– Muy bonita, Melrose, para ser imitación.
Las damas se retiraron a la sala, dejando a Jury y a Melrose con el oporto. Decir que se retiraron quizá no sea una descripción muy apta en lo que a Lady Ardry se refiere. Por fin Vivian logró sacarla del comedor, pero Agatha se las arregló para hacer nuevas incursiones pues regresó a buscar objetos varios que parecían habérsele caído: pañuelos, botones y la pulsera, que dejó en un envoltorio desprolijo sobre la mesa como si su magnificencia roja y verde fuera un puñado de aceitunas.
Cuando por fin se fue con ella, Jury dijo:
– Un regalo muy generoso, señor Plant.
– Creo que ella no se dio cuenta del simbolismo del rojo y el verde. Los colores de Navidad. Me pareció agradable. – Estudió la punta del cigarro y la sopló para hacerla arder.
– Discúlpeme la pregunta, pero, ¿qué le regaló ella?
– Nada – Plant sonrió -. Nunca me regala nada. Dice que está ahorrando para un regalo muy especial, algo en lo que está pensando hace años. ¿Qué será? ¿Un nuevo auto preparado por el IRA?
Jury sonrió.
– Tengo algunas ideas que me gustaría comentarle sobre estos asesinatos.
– Adelante.
– Bueno, lo que me intriga es la extravagancia del asesino. ¿Qué tipo de mente idearía algo así?
– Muy fría. Puede haber un psicópata detrás de todo esto, pero que tiene su peculiaridad ben disimulada. Estoy de acuerdo con usted. El asesino hace todo de una manera muy pública. Si uno quiere matar a alguien, ¿por qué no hacerlo privadamente?
Jury sacó un ejemplar de la primera página del Weatherington Chronicle del bolsillo del saco.
– Creo que puedo darle una buena razón. – Señaló con el dedo el titular “Continúan los crímenes en las posadas”. Había un largo relato del asesinato de Ruby Judd, seguido por una breve reseña del asesinato de Creed. – O este asunto de las posadas significa algo o…
Melrose Plant hizo un aro de humo.
– Hay una afirmación, inspector, que ha descifrado probablemente un millón de años de especulación filosófica. “O significa algo o no”.
– Señor Plant, por momentos me alegro de no ser su tía.
– Siga diciendo cosas como la que acaba de decir y no me daré cuenta de la diferencia.
– Señor Plant, tenga cuidado, puedo arruinarle la coartada.
– No lo haría.
– ¿Y si hay más de un asesino? ¿Qué le parece? Usted sólo está a cubierto con el crimen de Creed.
– Volvamos a nuestras teorías. ¿El asesino está tratando de llegar a algo con esto de las posadas? ¿Qué si hubiera oro escondido en una mesa plegable? O quizá Matchett tiene el cartel de su posada pintado por Hogarth y no lo sabe, aunque eso suena bastante improbable. Quizá este asunto de las posadas sea una cortina de humo.
– Así que a usted también se le ocurrió. Además, a veces el modo más público de cometer un crimen es el más privado, como aquel asunto de la “carta robada”. Ocultar las cosas a la vista de todos. Y como el asesino no ha escondido los cuerpos, bueno, quizá lo que trata de ocultar es el motivo.
– A excepción del cuerpo de Ruby Judd. Hay allí dos pequeñas diferencias: fue enterrada y no era una forastera.
– Las variantes son lo más interesante del caso. Aunque no habría ninguna diferencia cuando se encontraron los otros cuerpos, sí la hizo en el caso de Ruby Judd.
– ¿Pero por qué mataron a Ruby Judd? – Melrose hizo girar la copa de oporto.
– Quizá porque sabía algo sobre alguien del pueblo.
– ¿Chantaje? Dios santo, ¿en qué hemos estado metidos?
Jury respondió indirectamente.
– Hay indicios de que Ruby tuvo algo que ver con Oliver Darrington. – Plant quedó azorado. – Sí, creo que esa chica era muy activa.
– ¿Esa campesina gordita? – Plant sacudió la cabeza. – Algunos hombres tienen gustos extraños.
