– Entonces la chica Gethvyn-Owen salva los pocos metros que la separan de la oficina de Celia, se saca el traje y la peluca y se sienta al escritorio – dijo Jury -. Viene Daisy Trump, y supone que la mujer sentada frente al escritorio es Celia. Después Harriet regresa al escenario y coloca el cuerpo ya muerto de Celia en a oficina. La señora Matchett era una mujer menuda, no habrá tenido problemas. Además, eran uso pocos metros. Entonces Harriet estuvo libre para volver a escena. ¡Dios, qué coraje!
– Pero con esa sangre fría, me llama la atención que no haya salido de su cama en el escenario, y haya ido a la oficina de la Matchett para matarla allí mismo. Mucho más simple – dijo Melrose.
– ¿Le parece? ¿Habría hecho usted lo mismo en el lugar de Harriet? ¿Habría permitido que su amante tuviera una coartada perfecta, mientras usted no tenía ninguna? Era una mujer de mucha sangre fría, pero nada tonta, al parecer. De esta manera, los dos estaban comprometidos – dijo Jury. Luego se encogió de hombros. – Claro que la posibilidad de que haya matado a Celia en la oficina sigue en pie, de no ser por estos cuatro asesinatos cometidos en Long Piddleton para mantener oculto lo sucedido dieciséis años antes. – Jury se inclinó hacia adelante. – Mi teoría es que Ruby Judd encontró la pulsera cerca de la cama del escenario. Para Simon Matchett habrá sido una sorpresa mayúscula, ¿no? ¿Qué diablos hacía la pulsera de su esposa, la pulsera que ella usaba siempre, en el brazo de Ruby Judd dieciséis años después? Habrá adivinado dónde la había encontrado la muchacha. No tenía modo de recuperarla. Se habrá sentido en peligro de que ella recordara. – Jury se sirvió más whisky. – Entonces descubre que más de una persona sabe lo ocurrido. Quizá Ruby habló con el tío Will para pedirle consejo. Entonces Will se puso en contacto con su viejo amigo Ansy el mariposón. No interesa cuál de los dos conocía a Creed. Piense en esto: habrá sido un horrible juego de dominó para Matchett. Primero descubre que Ruby se lo ha contado a su tío; después el tío le hace saber que le ha contado a Hainsley y quizás a Creed. Matchett tenía que hacer venir a Hainsley y a Creed aquí. Corría contra el reloj y no podía irse del pueblo. Siendo actor, no le habrá sido difícil imitar la voz de Smollett y hacerlos venir. Eso explicaría el carácter fantástico de los asesinatos. No podía andar por Long Piddleton con una pala para enterrarlos. Así que hace lo contrario: los exhibe. Qué osadía. De esa manera, podíamos pensar que se trataba de un maniático.
– ¿Le parece que Ruby estaba chantajeando a Matchett?
– Me parece que era chantaje sexual. Quizá creyó que podría obligarlo a casarse con ella. Después de todo, lo intentó casi con todos los hombres del pueblo, y Matchett es el más atractivo de todos.
– ¿Adónde iba cuando se fue, si no a encontrarse con alguien? Muchacha estúpida. Sin embargo, dejó la pulsera. Y no hay que olvidar el diario.
– Small y sus amigos pensaban chantajear a Matchett, pero Matchett no tenía demasiado dinero. En cambio, Vivian Rivington sí. Por eso, Matchett tenía que casarse con Vivian para conseguirlo, no se olvide.
– Y le habrá dicho a Ruby que, después de conseguir el dinero, se desharía de Vivian y se casaría con ella. Con franqueza, creo que Matchett puede convencer a cualquier mujer de cualquier cosa. Como a… – Jury se detuvo. Dejó que las palabras flotaran en el aire.
– ¿Cómo a quién?
– Como a Isabel Rivington, por ejemplo.
Plant quedó en silencio un instante.
– ¿Qué quiere decir?
– ¿Nunca le llamó la atención el hecho de que Isabel, que parecía enamorada de Matchett, empujara a Vivian hacia él? Sin contar con que además perdería el control que tenía sobre el dinero.
– No estará sugiriendo que Simon e Isabel tenían una especie de “arreglo”, como el que quizá tenían Simon y Ruby…
– Sí, claro. Aunque dudo que alguna vez lleguemos a saber la verdad. Es lo que siempre pensé.
Melrose miró a Jury un largo rato.
– ¿Qué le habrá pasado a Harriet Gethvyn-Owen?
Jury reflexionó.
– Lo que me pregunto, en realidad, es qué iba a pasarle a Vivian Rivington.
