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Ariadne Oliver está de visita en casa de su amiga Judith Butler. La casa hierve de actividad, pues se prepara una fiesta juvenil y hay que organizar diversos juegos. Nadie tiene tiempo o ganas de prestar atención a Joyce, una pequeña que afirma haber presenciado un asesinato; el anuncio se toma como el invento de una mente muy imaginativa, para no decir mentirosa, que es la fama que persigue a Joyce. Pero poco tiempo pasará antes de que la propia Joyce aparezca muerta y tenga que intervenir Hércules Poirot a resolver el caso.

Agatha Christie

Las manzanas

Hércules Poirot - 38

ePUB v1.0

Elle518 29.10.12

Título originaclass="underline" Hallowe’en Party

Agatha Christie, 1969.

Traducción: Ramón Margalef Llambrich

Retoque portada: Ledo

ePub base v2.0

A P. G. Wodehouse, cuyos libros y narraciones han iluminado mi vida durante muchos años. Quiero con esta dedicatoria también demostrarle mi complacencia por haber tenido la amabilidad de decir que disfruta con la lectura de mis novelas.

GUÍA DEL LECTOR

En un orden alfabético convencional relacionamos a continuación los principales personajes que intervienen en esta obra

AMBROSE (Nora): Buena amiga de Janet White.

ANN: Hermana de Joyce.

BEATRIZ: Una de las jóvenes asistentes a la fiesta juvenil.

BENFIELD (Charlotte): Joven muerta extrañamente.

BUTLER (Judith): Amiga de Ariadne Oliver.

DRAKE (Rowena): Típica dama de carácter organizador y mandón; en su casa es donde se celebra la fiesta juvenil.

EMILYN: Directora del colegio de la señorita Whittaker.

FERGUSON (doctor): Médico del pueblo donde se desarrollan los hechos.

FERRIER (Lesley): Amante de la tabernera Griffin; muere asesinado.

FULLERTON: Abogado de los intereses de la señora Llewellyn.

GARFIELD (Michael): Joven arquitecto, de ideas profesionales avanzadas.

GORDON (Pete): Acusado de la muerte de Benfield.

GRIFFIN (Harry): Propietario de la taberna «El Cisne Verde».

HUDD (Thomas): Acusado de la muerte de Benfield.

JOYCE: Jovencita con ganas de figurar cuya muerte desencadena los hechos.

LEAMAN (Harriet): Mujer de limpieza.

LEOPOLD: Hermano de Joyce, su ambición le lleva a la muerte.

LLEWELLYN-SMYTHE: Señora fallecida en circunstancias misteriosas.

MIRANDA: Joven y hermosa hija de Judith, de carácter dulce y romántico.

OLIVER (Ariadne): Escritora de novelas policíacas, amiga de Poirot.

POIROT (Hércules): El célebre y bigotudo detective belga, de deducciones brillantes y acertadas.

RAGLAN (Timothy): Inspector de policía, buen amigo de Poirot.

REYNOLDS (señora): Madre de la desgraciada Joyce, Ann y Leopold.

SEMINOFF (Olga): La chica

au pair

de la señora Llewellyn; desaparecida.

SPENCE: Superintendente de la policía, ya retirado; es buen amigo de Poirot.

WHITE (Janet): Bella joven asesinada.

WHITTAKER (señorita): Maestra de escuela.

CAPÍTULO I

ARIADNE Oliver se había unido a la amiga en cuya casa pasaba una temporada, Judith Butler, con objeto de ayudarla en los preparativos de una fiesta juvenil que iba a celebrarse aquella misma noche. En aquellos instantes, la casa era imagen verdadera de una caótica actividad. Varias mujeres de carácter enérgico entraban y salían de las habitaciones, moviendo sillas, pequeñas mesas, jarrones de flores y amarillas calabazas que colocaban estratégicamente, en puntos previamente estudiados.

