Выбрать главу

Sus pasajeros eran acróbatas y juglares que, en cuanto llegaron a tierra, quisieron atraerse a los habitantes de ese país desconocido presentándoles un espectáculo. Los chinos vieron, pues, boquiabiertos a esos extranjeros de nariz larga escupir fuego, hacer nudos con sus miembros, transformar ranas en serpientes, etc.

Y llegaron a la conclusión pertinente de que el Oeste estaba poblado por payasos y tragafuegos. Y pasaron muchos cientos de años antes de que se presentase una ocasión para sacarles del error.

EDMOND WELLS

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.

Finalmente se encontraron ante el muro de Jonathan. «¿Cómo hacer cuatro triángulos con seis cerillas?» Daniel hizo la foto consabida. Augusta tecleó la palabra «pirámide» y el muro se hizo suavemente a un lado. La anciana se sintió orgullosa de su nieto.

Pasaron, y no tardaron en oír cómo el muro volvía a su lugar. Jason iluminó las paredes. Había roca por todas partes, aunque no era la misma de hacía un momento. Antes el muro era rojo, y ahora amarillo, con vetas de azufre.

Sin embargo, el aire seguía siendo respirable. Incluso parecía haber un ligero soplo de brisa. ¿Tenía razón el profesor Leduc? ¿Llevaba este túnel al bosque de Fontainebleau?

De repente se encontraron con otra horda de ratas, mucho más agresivas que las que habían encontrado antes. Jason comprendió lo que debía estar pasando, pero no le dio tiempo a explicárselo a los demás: tuvieron que ponerse otra vez las máscaras y abrir la espita del gas. Cada vez que el muro se movía, lo que por cierto no debía de ocurrir a menudo, unas ratas de la «zona roja» pasaban a la «zona amarilla», en busca de comida. Pero si los de la zona baja roja conseguían algo, los otros -los migradores- no habían conseguido nada y habían debido devorarse entre sí.

Y Jason y sus amigos tenían que vérselas con los supervivientes, dicho de otra manera con los más feroces. Con éstos, el gas lacrimógeno resulta claramente ineficaz. ¡Atacaban! Saltaban, trataban de hacer presa en los brazos…

Al borde de la histeria, Daniel ametrallaba con disparos del flash, pero esos animales de pesadilla pesaban kilos y no temían a los hombres. Aparecieron las primeras heridas. Jason sacó su Opinel, apuñaló a dos ratas y las arrojó como pasto a las otras. Augusta hizo muchos disparos con un pequeño revólver… Así pudieron ponerse a salvo. ¡Y muy a tiempo!

CUANDO ERA: Cuando yo era pequeño, pasaba horas tendido en el suelo mirando los hormigueros. Eso era para mí más real que la televisión.

Entre los misterios que me ofrecía el hormiguero estaba éste: ¿por qué después de uno de mis destrozos se llevaban a algunas heridas y dejaban morir a las demás? Todas tenían la misma apariencia… ¿Según qué criterio de selección se consideraba interesante a un individuo y a otro despreciable?

EDMOND WELLS

Enciclopedia del saber relativo y absoluto.

Corrían por un túnel rayado de amarillo.

Llegaron ante una reja de acero. Una abertura que tenía en el centro le daba al conjunto la apariencia de una nasa de pescador. Era un cono que se contraía de forma que dejaba pasar un cuerpo humano de talla mediana aunque sin posibilidad de regreso, debido a los pinchos que había en la salida del cono.

– Es reciente…

– Bueno, parece que los que han construido la puerta y la nasa no querían que hubiese vuelta atrás…

Augusta reconocía una vez más el trabajo de Jonathan, el maestro de las puertas y de los metales.

– ¡Miren!

Daniel iluminó una inscripción:

«Aquí acaba la conciencia. ¿Queréis entrar en el inconsciente?»

Se quedaron boquiabiertos.

– ¿Qué hacemos ahora?

Todos pensaron en lo mismo en el mismo momento.

– En el punto en que nos encontramos seria una lástima renunciar. Propongo que sigamos.

– Pasaré yo primero -dijo Daniel, poniendo al resguardo su cola de caballo para que no se enredase en los metales.

