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—¿Es decir? —repitió Vas.

—Es decir que lo que debemos hacer es matarle, imbécil —dijo Obring—. ¿Hasta dónde llega tu idiotez?

—Sé a qué se refiere —murmuró Vas—. Pero quería oírlo de sus propios labios, para que luego no afirme que nunca quiso decir tal cosa.

—Oh, entiendo —dijo Elemak—. Te preocupa la responsabilidad. —Elemak no pudo evitar comparar a Vas con Nafai. Pues Nyef, pese a sus defectos, nunca había rehuido su responsabilidad por la muerte de Gaballufix—. Bien, la responsabilidad es mía. Sólo mía, si insistes en ello. Pero eso también significa que, tras la victoria, la autoridad es mía.

—Estoy contigo —dijo Meb—. Sin reservas. ¿Eso significa que cuando todo haya terminado, compartiré esa autoridad contigo?

—En efecto —dijo Elemak. Si alguna vez entiendes qué es la autoridad, cerebro de mandril—. Es así de simple. Pero si no tienes las agallas para hundir el cuchillo junto con nosotros, eso no significa que seas nuestro enemigo. Sólo guarda silencio sobre nuestro plan, colabora para impedir que otros se reúnan con Nafai, y apártate del camino cuando lo matemos… si llegamos a eso.

—Estoy de acuerdo —dijo Obring. Vas también asintió.

—Entonces está hecho.

Nafai despertó en el suelo de la habitación. Sobre él colgaba el bloque de agua. No se sentía distinto.

Pero sintió un cambio cuando se puso a pensar en las cosas. Corno cuando trató de sentir desde dentro si algo había cambiado en su cuerpo. De repente un borbotón de información le invadió la mente. Por un instante fue consciente de todas sus funciones corporales, y recibió un informe detallado sobre todas ellas. Secreciones glandulares, palpitaciones cardíacas, cantidad de materia fecal acumulada en el recto, deficiencia de combustible para sus células, compensación de esta deficiencia mediante sus células de grasa. También se había acelerado el ritmo de curación de sus magulladuras y rasguños, y se sentía mucho mejor.

¿Esto es lo que el Alma Suprema siempre ha sabido sobre mí?

De inmediato llegó la respuesta, y ahora era una voz clara, aún más que cuando el Alma Suprema hablaba por intermedio del índice.

(Nunca supe tanto sobre ti. El manto se ha conectado con cada nervio de tu cuerpo, y presenta un informe continuo sobre tu estado. También toma y analiza muestras de sangre en diversos lugares y actúa varias veces por segundo para mejorar tu estado.)

¿Manto?

De inmediato una imagen relampagueó en su mente. Se vio desde fuera, como el Alma Suprema lo veía por medio de sus sensores. Vio su cuerpo mientras rodaba para alejarse del bloque y se incorporaba. Su piel irradiaba luz. Comprendió que la mayor parte de la iluminación de la sala surgía de él. Se vio pasándose las manos por la piel tratando de palpar el manto. Pero no sintió nada que se diferenciara de su piel normal.

Se preguntó si siempre brillaría de ese modo, si su casa siempre se iluminaría así cuando él estuviera dentro.

En cuanto lo pensó, llegó la respuesta del Alma Suprema.

(El manto responde a tu voluntad. Si deseas que se oscurezca, lo hará. Si deseas que acumule una potente carga eléctrica, lo hará, y puedes señalar con el dedo y enviar un arco de energía en la dirección que escojas. Nada puede dañarte mientras la uses, y puedes ser muy peligroso para los demás, pero si no deseas dañar a nadie, el manto será pasivo. Tus hijos pueden dormir en la oscuridad, y puedes abrazar a tu esposa como de costumbre. En verdad, cuanto más contacto físico tengas con los demás, más se extenderá el manto para incluirlos e incluso responder, en cierta medida, a tu voluntad.)

¿Conque Luet también usará este manto?

(Por tu intermedio, sí. La protegerá, le dará mejor acceso a mi memoria. ¿Pero por qué me preguntas estas cosas? En vez de pensar preguntas, ¿por qué no proyectas la mente hacia atrás y tratas de recordar, como si siempre hubieras sabido acerca del manto? Los recuerdos acudirán fácil y claramente a tu mente. Sabrás todo lo que es preciso saber.)

