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—No es el arma —dijo Eiadh—. Es la carne. Debemos encontrar carne.

—Y no es sólo una cuestión de ingerir una dieta equilibrada —añadió Shedemei—. Aunque acampáramos aquí y sembráramos de inmediato (y no es temporada, así que de todos modos sería imposible), padeceríamos graves problemas de desnutrición antes de cosechar cereales con suficientes proteínas.

—¿Qué quieres decir con graves problemas? —preguntó Volemak.

—Algunas muertes por inanición, sobre todo entre los niños —dijo Shedemei.

—¡Qué espanto! —gimió Kokor—. ¡Prácticamente has matado a mi hijo!

Su gemido desencadenó un coro de llantos. En medio de esa algarabía, Nafai preguntó en silencio al Alma Suprema: ¿Existe alguna otra manera?

(¿Tienes alguna sugerencia?)

Nafai trató de pensar en un arma de caza que pudiera fabricarse con los materiales disponibles. Recordó que los soldados goraym iban armados con lanzas, arcos y flechas. ¿Servirían para la caza, o sólo eran útiles para la guerra?

Este pensamiento acudió a su cabeza:

(Todo lo que mate a un hombre puede matar a otro animal. Para cazar con lanza se requiere un grupo de cazadores que arrincone la presa, pues de lo contrario es difícil acercarse todo lo necesario para matarla, aun usando una correa para arrojarla a mayor distancia.)

¿Y qué hay del arco y las flechas?

(Un buen arco tiene un alcance cuatro veces mayor que un pulsador. Pero son muy difíciles de fabricar.)

¿Y qué dices de un arco de segunda, con un alcance similar al del pulsador? ¿Podrías enseñarme a fabricar uno?

(Sí.)

¿Y crees que podría encontrar presas con ese arma, o se tarda mucho en aprender a usarlo?

(Se tarda lo que hace falta.)

Tal vez fuera la mejor respuesta que le daría el Alma Suprema, y no era una respuesta tan insatisfactoria. Al menos había esperanzas.

Cuando Nafai se volvió hacia los demás, estaban hostigando a Volemak.

—¿Acaso creéis que yo planeé todo esto? —preguntó—. ¿Creéis que pedí al Alma Suprema que nos trajera a este lugar espantoso, tener los niños en el desierto y errar sin rumbo y sin comida por estos yermos? ¿Creéis que yo no preferiría estar en casa? ¿En una cama?

Volemak sorprendió a todos al sumar sus quejas a las de los otros, pero el efecto no fue tranquilizador. Algunos se atemorizaron al ver que su columna más fuerte revelaba semejante fisura. Y Elemak apenas disimulaba su desprecio por Padre. No era el momento más glorioso de Volemak, notó Nafai, y era totalmente innecesario. Si tan sólo hubiera hecho al Alma Suprema las preguntas que él había hecho, se habría calmado. Había una manera.

Vas habló de nuevo.

—Insisto en que esto es totalmente innecesario. Nafai y yo encontramos un buen camino para bajar por la montaña. Tal vez no podamos llevar los camellos, pero si sólo queremos rodear la bahía para llegar a Dorova, nos bastará con provisiones y agua para un día.

—¿Abandonar los camellos? —preguntó Elemak—. ¿Las tiendas?

—¿Las cajas de almacenaje? —dijo Shedemei.

—Algunos os quedaréis aquí —dijo Mebbekew— y haréis el camino más largo con los camellos. Sin las mujeres y los niños no tardaréis más de una semana, y en el ínterin los demás llegaremos a la ciudad. Al cabo de un par de meses podremos regresar a Basílica, o adonde cada cual desee.

Hubo un murmullo de asentimiento.

—No —dijo Nafai—. No se trata de nosotros, sino de Armonía, del Alma Suprema.

—Nadie me preguntó si quería sumarme a esta noble causa —dijo Obring—, y por mi parte estoy harto de oírla mencionar.

—La ciudad está allá —dijo Sevet—. Podríamos llegar rápidamente.

