El mismo río se había labrado un nuevo canal a una mina o así de su posición en el siglo XIX; parecía haber cortado el arco de Hampton a Kew, por lo que ahora Twickenham y Teddington estaban en la orilla este, y me parecía que el valle era más profundo que en mi época, o quizá Richmond Hill había sido levantada por algún otro proceso geológico. Recordé un desplazamiento similar del Támesis en mi primer viaje en el tiempo. Por tanto, me dio esa impresión, las discrepancias de la historia humana eran como la espuma del mar; bajo ellas, los lentos procesos geológicos y erosivos ejecutaban igualmente su paciente labor.
Me paré un momento para echar un vistazo desde la colina hasta el parque, porque me preguntaba durante cuánto tiempo habían sobrevivido a los vientos del cambio aquellos viejos bosques y las manadas de ciervos. Ahora el parque no sería más que un desierto oscuro, poblado sólo por cactus y unos pocos olivos. .Sentí que se me endurecía el corazón. ¡Puede que aquellos Morlocks fuesen pacientes y sabios —quizá su industriosa búsqueda del conocimiento en la Esfera fuese digna de elogio—, pero era vergonzoso cómo habían dado la espalda a la vieja Tierra!
Llegamos a la puerta del parque de Richmond, cerca de Star y Garter, a una media milla de donde había estado mi casa. Habían construido una plataforma rectangular de cristal sobre una extensión plana de tierra; la plataforma relucía a la luz de las estrellas. Parecía haber sido fabricada con el mismo material maravilloso que el Suelo de la Esfera; y en su superficie habían sido invocados gran variedad de podios. y divisiones que había aprendido a reconocer como las herramientas características de los Morlocks. Ahora estaban abandonadas; no había nadie excepto Nebogipfel y yo. Y allí, en el centro de la plataforma, vi un montón tosco y feo de níquel y cobre, con marfil como huesos blancos que brillaba bajo la luz de las estrellas, y un asiento de bicicleta en medio: era la Máquina del Tiempo, evidentemente intacta, ¡y lista para llevarme a casa!
22. ROTACIONES Y ENGAÑOS
El corazón se me salía; sentí dificultades para seguir caminando con normalidad detrás de Nebogipfel, pero lo hice. Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta y agarré las dos palancas de control. Ya estaba lo bastante cerca para ver los lugares en los que tenía que insertar las palancas para operar la máquina, ¡y tenía la intención de arrancarla en cuanto pudiese, y alejarme de aquel lugar!
—Como puede ver —decía Nebogipfel—, la máquina no ha sufrido daños. La hemos movido, pero no hemos intentado comprobar cómo funciona internamente.
Busqué distraer su atención.
—Dígame: ¿ahora que han estudiado mi máquina, y escuchado mis teorías sobre el tema, cuál es su impresión?
—Su máquina es un logro extraordinario, por delante de su tiempo.
Nunca he tenido mucha paciencia con los halagos.
—Pero es la plattnerita lo que me permitió construirla —dije.
—Sí. Me gustaría estudiar esa plattnerita más de cerca. —Se puso las gafas, y examinó las brillantes barras de cuarzo de la máquina—. Hemos hablado un poco de múltiples historias: de la posible existencia de distintas versiones. del mundo. Usted mismo ha presenciado dos…
—La historia de los Elois y los Morlocks, y la historia de la Esfera.
—Debe imaginar esas versiones de la historia como corredores paralelos que se extienden por delante de usted. Su máquina le permite recorrer uno de los corredores. Los corredores existen independientemente de los demás: desde cualquier punto, un hombre que observase un corredor vería una historia completa y autoconsistente. No podemos saber nada de otro corredor, y un corredor no puede influir en otro.
»Pero en algunos corredores las condiciones pueden ser muy diferentes. En algunos, incluso las leyes de la física pueden cambiar…
—Siga.
—Dice que el funcionamiento de la máquina depende de un giro del Espacio y el Tiempo —dijo—. Convirtiendo un viaje en el Tiempo en un viaje por el Espacio. Bien, estoy de acuerdo: así es, exactamente, como produce su efecto la plattnerita. ¿Pero cómo lo consigue?
