Con todas esas vituallas a la espalda, el camino parece más largo que a la ida. La tropa avanza a buen paso para no verse sorprendida por los rigores de la noche.
Las hormigas son capaces de trabajar las veinticuatro horas del día, desde marzo hasta noviembre, sin tomarse el menor descanso; sin embargo, cada bajada de la temperatura las adormece. Por eso es raro que una expedición salga de viaje más de un día. La ciudad de las hormigas llevaba mucho tiempo planteándose este problema. Sabía que era importante extender los territorios de caza y conocer países lejanos, donde crecen otras plantas y donde viven otros animales con otras costumbres.
En el milenio 850, Bistin-ga, una reina roja de la dinastía Ga (dinastía del Este, desaparecida hace cien mil años), había concebido la loca ambición de conocer los «extremos» del mundo. Había enviado centenares de expediciones hacia los cuatro puntos cardinales. Ninguna de ellas volvió.
La reina actual, Belo-kiu-kiuni, no era tan ambiciosa. Su curiosidad se satisfacía con el descubrimiento de esos pequeños coleópteros dorados que parecen piedras preciosas (y que se encuentran en el profundo Sur), o con la contemplación de las plantas carnívoras que le llevaban a veces vivas y con raíces y que ella esperaba domesticar algún día.
Belo-kiu-kiuni sabía que la mejor manera de conocer nuevos territorios era ampliar aún más la Federación. Cada vez más expediciones a larga distancia, cada vez más ciudades hijas, cada vez más puestos avanzados, y se hace la guerra contra todos los que quieran frenar este progreso.
Claro que la conquista del mundo remoto sería larga, pero esta política de cortos y obstinados pasos estaba de perfecto acuerdo con la filosofía general de las hormigas. «Despacio pero siempre adelante»
En la actualidad, la federación de Bel-o-kan comprendía 64 ciudades hijas, 64 ciudades con el mismo olor. 64 ciudades unidas por una red de 125 kilómetros de pistas excavadas y 780 kilómetros de pistas de olor. 64 ciudades solidarias tanto en las batallas como ante el hambre.
La idea de una federación de ciudades permitía que algunas ciudades se especializasen. Y Belo-kiu-kiuni soñaba incluso con ver un día que una ciudad sólo se dedicaba a los cereales, otra a la carne, una tercera a la guerra.
Aún no habían llegado a ese punto.
En todo caso era una idea que concordaba con otro principio de la filosofía global de las hormigas. «El futuro pertenece a los especialistas»
Las exploradoras aún están lejos de los puestos avanzados. Fuerzan la marcha. Cuando vuelven a pasar junto a la planta carnívora, una guerrera propone desarraigarla para llevársela a Belo-kiu-kiuni.
Conciliábulo de antenas. Discuten mediante la emisión y la recepción de moléculas volátiles y olorosas. Las feromonas. De hecho, son hormonas que brotan de sus cuerpos. Se podría considerar cada una de esas moléculas como un pozal en el que cada medida sería una palabra.
Gracias a las feromonas, las hormigas se entregan a unos diálogos cuyos nexos son prácticamente infinitos. Considerando el nerviosismo del movimiento de las antenas, el debate parece bastante animado.
Es demasiado molesto.
Nuestra Madre no conoce este tipo de planta.
Podemos sufrir pérdidas y entonces habrá menos brazos para llevar el botín.
Cuando hayamos domesticado a las plantas carnívoras serán armas, y podremos mantener frentes sólo con plantarlas alineadas.
Estamos cansadas y va a caer la noche.
Deciden renunciar, rodean la planta y siguen su camino. Cuando el grupo se acerca a un bosquecillo florido, el macho 327, que va atrás, ve una vellorita roja. Nunca ha visto un espécimen de esa planta. No cabe dudarlo.
No hemos conseguido la dionea, pero llevaremos eso.
Se distancia un momento y corta con precaución el tallo de la flor. Luego, apretando contra sí su descubrimiento, corre para alcanzar a sus compañeras.
