– Te mentí.
– ¿Dónde está el superintendente Racer? – preguntó Jury, queriendo asegurarse de los lugares que debía evitar.
– No lo sé. Le arreglé el cuarto primorosamente, nunca tengo inconvenientes en hacer todo lo que esté a mi alcance. Pero ese hombre asqueroso entró, miró a su alrededor, dio media vuelta y se fue. Con razón el país está como está.
– Perdóneme, señor – dijo Ruthven, luego de una discreta tosecita -. Pero creo que el superintendente se alberga en la posada del señor Matchett. Creo que quería estar en la escena del crimen. – Ruthven no parecía muy entusiasmado.
– Gracias, Ruthven. – Jury sonrió para sí. Matchett tenía la mejor bodega en millas a la redonda y además la mejor cocina.
– ¿Martha está lista? – preguntó Plant. Ruthven asintió -. Y usted a preparó la antesala. Bien, bien.
Jury vio entonces que en la antesala al final de la habitación habían puesto una cortina, como si fuera un pequeño escenario. Las puertas ventanas daban al jardín, cubierto de nieve. Pero en lugar de la mesa con sus sillas Reina Ana que siempre había frente a la ventana, habían colocado una especie de chaise longue y la habían cubierto con almohadas y colchas de terciopelo, de modo que parecía una cama.
– ¿Qué pasa? – preguntó Jury.
– No me lo pregunte a mí – dijo Agatha, tocándose el amplio pecho con la mano -. Será otra de las locuras de Melrose. Siempre ha sido teatral.
– Si dejan de quejarse podremos continuar – dijo Vivian -. Aunque debo admitir que a mí también me gustaría saber qué es.
– No tienen por qué saber nada – dijo Melrose -. Cumplan con los papeles asignados. Ahora, inspector, si nos permite unos segundos, mi elenco y yo debemos ensayar.
Ruthven escoltó a Jury fuera de la habitación, como si lo llevara en custodia. Lo dejaron observando las picas y las lanzas en el pasillo. A los pocos minutos vio a una mujer (que debía de ser Martha, la esposa de Ruthven) avanzar por el vestíbulo y hacerle una breve reverencia. Luego entró en la sala. A los diez minutos Plant abrió la puerta y lo llamó.
Plant puso una silla para Jury a unos tres metros del telón.
– Muy bien, inspector Jury. Vamos a representar una escena, mejor dicho, parte de una escena de Otelo. Yo seré Otelo, Martha será Emilia y Vivian será Desdémona. Bien, ¿todos saben sus papeles?
Agatha dijo con agresividad:
– Ustedes tienen papeles. Lo único que yo tengo que hacer es…
– No hables de lo que tienes que hacer, sólo hazlo – dijo Melrose.
– Todavía no entiendo por qué no soy Desdémona. Después de todo, Vivian es…
– ¡Dios! ¡No estamos haciendo una prueba para la Royal Shakespeare Company!, no es más que una demostración para el inspector. Tiene que verlo. Vayan detrás del telón y hagan lo que es dije.
Lady Ardry se fue, enfurruñada.
– Ni siquiera abro la boca.
– Si te diera un parlamento, no pararías en toda la tarde.
Agatha le hizo una mueca a Melrose sin que éste la viera y se escabulló detrás del telón.
Melrose se volvió hacia Martha, la cocinera.
– Ahora, Martha, lea las líneas que le marqué y no se preocupe por cómo salgan. – Martha se ruborizó. Parecía considerar esa pantomima como su debut teatral.
– Hagan de cuenta que este sector es el escenario. El sitio donde están las cortinas es la cama de Desdémona. Hace un rato que Otelo está en el escenario con Desdémona. Se habla del pañuelo, de Yago, etcétera. Vivian, quiero decir Desdémona, está en la cama.
Vivian tomó su lugar, se acostó con bastante torpeza entre las almohadas y dijo:
– “¡Matadme mañana! ¡Déjame vivir esta noche!”.