La víspera de Todos los Santos era la fecha señalada para la fiesta, en la que participarían muchachos y muchachas de edades comprendidas entre los diez y los diecisiete años[*].

La señora Oliver, apartándose del grupo de personas más nutrido, se apoyó en una de las paredes de la estancia en que se encontraba.

Tenía en las manos una gran calabaza amarilla, que examinaba con ojo crítico.

Hizo un movimiento de cabeza para apartar de su frente, muy prominente, un mechón de grisáceos cabellos.

—La última vez que tuve ocasión de contemplar algo igual estaba en América. Fue el año pasado. A centenares. Por toda la casa. Nunca había visto tantas calabazas juntas. La verdad es que nunca supe la diferencia que existía entre una especie de calabaza y otra. A ver… ¿Cómo se llama ésta?

—Lo siento, querida —dijo la señora Butler, un segundo después de haberle pisado a su amiga un pie.

La señora Oliver se apretó más contra la pared.

—La culpa ha sido mía —declaró—. Ando siempre por en medio. Me he quedado encantada al ver tantas calabazas, de la especie que sean. He pensado en las que estuve contemplando en las tiendas, en las casas particulares, con velas o pequeñas lamparitas en su interior, o ensartadas con un hilo. Muy interesante todo, en realidad. No se trataba entonces de la tradicional reunión de la víspera de Todos los Santos, sino del Día de Acción de Gracias. Ahora asocié esas calabazas con dicha víspera, que tiene lugar a finales de octubre. El día de Acción de Gracias viene mucho después, ¿no? ¿No es por noviembre, hacia el día tres? Puntualicemos… El día treinta y uno de octubre es la víspera de Todos los Santos, ya mentada. Al día siguiente, en París, la gente acostumbra visitar los cementerios para depositar flores en las tumbas de sus familiares y amigos. No es una fiesta triste. Todos los niños visitan esos lugares y disfrutan lo suyo. Se va a los mercados primero, para adquirir ramos y más ramos de flores deliciosas. Nunca éstas, en París, resultan más bellas que en esa clásica jornada.

Un puñado de afanosas mujeres tropezaban de cuando en cuando con la señora Oliver. Ninguna prestaba atención a sus palabras. Andaban demasiado ocupadas con lo que llevaban entre manos.

La mayor parte de ellas eran madres de familia, hallándose auxiliadas por una o dos competentes solteronas. Veíanse chicos y chicas de dieciséis o diecisiete años, encaramados a lo alto de unas escaleras, o encima de unas sillas, colocando objetos de adorno, calabazas y polícromas bolas a una distancia conveniente del suelo. Varias muchachas de edades comprendidas entre los once y los quince años habían formado animados grupos, y dejaban escapar frecuentes risas de sus gargantas.

—Y después del Día de Todos los Difuntos y de las visitas a los cementerios —continuó diciendo la señora Oliver, sentándose en el brazo de un sofá—, viene el de Todos los Santos. Me parece que estoy en lo cierto…

Nadie respondió a tales consideraciones. Luego, la señora Drake, una atractiva mujer de mediana edad, quien era la organizadora de la fiesta, formuló unas cuantas aclaraciones sobre aquellos puntos.

—Yo no daría a esta reunión el carácter propio de las que se celebran la víspera del Día de Todos los Santos, aunque pudiera pasar por una de ellas. Es más bien la Fiesta de los Mayores de Once Años en general. Abarca ese sector juvenil. Figuran aquí, principalmente, chicos y chicas que se disponen a abandonar «Los Olmos» para pasar a otros colegios.

—Tus palabras no resultan muy exactas, Rowena —dijo la señorita Whittaker, colocándose bien las gafas sobre su nariz, al tiempo que hacía un gesto de desaprobación.

La señorita Whittaker, maestra en aquella localidad, sentía un amor exagerado por la precisión.

—Debido a que nosotras prescindimos de los alumnos de once años hace ya algún tiempo.

La señora Oliver abandonó el brazo del sofá, pronunciando unas palabras de excusa.