Sólo que ya no tiene compañeras. La expedición número uno del nuevo año está ciertamente ante él, pero en qué estado… Desánimo. Trauma emotivo. Las patas de 327 empiezan a temblar. Todas sus compañeras yacen muertas.
¿Qué ha podido ocurrir? El ataque ha debido de ser fulminante. Ni siquiera les ha dado tiempo de adoptar la posición de combate, todas están aún en la formación de «serpiente de gran cabeza»
Inspecciona los cuerpos. No se ha lanzado ni una gota de ácido. Las hormigas rojas no han tenido tiempo siquiera de liberar sus feromonas de alerta.
El macho 327 sigue investigando.
Observa las antenas del cadáver de una hermana. Contacto olfativo. No ha quedado registrada ninguna imagen química. Iban caminando y, de repente, ya no.
Hay que entenderlo, hay que entenderlo. Forzosamente existe una explicación. En primer lugar, limpiar el utensilio sensorial. Sirviéndose de las garras curvas de la pata delantera, raspa sus vástagos frontales, retirando la espuma ácida que ha producido su estrés. Los repliega hacia la boca y los lame. Los seca en la pequeña espuela cepillo sutilmente colocada por la Naturaleza en la parte de arriba de su tercer codo.
Luego baja sus antenas limpias a la altura de los ojos y las activa suavemente a 300 vibraciones por segundo. Nada. Incremente la vibración: 500, 1.000, 2.000, 5.000, 8.000 vibraciones por segundo. Está a dos tercios de su capacidad receptora.
Recoge instantáneamente los más ligeros efluvios que flotan en los alrededores: vapores de rocío, polen, esporas, y un ligero olor que ya ha olido pero que le cuesta identificar.
Acelera las vibraciones una vez más. Máxima potencia: 12.000 vibraciones por segundo. Al girar, sus antenas crean pequeñas corrientes de aire aspirantes que atraen hacia él todo el polvo.
Ya está; ha identificado ese ligero perfume. Es el olor de las culpables. Si, sólo pueden ser ellas, las implacables vecinas del norte que causaron ya tantos problemas el año pasado.
Las hormigas enanas de Shi-gae-pu.
También ellas han despertado ya. Han debido tender una emboscada, utilizando una nueva arma fulminante.
No tiene un segundo que perder, hay que avisar a toda la Federación.
– Un rayo láser de gran amplitud es lo que les ha matado a todos, jefe.
– ¿Un rayo láser?
– Sí, una nueva arma capaz de fundir a distancia nuestra nave más grande. Jefe…
– Piensa usted que son los…
– Sí, jefe, sólo los venusinos han podido hacerlo. Esto lleva su firma.
– En ese caso las represalias serán terribles. ¿Cuántos cohetes de combate nos quedan estacionados en la órbita de Orion?
– Cuatro, jefe.
– Nunca serán suficientes. Habría que pedir ayuda a las tropas de…
– ¿Quieres un poco más de sopa?
– No, gracias -repuso Nicolás, completamente hipnotizado por las imágenes.
– Vamos, mira un poco lo que comes o si no apagaremos la televisión.
– Mamá, por favor…
– ¿Aún no estás cansado de esas historias de hombrecillos verdes y de planetas con nombres de marcas de detergente? -preguntó Jonathan.
– Es que me interesa. Estoy seguro de que algún día encontraremos extraterrestres.
– Sí, ya. Hace mucho tiempo que se habla de eso.
– Han enviado una sonda hacia la estrella más cercana. Marco Polo es el nombre de la sonda. Pronto sabremos quiénes son nuestros vecinos.
– Fracasará como todas las demás sondas que han enviado a contaminar el espacio. Está demasiado lejos, es lo que yo digo.
– Es posible; pero ¿quién te dice que no serán ellos, los extraterrestres, los que vengan a vernos? Al fin y al cabo, no se han aclarado todos los casos de gente que ha visto un OVNI.
– ¿De qué nos iba a servir encontrar a otros pueblos inteligentes? Acabaríamos fatalmente haciéndonos la guerra los unos a los otros. ¿No te parece que ya hay bastantes problemas entre los terrestres?