– Incluyendo a Marshall Trueblood.
Melrose casi dejó caer la botella de oporto.
– Está bromeando.
Jury sonrió.
– Admito que Trueblood parece el blanco de los chistes en Long Piddleton.
– Sí. Pero, para mí, toda broma sobre la raza, la religión o las inclinaciones sexuales de un hombre siempre han sido de pésimo gusto. Por lo general uno no puede remediar esas cosas. No es que me caiga bien. – Melrose sacudió la cabeza descreído. – ¿Así que Trueblood se acostaba con Ruby?
– Una sola ve, según me dijo. Pero hay cosas en el pasado de Trueblood, como en el de Darrington, que a ninguno de los dos le gustaría remover y Ruby quizá se enteró de algo. También tenemos a los Bicester-Strachan.
– Yo voto por Lorraine. Es capaz de matar a cualquiera por proteger su santa reputación.
Agatha entró en el comedor justo en ese momento, con la excusa de que necesitaba un poco de coñac para aliviar un horrible dolor de cabeza.
– Tráigame una copa, por favor, Ruthven.
Ruthven, que acababa de entrar en ese momento para retirar el servicio, se volvió altivo y dijo:
– Mi nombre se pronuncia como se lo ha dicho Su Señoría tantas veces.
– ¿Entonces por qué se escribe Ruthven?
– Así se lo escribe, señora. – Ruthven se encaminó a la cocina, con la bandeja en la mano.
– ¡Caramba! – Agatha se volvió a Melrose. – ¿Así permites que te hablen los sirvientes? ¿Qué calumnias has estado derramando sobre Lorraine Bicester-Strachan?
Justo frente a la puerta de la cocina; Ruthven se volvió y dijo; casi gritando:
– ¡Hay gente que jamás pronunciará bien los nombres! – Dio media vuelta y se fue a la cocina.
Agatha quedo boquiabierta.
Melrose sonrió, orgulloso de su mayordomo.
– Piensa, Agatha, que Ruthven te ha absuelto.
Ella giró en redondo y salió furiosa.
Plant retomó el tema que Agatha había interrumpido.
– Creo que Bicester-Strachan sería mi última opción. Ese anciano y encantador jugador de ajedrez…
– He visto a ancianos y encantadores jugadores de ajedrez hacer cosas extrañas. Tenemos también a Simon Matchett.
Los ojos verdes de Plant resplandecieron y exclamó:
– ¡Él! Cómo me gustaría saber más sobre su esposa y ese sórdido asunto para refregárselo en la narices a Vivian, ¡muchacha tonta!
– Parece que tiene ciertos prejuicios hacia algunos de los sospechosos, señor Plant – dijo Jury -. Usted se opone completamente a que se case con la señorita Rivington, ¿no?
– ¿Usted no se opondría?
Jury prefirió estudiar su plato antes que contestar directamente.
– No entiendo por qué, si es que están comprometidos, no se deciden de una vez por todas – alcanzó a musitar.
– Yo tampoco. Ese “compromiso” es obra de Isabel. Ha estado empujando a uno a los brazos del otro, aunque juro que no entiendo por qué. Es muy raro.
– No tanto si…
– ¿Si qué?
– Nada – dijo Jury -. ¿Qué piensa de esa historia de la muerte accidental del padre?
– Qué raro que me haga esta pregunta, porque a menudo he pensado en eso. Vivian está completamente convencida de que era una malcriada que se pasaba todo el tiempo peleando con el padre. Estará de acuerdo en que es muy difícil imaginarse a Vivian como un diablillo cuando chica. No sólo eso, sino que además tenía siete u ocho años cuando él murió. ¿No tiende uno a esconder las experiencias más traumáticas de la niñez? Sin embargo, Vivian suele contar todos los detalles de lo ocurrido en esa oportunidad como si hubiera sido ayer. – Melrose inspeccionó la punta del cigarro antes de tirar la ceniza. – Me gustaría saber quién ha estado rellenando los huecos vacíos de su memoria.
– ¿Piensa que Isabel le pudo haber pintado el cuadro?