Fueron arrastrándose por turno a través de la nasa de acero.

– Es divertido -dijo Augusta; tengo la sensación de haber vivido ya esta experiencia.

– ¿Ha estado ya en una nasa que le impide a uno echarse atrás?

– Sí. Fue hace mucho tiempo.

– ¿A qué le llama usted mucho tiempo?

– ¡Oh! Yo era joven. Debía tener… uno o dos segundos.

Las segadoras cuentan en su ciudad sus aventuras en el otro lado del mundo, un país de monstruos y de fenómenos incomprensibles. Las cucarachas, las placas negras, el monolito gigante, el pozo, las bolas blancas… ¡Es demasiado! No hay ninguna posibilidad de crear una población en un universo tan grotesco.

La 103.683 se queda en un rincón recuperando sus fuerzas. Está pensando. Cuando sus hermanas oigan la historia, tendrán que modificar todos los mapas y reconsiderar los Principios básicos de su planetología. Y se dice que ya es hora de que vuelva a la Federación.

Después de pasar por la nasa, tuvieron que recorrer unos diez kilómetros… Bueno, cómo saberlo, y además el cansancio debía estar empezando a dejarse sentir.

Llegaron a un arroyuelo que cruzaba el túnel y cuya agua era especialmente cálida y estaba cargada de azufre.

Daniel se detuvo de pronto, Le había parecido ver unas hormigas sobre una almadía vegetal moviéndose con la corriente. Se rehizo; seguro que eran las emanaciones de polvo de azufre que le provocaban alucinaciones…

Unos cientos de metros más allá, Jason pisó un material quebradizo. Dio luz. ¡Era la caja torácica de un esqueleto! Lanzó un sonoro grito. Daniel y Augusta barrieron con sus antorchas el entorno y descubrieron otros dos esqueletos, uno de ellos del tamaño de un niño, ¿Era posible que fuesen Jonathan y su familia?

Reemprendieron el camino, y pronto tuvieron que echar a correr; un sonido masivo de deslizamiento anunciaba la llegada de las ratas. El amarillo de las paredes se hacía blanco. Era cal. Agotados, llegaron por fin al final del túnel. ¡Al pie de una escalera de caracol que subía!

Augusta disparó sus dos últimas balas hacia las ratas y luego se lanzaron escaleras arriba. Jason aún tuvo la presencia de ánimo suficiente para observar que giraba a la inversa que la primera, es decir que tanto la subida como la bajada se realizaban dando vuelta en el sentido de las agujas del reloj.

La noticia causa sensación. Una belokaniana acaba de llegar a la ciudad. Dicen que debe de ser una embajadora de la Federación, llegada para anunciar la vinculación oficial de Chli-pu-kan como sexagésimo quinta ciudad.

Chli-pu-ni se siente menos optimista que sus hijas. Desconfía de la recién llegada. ¿Y si fuese una guerrera con olor de roca enviada desde Bel-o-kan para infiltrarse en la Ciudad de la reina subversiva?

¿Cómo es?

Sobre todo se encuentra muy cansada. Ha debido de correr desde Bel-o-kan para hacer el trayecto en unos días.

Son las pastoras las que la han visto errando por los alrededores. En ese momento mismo no había emitido nada, y la habían llevado directamente a la sala de las hormigas cisternas para que se recuperase.

Hacedla venir aquí, quiero hablar con ella a solas, pero quiero que haya una guardiana en la entrada de los aposentos reales dispuesta a intervenir en cuanto dé la señal.

Chli-pu-ni siempre ha deseado tener noticias de su ciudad natal, pero ahora que ha llegado una representante, la primera idea que se le ocurre es considerarla una espía y matarla. Esperará a verla, pero si descubre la menor molécula de olor de roca, hará que la ejecuten sin pensarlo dos veces.

Le llevan a la belokaniana. En cuanto se reconocen, las dos hormigas saltan una sobre la otra, con las mandíbulas abiertas de par en par, y se entregan… a la más untuosa trofalaxia. La emoción es tan intensa que no consiguen emitir, Chli-pu-ni lanza la primera feromona.