»Imagine —dijo— un universo, otra historia, en la que ese giro Espacio-Tiempo es muy exagerado.
Continuó describiendo una variante del universo casi más allá de mi imaginación: donde la rotación era parte integrante de la misma estructura del universo.
—La rotación está en cada punto del Espacio y el Tiempo. Una piedra, lanzada desde cualquier punto, parecería seguir una trayectoria en espiraclass="underline" su inercia actuaría como un compás, dando vueltas alrededor del punto de lanzamiento. Incluso algunos piensan que nuestro propio universo podría sufrir una rotación de ese tipo, pero a una escala inmensamente lenta: le llevaría cientos de miles de millones de años el completar un solo giro …
»La idea del universo rotatorio fue descrita por primera vez unas décadas después de su época, por Kurt Gödel de hecho.
—Gödel. —Me llevó un momento el recordar el nombre—. ¿El hombre que demostró la imperfección de la matemática?
—El mismo.
Caminamos hacia la máquina, y mantuve los dedos alrededor de las palancas. Planeaba colocarme en el lugar más adecuado para alcanzar la máquina.
—Dígame cómo explica eso el funcionamiento de la máquina.
—Está relacionado con el giro de ejes. En un universo en rotación, es posible un viaje por el espacio pero que acabe en el pasado o el futuro. Nuestro universo gira, pero tan lentamente que tales trayectorias tendrían cientos de miles de millones de años luz de largo, ¡y llevaría un millón de millones de años el recorrer una de ellas!
—No tendría muchas aplicaciones prácticas.
—Pero imagine un universo de densidad mucho mayor que el nuestro: un universo tan denso como el corazón de un átomo de materia. Allí, una rotación se completaría en una fracción de segundo.
—Pero no vivimos en un universo así. —Señalé con la mano a mi alrededor—. Es evidente.
—¡Pero usted quizá sí lo haga, durante una fracción de segundo, gracias a su máquina, o al menos a su parte de plattnerita.
»Mi hipótesis es que, por alguna propiedad de la plattnerita, la Máquina del Tiempo va y viene de ese universo ultradenso, y ¡en cada paso utiliza el giro de ejes de la realidad para viajar en bucles del pasado al futuro! Así que hace una espiral por el tiempo…
Pensé en esas ideas. Eran extraordinarias —¡por supuesto!— pero, me parecía a mí, no mucho más que una extensión fantástica de mis propias ideas preliminares sobre la interrelación entre el Espacio y el Tiempo, y la fluidez de sus ejes. Además, mi impresión subjetiva del viaje en el tiempo estaba condicionada por una sensación de giro, de rotación.
—Esas ideas son sorprendentes, pero creo que es necesario considerarlas en mayor profundidad —le dije a Nebogipfel.
Me miró.
—Su flexibilidad mental es impresionante, para un hombre de su periodo evolutivo.
Apenas escuché ese comentario. Ahora estaba lo bastante cerca. Nebogipfel tocó uno de los carriles de la máquina con un dedo cauteloso. El artefacto brillaba, desmintiendo su masa, y una brisa agitó los finos pelos del brazo de Nebogipfel. Retiró la mano. Yo miré fijamente las ranuras, repasando en mi cabeza los actos de sacar las palancas de los bolsillos y colocarlas en ellas. ¡Me llevaría menos de un segundo! ¿Podría completar la acción antes de que Nebogipfel me dejase inconsciente con el rayo verde?
La oscuridad me rodeaba y el olor a Morlock era intenso. En un momento, pensé con algo de impaciencia, me habré ido de aquí.
—¿Pasa algo?
Nebogipfel me miraba a la cara con sus ojos grandes y oscuros, y estaba derecho y tenso. ¡Ya sospechaba! ¿Me había traicionado a mí mismo? Ya, en la oscuridad que me rodeaba, supe que los cañones de incontables armas debían de estar apuntándome. ¡Tenía unos segundos antes de estar perdido!