—Necios —dijo Elemak—. Podéis ver la ciudad, podéis ver la playa por la cual caminaréis para llegar, pero eso no significa que sea una marcha fácil. ¿En un solo día? Ridículo. Os habéis fortalecido en el último año, es verdad, pero ninguno está en condiciones para recorrer semejante distancia con un bebé a cuestas, y menos con los litros de agua que necesitaréis, y la comida. Caminar en la arena es extenuante, y lento, y cuanta más carga llevéis más despacio iréis, con lo cual tendréis que llevar más provisiones para aguantar un viaje más largo, con lo cual tendréis que llevar más bultos y avanzaréis aún más despacio.

—¿Entonces estamos atrapados aquí hasta morir? —gimió Kokor.

—Oh, cállate —dijo Sevet.

:No estamos atrapados —dijo Nafai—, y no tenemos que abandonar la expedición. Antes de que existieran los pulsadores, los seres humanos podían cazar. Hay otras armas.

—¿Qué? ¿Piensas estrangular a los animales? —preguntó Mebbekew—. ¿O usar ese alambre de Gaballufix, para cortarles la cabeza?

Nafai procuró dominar su furia ante la provocación de Mebbekew.

—No. Un arco. Flechas. El Alma Suprema sabe cómo fabricarlos.

—Pues que las fabrique —dijo Obring—. Eso no significa que nosotros sepamos usarlos.

—Por una vez Obring tiene razón —dijo Elemak—. Se necesitan años de adiestramiento para ser buen arquero. ¿Por qué crees que traje pulsadores? Los arcos son mejores, tienen más alcance, no se quedan sin energía, y dañan menos la carne. Pero yo no sé usarlos, y mucho menos fabricarlos.

—Tampoco yo —dijo Nafai—. Pero el Alma Suprema puede enseñarme.

—En un mes, tal vez —dijo Elemak—. Pero no tenemos un mes.

—En un día —dijo Nafai—. Dadme tiempo hasta mañana al caer el sol. Si no he traído carne, entonces aceptaré lo que dicen Vas y Meb. Deberemos ir a Dorova, al menos por un tiempo.

—Si vamos a Dorova, será el final de esta tonta expedición —dijo Meb—. Nunca volveré a montar un camello por nada del mundo, salvo para regresar a casa.

Varios dieron su acuerdo.

—Dadme un día y os daré la razón —dijo Nafai—. Aún nos quedan provisiones, y este sitio es bueno para esperar. Un día.

—Una pérdida de tiempo —dijo Elemak—. Es imposible que lo consigas.

—¿Entonces qué mal te hará dejar que te lo demuestre? Pero yo digo que puedo, con la ayuda del Alma Suprema. El conocimiento está en su memoria. Y aquí es fácil encontrar animales.

—Yo te acompañaré para rastrearlos —dijo Vas.

—¡No! —dijo Euet. Nafai la miró sorprendido, pues hasta ahora ella no había dicho nada—. Nafai debe hacer esto solo. Él y el Alma Suprema. Así ha de ser. —Y miró a Nafai con fijeza e intensidad.

Luet sabe algo, pensó Nafai. Entonces recordó los pensamientos que lo habían acuciado en la montaña esa mañana, la idea de que Vas intentaba matarle. De que Vas había causado su caída. ¿El Alma Suprema le habría hablado claramente a Luet? ¿Mis temores se justificaban? ¿Por eso ella desea que vaya solo?

—Pues partirás por la mañana —dijo Volemak.

—No —dijo Nafai—. Hoy. Espero fabricar un arco hoy, así podré dedicar el día de mañana a la cacería. A fin de cuentas, los primeros blancos pueden escapárseme.

—Qué tontería —dijo Meb—. ¿Quién se cree Nafai que es, uno de los Héroes de Pyiretsiss?

—¡Soy alguien que no consentirá el fracaso de esta expedición! —gritó Nafai—. Eso es todo. Y si no permito que un pulsador roto nos detenga, puedes apostar todos los mocos de tu nariz a que no permitiré que tú te interpongas.

Meb lo miró y se echó a reír.

—Apuesta aceptada, Nyef, mi tierno hermanito. Todos los mocos de mi nariz dicen que fallarás.

—Hecho.

—Sólo que no has precisado qué me darás a mí cuando fracases.

—No importa —dijo Nafai—. No fracasaré.

—Pero si fracasas… serás mi sirviente personal. Las palabras de Meb fueron recibidas con sorna por muchos de los presentes.

—Mocos contra servidumbre —dijo despectivamente Eiadh—. Es justo lo que esperaba de ti, Meb.