– Acá las indicaciones de escena dicen “La ahoga”. – Melrose tomó una almohada de la cama y la sostuvo encima de la cara de Vivian. Luego se apartó, dejó caer la almohada y corrió la cortina. Martha, de pie a la izquierda, luego de observar muy concentrada la escena anterior, avanzó y simuló golpear ante una puerta invisible.
– “¿No está del todo muerta?”.
Luego avanzó, descorrió la cortina y dejó ver a Desdémona, parcialmente cubierta por la ropa de cama y las almohadas en desorden. Levantó la almohada y la bajó, diciendo:
– “¡No quiero prolongar tu sufrimiento!”. – Desde la cama se oyó otra vez un ruido de quejidos y temblores.
Mientras tanto Martha seguía simulando dar fuertes golpes a la puerta invisible con los puños. Melrose se levantó de la cama, donde estaba inclinado sobre la pobre Desdémona y volvió a correr la cortina. Fue hasta la puerta invisible, hizo como que la abría y Martha entró, leyendo sin entonación:
– “¡Oh, mi buen señor! / Quisiera deciros / una palabra”.
Plant apoyó la mano sobre el brazo de ella.
– Está bien, Martha. Ya probamos lo que queríamos. Aquí, inspector, hay que hacer un cambio. En el texto, Emilia va a la cama y Desdémona dice: “Encomiéndame a mi buen Señor” y muere. Eso lo habrán omitido. Porque Desdémona – dijo Melrose, descorriendo la cortina – ya está muerta.
Agatha se incorporó en la cama, restregándose el cuello y diciendo:
– Lo hiciste a propósito. Casi me matas, estúpido.
Mientras tanto, Vivian entraba por la puerta ventana desde afuera, temblando de frío.
– Por Dios, Melrose, la próxima vez que quieras que haga de Desdémona, dame un saco. Me estoy helando.
Jury quedó mudo de sorpresa. Un pequeño cambio. Había habido un pequeño cambio: el cuerpo drogado de Celia Matchett colocado sobre la cama en lugar de Harriet Gethvyn-Owen. Jury aplaudió.
Melrose hizo una reverencia y dijo:
– Eso es todo, señoras. Gracias.
Agatha, que se había bajado de la cama y acomodado la pollera, lo miró con la boca abierta.
– ¿Qué? ¿Nos arrastras hasta aquí, nos haces pasar por esa ridícula charada, y ahora no nos explicas de qué se trata? ¡Idiota!
Hasta Vivian pareció incomodarse.
– Sí, es verdad, Melrose. ¿Qué es esto?
Ella lo ignoraba, pero Melrose Plant acababa de salvarle la vida, pensó Jury.
Después de que Plant se libró de las mujeres, él y Jury se sentaron junto al fuego con un whisky y los bocadillos que Martha pudo preparar luego de su breve contacto con las tablas.
– No había que ser una actriz excepcional para decirle algunas palabras a la mucama imitando a Celia Matchett.
– No. Y supongo que tendría la ropa de Celia debajo de la de Desdémona y el peinado de ella debajo de la peluca. Probablemente primero se cuidó de que la habitación no estuviera bien iluminada. Tenían que asegurarse de que alguien viera a “Celia” viva mientras la obra se representaba. En realidad estaba muerta sobre el escenario. – Plant encendió un cigarro.
– Sobre el escenario. Dios, qué coraje, estrangularla delante de todo el mundo.
– ¿Le parece que estaba drogada? – preguntó Plant -. Seguramente Matchett la llevó hasta el lugar cubierto por la cortina antes de la escena. Había otra cortina detrás de la cama. Por eso Celia pudo salir y volver a entrar. Cuando cerré la cortina Vivian, es decir, Harriet, se levantó de la cama, salió por la puerta ventana y Agatha se metió en la cama. Claro que Harriet habrá tenido que levantar a Celia y colocarla allí, vestida con un traje de Desdémona idéntico al suyo. Pero desde lejos, entre las almohadas y la ropa de cama y con Otelo tapando la visión, nadie del público habrá podido sospechar que había dos Desdémonas, ¿no le parece?