—¡Nafai! —gritó Vas—. ¡Nafai!
Luet estaba en el arroyo, lavando ropa, cuando de repente un pensamiento le llegó con claridad a la mente: (No está muerto.)
¿No está muerto? ¿Quién no está muerto? ¿Por qué iba a estar muerto?
(Nafai no está muerto. Regresará.)
Supo de inmediato que le hablaba el Alma Suprema. Tranquilizándola. Pero no se sintió más tranquila. Sí, le tranquilizaba saber que Nafai estaba bien. Pero ahora quería saber, exigió saber qué había sucedido.
(Se cayó.)
¿Cómo?
(Su pie resbaló en una ladera rocosa.)
Nafai tiene buen equilibrio. ¿Por qué se resbaló? ¿Qué me estás ocultando?
(He observado atentamente a Vas, con Sevet y Obring. Todo el tiempo. Lleva la muerte en el corazón.)
¿Vas tuvo algo que ver con la caída de Nafai?
(Sólo cuando atravesaban la roca comprendí lo que él tramaba. Ya había destruido los tres primeros pulsadores. Yo sabía que se proponía destruir el último, pero no me preocupaba porque hay otras posibilidades. Sólo en el último momento vi en su mente que el modo más sencillo de destruir el último pulsador era conducir a Nafai a un sitio peligroso y empujarle el pie para que se cayera.)
¿Nunca viste ese plan en su mente?
(Durante el descenso él pensaba en un camino hacia el mar. Cómo llegar a la bahía para poder ir caminando a Dorova. Eso era lo único que había en su mente mientras conducía a Nafai en busca de una presa inexistente. Vas tiene una excepcional capacidad de concentración. Sólo pensaba en el camino hacia el mar, hasta el último momento.)
¿No previniste a Nafai?
(Él me oyó, pero no comprendió que oía mi voz. Pensó que era su propio temor, y lo combatió.)
Conque Vas es un homicida.
(Vas es como es. Está dispuesto a todo con tal de vengarse de Obring y Sevet, que lo traicionaron en Basílica.)
Pero parecía tomarlo con calma.
(Sabe actuar con frialdad.)
¿Y ahora qué? ¿Ahora qué, Alma Suprema?
(Observaré.)
Es lo que has hecho continuamente, pero nunca nos previniste sobre lo que veías. Sabías lo que planeaba Vas. Hushidh incluso vio los potentes vínculos que lo unen con Sevet y Obring y nunca le dijiste qué eran.
(Así es mi programación. Me permite observar, no interferir, a menos que el peligro atente contra mis propósitos. Si impidiera que cada persona mala cometiera maldades, ¿quién sería libre? ¿Cómo podrían los humanos ser humanos? Así que les permito trazar sus planes, y observo. A menudo cambian de parecer, libremente, sin mi intervención.)
¿No pudiste estupidizar a Vas para detenerlo?
(Ya te he dicho. Vas tiene gran capacidad de concentración.)
¿Y ahora qué? ¿Ahora qué?
(Observaré.)
¿Se lo has dicho a Volemak?
(Te lo he dicho a ti.)
¿Debo contárselo a alguien?
(Vas lo negará. Nafai ni siquiera sabe que fue víctima de un intento de homicidio. Te lo he dicho a ti porque no confío en mi capacidad para predecir qué hará Vas.)
¿Y qué puedo hacer yo?
(Tú eres humana. Tú puedes pensar cosas que superan tu programación.)
No, no te creo. No puedo creer que no tengas un plan.
(Si tengo un plan, incluye tu capacidad para tomar decisiones.)
Hushidh. Debo hablar con mi hermana.
(Si tengo un plan, incluye tu capacidad de tomar decisiones propias.)
¿Eso significa que no debo consultar a Hushidh, porque entonces mi decisión no sería propia? ¿O significa que consultar a Hushidh es una de las decisiones que debo tomar por mi cuenta?
(Si tengo un plan, es que tomes decisiones propias acerca de tus propias decisiones concernientes a tus propias decisiones.)
