El Nido no lo comprendería. Las guerreras antitensión tendrían pocas posibilidades de silenciar a tiempo la información. Y ¿cómo reaccionarían sus hijas?
Una guerrera con olor de rocas entra precipitadamente.
La espía ha conseguido vencer a la lomechuse. Ahora esta abajo.
Ya está, algún día tenía que ocurrir…
666 es el nombre de la bestia (Apocalipsis según san Juan)
Pero ¿quién será la bestia, y para quién?
EDMOND WELLS
Enciclopedia del saber relativo y absoluto.
Jonathan suelta la muñeca de su abuela. Antes de que se cree una atmósfera desagradable, Daniel lleva la atención a otras cosas.
– Y ese laboratorio de la entrada, ¿para qué sirve?
– Es la Piedra de Rosetta. Todos nuestros esfuerzos sólo están al servicio de una ambición: comunicar con ellas.
– Ellas… ¿Quiénes son ellas?
– Las hormigas. Vengan conmigo.
Salen del salón para dirigirse al laboratorio. Jonathan, visiblemente a sus anchas en su papel de continuador de la tarea de Edmond, toma una probeta llena de hormigas y la levanta a la altura de los ojos.
– Miren. Son seres, seres completos… No sólo unos pequeños insectos sin valor ninguno. Eso lo comprendió mi tío inmediatamente… Las hormigas han creado la segunda civilización de la Tierra. El tío Edmond es una especie de Cristóbal Colón que ha descubierto otro continente entre los dedos de nuestros pies. Ha sido el primero en comprender que antes que buscar extraterrestres en los confines del espacio, era mejor establecer en primer lugar una relación con los… intraterrestres.
Nadie dice nada. Augusta lo recuerda. Un día, cuando Jonathan no había aún nacido, estaba paseando por el bosque de Fontainebleau y de repente sintió que unos cuerpos mínimos crujían bajo las suelas de sus zapatos. Acaba de pisar un grupo de hormigas. Se inclinó a ver. Todas habían muerto, pero allí había algo enigmático. Estaban alineadas como para formar una flecha con la punta al revés…
Jonathan ha devuelto la probeta a su lugar, y vuelve a su exposición.
– Cuando volvió de África, Edmond encontró este edificio, con el subterráneo, y también el templo. Era el lugar ideal, y entonces instaló aquí su laboratorio… La primera etapa de sus investigaciones consistió en descodificar las feromonas del diálogo de las hormigas. Utilizó un espectrómetro de masas. Como su nombre indica, esta máquina proporciona el espectro de una masa, descompone un material cualquiera enumerando los átomos que lo componen… He leído las notas de mi tío. Al principio, colocaba a sus hormigas cobayas bajo una campana de vidrio conectada mediante un tubo aspirador a un espectrómetro de masas. Ponía la hormiga en contacto con un trozo de manzana, y ésta encontraba a otra hormiga y fatalmente le decía: «Por ahí hay manzana» Bien, ésta es la hipótesis inicial. El tío Edmond aspiraba las feromonas emitidas, las descodificaba y eso le llevaba a una fórmula química… «Hay manzana en el norte» se dice, por ejemplo: «metil-4 metilpirrol-2 carboxilato» Las cantidades son ínfimas, del orden de los 2 o 3 picogramos (1012) cada frase… Pero era suficiente. Así se podía decir «manzana» y «al norte» Prosiguió el experimento con multitud de objetos, alimentos y situaciones. Así consiguió un auténtico diccionario de nuestro idioma al idioma hormiga. Después de averiguar el nombre de un centenar de frutos, de unas treinta flores, de unas diez direcciones, consiguió las feromonas de alerta, las feromonas de defensa, de placer, de descripción; también encontró elementos sexuados de los que aprendió cómo expresar las «emociones abstractas» del séptimo segmento antenar… Sin embargo, saber cómo «escuchar» no le bastaba. Ahora quería hablar, establecer un verdadero diálogo.
– ¡Prodigioso! -no pudo menos que murmurar el profesor Daniel Rosenfeld.
– Empezó por establecer la correspondencia entre cada fórmula química y un sonido silábico. Metil-4 metilpirrol-2 carboxilato se diría, por ejemplo, MT4MTP2CX, y así Mítica-mitipicixu. Y finalmente lo llevó a la memoria del ordenador: miticamitipi = manzana; y dicixu = al norte. El ordenador traduce en los dos sentidos. Cuando le llega «dicixu» traduce textualmente «al norte», y cuando se teclea «al norte» transforma esta frase en «dicixu», lo que desencadena la emisión de carboxilato a través de este aparato emisor…
– ¿Un aparato emisor?
– Si. Es esta máquina.
Y señala una especie de biblioteca compuesta por miles de ampollas, cada una de ellas terminada en un tubo, que a su vez está conectado a una bomba eléctrica.
– Los átomos que hay en cada ampolla son aspirados por esta bomba, luego se proyectan a este aparato, que los selecciona y mide en la dosis indicada por el diccionario informático.
– Extraordinario -repite Daniel Rosenfeld, absolutamente extraordinario. ¿Y llegó a dialogar verdaderamente?
– Bien… En este punto será mejor que les lea sus notas de la Enciclopedia…
Extractos de conversación: Extracto de la primera conversación con una Fórmica rufa del tipo guerrera.
Humano: ¿Me recibes?
Hormiga: rrrrrr.
Humano: Estoy emitiendo. ¿Me recibes?
Hormiga: rrrrrrrrr. Socorro.
Nota: se han introducido muchas modificaciones. En particular, las emisiones eran demasiado poderosas y asfixiaban al sujeto. Hay que dejar el botón de reglaje en el 1. (Por el contrario, el botón de reglaje de recepción hay que llevarlo a 10 para que no se pierda ni una molécula.)
Humano: ¿Me recibes?
Hormiga: bbugggu.
Humano: Estoy emitiendo. ¿Me recibes?
Hormiga: zggugggu. Socorro. Estoy encerrada.
Extracto de la tercera conversación.
(Nota: el vocabulario se ha ampliado con ochenta palabras más. La emisión era aún demasiado fuerte. Nuevo reglaje, el botón ha de estar situado muy cerca del cero.)
Hormiga: ¿Qué?
Humano: ¿Qué dices?
Hormiga: No entiendo nada. ¡Socorro!
Humano: Hablemos más despacio.
Hormiga: ¡Emites demasiado fuerte. Mis antenas están saturadas. ¡Socorro! Estoy encerrada.
Humano: ¿Está bien así?
Hormiga: No, ¿es que no sabes dialogar?
Humano: Bueno…
Hormiga: ¿Quién eres?
Humano: Soy un gran animal. Me llamo Edmond. Soy un ser humano.
Hormiga. ¿Qué dices? No entiendo nada. ¡Socorro! ¡Ayudadme! ¡Estoy encerrada!
(Nota: como consecuencia de este diálogo el sujeto murió al cabo de los cinco segundos siguientes. ¿Serán todavía las emisiones demasiado tóxicas. ¿Ha sentido miedo?)
Jonathan interrumpió la lectura.
– Como ven, no es sencillo. Acumular vocabulario no basta para hablar con ellas. Por otra parte, el lenguaje hormiga no funciona como el nuestro. No existen sólo las emisiones de diálogo propiamente dichas y que se perciben, también hay emisiones enviadas por los otros once segmentos antenares. Éstos dan la identificación del individuo, sus preocupaciones, su psiquismo… Una especie de estado de ánimo global que es necesario conocer para la buena comprensión interindividual. Por esto tuvo Edmond que abandonar. Les leeré sus notas.