heredase el lugar; y si este último renunciase o desapareciese, Jason Bragel podría ir a vivir…»

Hay que reconocer, a la luz de los recientes acontecimientos, que Edmond no se había equivocado al prever por lo menos cuatro herederos. Pero Augusta no era supersticiosa y pensaba que, además, aunque Edmond fuese un misántropo no tenía motivo ninguno para desear la muerte de su sobrino ni de su madre. Y en cuanto a Jason Bragel, éste había sido su mejor amigo.

Una curiosa idea se manifestó en su fuero íntimo. Parecía como si Edmond hubiese tratado de controlar el futuro, como si… todo empezase después de su muerte.

Hace días que caminan hacia la salida del sol. La salud de la 4.000 se va deteriorando cada vez más pero la vieja guerrera sigue adelante sin queja. Verdaderamente, es de un valor y de una curiosidad a toda prueba.