Luet notó que estaba sola de nuevo, que el Alma Suprema ya no le hablaba.
Las ropas estaban en la hierba a orillas del arroyo, excepto una bata de Chveya que ella estaba fregando y aún mantenía bajo el agua, congelándose las manos porque no se había movido mientras hablaba con el Alma Suprema.
Debo hablar con Hushidh, así que ésta es la primera decisión que tomaré. Hablaré con Hushidh e Issib.
Pero primero terminaré de lavar estas prendas. Así nadie sabrá que ha sucedido algo. Creo que eso es lo más atinado, impedir que los demás se enteren, al menos por ahora.
A fin de cuentas, Nafai se encuentra bien. O al menos Nafai no está muerto. Pero Vas lleva la muerte en el corazón. Y Obring y Sevet también corren peligro. Por no mencionar a Nafai, si Vas sospecha que Nafai sabe que él intentó asesinarlo. Por no mencionarme a mí, si Vas comprende que yo también sé.
¿Cómo permitió el Alma Suprema que las cosas llegaran a tal extremo? ¿Ella no es responsable de todo esto? ¿No sabe que hemos traído a personas terribles en nuestro viaje?
¿Cómo pudo permitir que viajáramos y acampáramos tantos meses, más de un año, con muchos años por delante, con un asesino?
Porque tenía esperanzas de que no decidiera asesinar. Porque debe permitir que los humanos sean humanos, aun ahora. Sobre todo ahora.
Pero no cuando se trata de mi esposo. Esto va demasiado lejos, Alma Suprema. Corriste demasiados riesgos. Si él hubiera muerto yo jamás te habría perdonado. Me negaría a seguir sirviéndote.
El Alma Suprema no respondió. En cambio, le respondió su corazón: La muerte de un individuo puede acontecer en cualquier momento. No es tarea del Alma Suprema impedirla. La tarea del Alma Suprema es impedir la muerte de un mundo.
Nafai yacía aturdido en la hierba. Era un reborde que la curvatura del peñasco impedía ver desde arriba. Había caído cinco o seis metros, después de patinar en la ladera de roca. Había perdido el aliento, se había desmayado, pero estaba ileso, salvo por el porrazo que se había dado en la cadera al aterrizar. Si no hubiera aterrizado en el reborde, se habría despeñado otros cien metros y sin duda habría perecido.
No puedo creer que haya sobrevivido. Nunca debí tratar de matar al animal desde esa posición. Fue una estupidez. Tenía razón en tener miedo. Debí haber escuchado mis miedos. Si perdíamos el animal, siempre podíamos encontrar otra bestia. Lo que no podremos encontrar de nuevo es otro padre para Chveya, otro esposo para Luet, otro cazador que no sea necesario para otras tareas.
Otro pulsador.
Miró en torno y descubrió que el pulsador no estaba en el reborde. No estaba a la vista. Debió haberlo soltado al caer, y debió haber rebotado. ¿Dónde estaba?
Se arrastró hasta el borde del saliente y se asomó. Sí, una caída recta, salvo por algunas protuberancias que no podían detener la caída del pulsador. Habría rebotado en ellas hasta llegar al pie del peñasco. Si estaba allí, Nafai no podría verlo. Estaría perdido entre las matas. ¿O eran copas de árboles?
—¡Nafai!
Vas, llamándolo.
—¡Estoy aquí! —respondió Nafai.
—¡Gracias a Dios! —exclamó Vas—. ¿Estás herido?
—No —dijo Nafai—. Pero estoy en un saliente. Creo que puedo salir hacia el sur. Estoy diez metros debajo de ti. ¿Puedes ir también hacia el sur? Tal vez necesita tu ayuda. Abajo no hay nada, salvo un precipicio mortal, y no veo ningún modo de llegar adonde estás tú.
—¿Tienes el pulsador? —preguntó Vas. Claro que tenía que preguntarle por el pulsador. Nafai se sonrojó de vergüenza.
—No, debí soltarlo al caer. Tiene que estar al pie del peñasco, a menos que puedas verlo desde allí.