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opus incertum. La manera más antigua que tenían los romanos para fabricar paredes compuestas. Se construía una superficie de piedrecitas irregulares unidas con mortero con una cavidad hueca dentro; este hueco se rellenaba con mortero compuesto de pozzolana negra y cal mezcladas con un añadido de escombros y piedras pequeñas (llamado caementa). Incluso en la época de Sila, opus incertum seguía siendo el modo más popular de construir una pared. Probablemente fuera también más barato que hacerla de ladrillo.

ordo equester. Nombre dado a los caballeros (véase) por Cayo Graco. orichalcum. Latón.

Oro de Tolosa. Quizás varios años después del 278 a. J.C. un segmento de la tribu de los volcos tectosagos regresó desde Macedonia a su tierra de origen, en las cercanías de la Tolosa aquitana (la moderna Tolosa), transportando el botín acumulado tras el saqueo de numerosos templos. Este botín fue fundido y almacenado en los lagos artificiales que salpicaban los alrededores de los templos de Tolosa; el oro se dejó intacto debajo del agua, mientras que la plata se fue sacando a intervalos regulares; le habían dado la forma de gigantescas piedras de molino que utilizaban para moler el trigo. En el año 106 a. J.C. el cónsul Quinto Servilio Cepión recibió la orden durante su consulado de hacer la guerra contra los germanos emigrados que se habían establecido alrededor de Tolosa. Cuando llegó a la zona se encontró con que los germanos ya no estaban, porque se habían peleado con sus anfitriones, los volcos tectosagos, que les habían ordenado que se marchasen. En lugar de librar una batalla, el cónsul Cepión encontró una inmensa cantidad de oro y plata en los lagos sagrados de Tolosa. La plata ascendía a diez mil talentos (250 toneladas inglesas), incluidas las piedras de molino, y el oro a quince mil talentos (370 toneladas inglesas). La plata fue transportada hasta el puerto de Narbo y desde allí se llevó en barco a Roma, después de lo cual las carretas regresaron a Tolosa y se cargaron de oro; el convoy de carretas iba escoltado por una cohorte de legionarios romanos, unos quinientos veinte hombres. Cerca de la fortaleza de Carcaso los bandidos atacaron el convoy; la escolta de soldados fue masacrada y el convoy desapareció, junto con su preciosa carga, y nunca volvió a verse.

En aquella época no se sospechó de Cepión el cónsul, pero después del odio que suscitó debido a su conducta en la batalla de Arausio un año después, empezó a correr el rumor de que Cepión el cónsul había organizado el ataque al convoy y había depositado el oro en Esmirna a su nombre. Aunque nunca fue sometido a juicio por el atraco del gran convoy, sí que se le juzgó por la pérdida de su ejército; se le declaró culpable y fue enviado al exilio. Optó por pasar el exilio en Esmirna, donde murió el año 100 a. J.C. La historia del Oro de Tolosa se narra en fuentes antiguas, que no afirman categóricamente que el cónsul Cepión lo robase. Sin embargo parece lógico. Y no cabe duda de que los Servilios Cepiones que sucedieron a Cepión el cónsul hasta los tiempos de Bruto (el último heredero) fueron fabulosamente ricos. Ni tampoco cabe duda de que la mayor parte de Roma consideró a Cepión el cónsul responsable de la desaparición de más oro del que poseía el Tesoro de Roma.

padres conscriptos. Cuando fue fundado por los reyes de Roma (según decía la tradición, por el propio Rómulo), el Senado estaba formado por cien patricios que recibían el título de patres (padres). Luego, cuando se añadieron senadores plebeyos durante los primeros años de la República, se decía que eran conscripti (elegidos sin otra alternativá). Cuando los miembros patricios y plebeyos estuvieron juntos se les llamó patres et conscripti; poco a poco estos dos términos, que empezaron utilizándose para establecer una distinción, se acabaron juntando, y a todos los miembros del Senado se les llamaba simplemente los padres conscriptos.

Panonia. Tierra muy rica y fértil que se extendía por el este de la moderna Austria y Hungría hasta el río Tisa. Sus gentes eran ilíricos de raza y estaban organizados en tribus que vivían en poblados y se dedicaban a la agricultura y al pastoreo. Los modernos Drava y Danubio eran sus principales ríos.

paterfamilias. El cabeza de la unidad familiar. Su derecho a hacer lo que le placiera con los diversos miembros de su familia estaba muy protegido por la ley.

pater patriae. Padre de la patria.

patricios, patriciado. El patriciado era la aristocracia de los orígenes de Roma. Para un pueblo como el de los romanos, consciente de su cuna y venerador del linaje, la importancia de pertenecer a una estirpe de patricios ha de tenerse muy en cuenta. Las familias patricias más antiguas eran aristócratas antes de los reyes de Roma, y la más moderna de todas (los Claudios) parece que surgió al principio de la República. Durante toda la República mantuvieron el título de patricios, así como un prestigio que era inalcanzable para cualquier plebeyo; pero a pesar de la nobleza, surgió una «nueva aristocracia» que se ennobleció situándose por encima de la condición plebeya por el hecho de tener cónsules en la familia. Sin embargo, en el último siglo de la República un patricio gozaba de poco prestigio aparte de su sangre; la riqueza y la energía de las grandes familias plebeyas habían erosionado inexorablemente los primitivos derechos de los patricios. Sila, que era patricio, parece que intentó, en aspectos poco importantes, elevar a los patricios por encima de sus hermanos plebeyos, pero no se atrevió a legislar privilegios importantes. Sin embargo los títulos y los privilegios que establecía la constitución le importaban un bledo a la mayoría de los romanos: sabían que el patricio era mejor. Durante el último siglo de la República, las siguientes familias patricias seguían produciendo senadores y algunos pretores y cónsules: los Emilios, Claudios, Cornelios, Fabios (pero sólo por adopción), Julios, Manlios, Pinarios, Postumios, Sergios, Servilios, Sulpicios y Valerios.

patrón, patronazgo. La sociedad romana de la República estaba organizada en un sistema de patronazgo y clientela (véase también cliente). Aunque quizás los negociantes más pequeños y los humildes de Roma no siempre participaban en dicho sistema, éste, no obstante, prevalecía a todos los niveles de la sociedad, y no todos los patronos procedían de las esferas más elevadas de la sociedad. El patrono se comprometía a ofrecer protección y favores a aquellos que se reconocían como clientes suyos. Los esclavos libertos estaban bajo el patronazgo de sus antiguos amos. Ninguna mujer podía tener clientes. Muchos patronos eran a su vez clientes de un patrono más poderoso que ellos mismos, lo cual técnicamente hacía que sus clientes fueran también clientes de su propio patrono. El patrono podía pasarse años sin hacer nada por obtener ayuda o apoyo de su cliente, pero un día el cliente sería llamado a hacerle un favor a su patrono: votar por él, hacer campaña a su favor o llevar a cabo alguna tarea especial. Era costumbre que el patrono recibiera a sus clientes al amanecer en su casa en los días que el calendario marcaba como de «negocios»; en aquellas sesiones matinales los clientes le pedían ayuda o favores, o asistían sólo para presentar sus respetos u ofrecer sus servicios. Un patrono rico y generoso a menudo regalaba dinero a sus clientes cuando se reunían en esas ocasiones. Si un hombre se hacía cliente de otro hombre al que en otro tiempo hubiera odiado hasta el punto de existir entre ellos una enemistad implacable, dicho cliente a partir de entonces serviría a su antiguo enemigo, ahora su patrono, con completa fidelidad incluso hasta la muerte (por ejemplo César el dictador y Curión el joven).