Nafai lo intentó, y de pronto no tuvo más preguntas sobre el manto. Comprendió qué significaba ser el capitán de la nave. Incluso entendió exactamente qué necesitaba hacer para preparar la nave para la partida.

—No tenemos vidas suficientes entre todos nosotros, aun con nuestros hijos, para hacer todo esto —dijo Nafai.

(Te dije que te daría herramientas. Algunos aspectos de los robots son irrecuperables, pero otros elementos pueden utilizarse. Las máquinas mismas están en buenas condiciones, es sólo mi programa de control el que se ha deteriorado. Algunas partes pueden reactivarse, y entonces tú y los demás podréis poner a los robots a hacer las tareas repetitivas bajo vuestra dirección. Ya verás.)

Y Nafai «recordó» lo que el Alma Suprema había determinado como posible. Se requeriría un intenso trabajo de varias horas para poner los robots en funcionamiento, pero era posible. Recordaba cómo.

—Pondré manos a la obra —dijo—. ¿Hay algo de comer aquí?

En cuanto lo preguntó, recordó que allí no había comida. Le fastidiaba profundamente tener que marcharse de ese lugar para ir a cazar.

—¿No puedes traer a los demás? Que traigan comida y… no veo por qué debemos viajar un día entero cada vez que alguien venga aquí. Podemos reconstruir nuestra aldea aquí. Hay agua en abundancia en las colinas del sur, y mucha madera. Podemos pasar una semana haciendo eso y ahorrarnos muchos días de viaje por año, hasta que las naves estén preparadas.

(Pasaré la voz. O tú mismo puedes decírselo.)

—¿Yo mismo? —Y entonces recordó. Como la memoria del Alma Suprema ahora era «su» memoria, podía hablar con los demás por intermedio del índice. Eso hizo.

—No iréis —dijo Elemak.

Zdorab y Volemak lo miraron desconcertados.

—¿A qué te refieres? —dijo Volemak—. Nafai necesita comida, y debemos preparar la nueva aldea. Pensé que querrías venir.

—Y yo digo que no iréis. Nadie irá. No mudaremos la aldea, y nadie se irá de aquí para reunirse con Nafai. Su intento de adueñarse del poder ha fracasado. Desiste, Padre. Cuando Nyef esté hambriento, regresará.

—Soy tu padre, Elya, no tu hijo. Puedes decidir que no irás, pero no tienes autoridad para detenerme.

Elemak tamborileó con un dedo sobre la mesa.

—A menos que estés amenazando con usar violencia contra tu padre —dijo Volemak.

—He anunciado la ley de este lugar —dijo Elemak—. Nadie sale de la ciudad sin mi permiso. Y no tenéis mi permiso.

—¿Y si desobedezco esa orden presuntuosa e ilegítima? —dijo Volemak.

—Entonces ya no perteneces a Dostatok —dijo Elemak—. Si te sorprenden merodeando por aquí, serás tratado como un ladrón.

—¿Crees que los demás aceptarán esto? —preguntó Volemak—. Si alzas tu mano contra mí, sólo te ganarás el rechazo de los demás.

—Me ganaré su obediencia —dijo Elemak—. Te advierto, no fuerces la situación. Nadie le llevará comida a Nafai. Él vendrá a casa, y esta farsa de las naves estelares terminará.

Tanto Volemak como Zdorab guardaron silencio. Sus rostros eran inescrutables.

—De acuerdo —dijo Volemak. Elemak se sorprendió. ¿Acaso Padre cedía tan fácilmente?

—Nafai dice que regresará. Tiene sus primeros robots en funcionamiento. Regresará dentro de una hora.

—¿Una hora? —exclamó Meb—. Vaya, pero se suponía que Vusadka estaba a un día de viaje.

—Nafai ha puesto en funcionamiento las paritkas. Si funcionan bien, no tendremos que mudar la aldea.

—¿Qué es una paritka? —preguntó Meb.

No preguntes, tonto, pensó Elemak. Sólo le haces el juego.

—Un vehículo volante —dijo Volemak.

—Y supongo que hablas con Nafai en este mismo instante.