Bebieron el whisky con soda, se miraron y luego miraron el fuego.
CAPÍTULO 19
Jury estaba demorando todo lo posible el agotador e inevitable encuentro con el superintendente en jefe Racer. Pensó que quizá pudiera detenerse en la posada Jack and Hammer y pedirle a la señora Scroggs que le preparara algo de comer.
Al llegar a la senda que llevaba a la iglesia frenó y estacionó el auto. La iglesia era un lugar improbable de encuentro con el superintendente Racer, y él necesitaba tiempo para pensar.
El interior de la iglesia de St. Rules estaba tan húmedo y frío como a primera hora de la mañana y casi igual de oscuro. Se sentó en uno de los bancos de atrás y vio cómo la débil luz del crepúsculo se iba desvaneciendo en los pasillos y los rincones. Se acomodó en el banco duro y miró a su alrededor, los arcos, los adornos en el techo, el púlpito de tres pisos y la mesita negra a un costado que exhibía los himnos que la congregación habría cantado esa mañana durante el servicio. Los libritos de himnos estaban alineados sobre el estrecho estante del banco frente a él. Jury tomó uno, lo abrió y entonó unas notas de Adelante, soldados de Cristo. Luego, sintiéndose un poco tonto, cerró el libro y miró la portada distraído.
En letras doradas algo gastadas se leía: Himnos. Era pequeño y encuadernado en cuero rojo. La voz de la señora Gaunt (¿o la de Daphne?) le resonó en los oídos. “Entré y la vi escribiendo en su diario. Un cuadernito rojo”.
No le llevó más de quince minutos a Jury recorrer todos los bancos, tomar todos los libros de himnos y volver a colocarlos en su lugar, hasta que por fin lo encontró: era un poco más grueso que los demás y de otro tono de rojo, más chillón. Fácil de descubrir, pero sólo si uno lo estaba buscando, ya que casi todos los libros estaban ocultos en parte por el reborde del estante que los fijaba contra el respaldar del banco. Si uno de los fieles se hubiera sentado justo allí el domingo anterior, lo habría hallado. Pero había más libros que fieles. ¿Lo habría dejado Ruby como un seguro contra algo, como la pulsera? ¿O sólo lo había olvidado?
En el lugar de la portada donde debía estar la palabra Himnos aparecía la palabra Diario con letras cursivas doradas. Letras de imprenta, muy grandes, embellecían la primera página: perteneciente a Ruby Judd.
La luz había desaparecido por completo. Jury había tenido que usar la linterna en su búsqueda por los bancos. Llevó el libro hasta el púlpito, subió la escalerita y dobló el cuello de la lámpara de bronce hacia abajo, de modo que la luz diera de lleno sobre las páginas del libro. Las páginas que cubrían los primeros meses del año incluían las tonterías de siempre sobre muchachos de Weatherington u hombres en Long Piddleton (comerciantes y un viajante; nada sobre Trueblood ni Darrington) la cháchara almibarada que era de esperar. Más adelante empezaba a aparecer el tema de Simon Matchett, intercalado con comentarios sobre Trueblood (sorprendentemente bueno en la cama para un hombre con tan peculiares inclinaciones sexuales) y Darrington (sorprendentemente malo), pero volvía siempre a Matchett, que era “tan apuesto”. Ojos como el Rydal Water. Jury se emocionó ante esa metáfora sorprendentemente hermosa de la joven Ruby Judd. Pensar que Daphne puede verlo, mientras yo estoy clavada aquí con el Guardián (la señora Gaunt, sin duda) y el vicario. ¿No se pondrían contentísimos si supieran que estoy sentada aquí escribiendo esto cuando se supone que tengo que limpiar? Bueno, no me pagan ni la mitad de lo que a Daphne y ella trabaja para él, por añadidura. Luego venían las páginas donde describía sus hazañas sexuales con Darrington, con el empleado en la agencia de noticias y otros, interrumpidos por comentarios sobre la aburrida vida en Long Piddleton. Jury pasó varias páginas y encontró lo que buscaba: el relato de la guerra de almohadas con Daphne. Me caí de la cama, y cuando el brazo de ella quedó colgando, tratando de agarrarme, se le salió la pulsera ésa que tiene, una ordinaria con una cruz de oro. De repente me acordé de todo Yo estaba acostada debajo de una cama y un brazo con una pulsera colgaba. Hace años. Jury sintió escalofríos. ¿Era posible que la curiosa Ruby, se hubiera metido debajo de la cama y hubiera permanecido ahí durante toda la representación? Quizás había estado allí mientras Matchett estrangulaba a Celia y no se dio cuenta de lo que pasaba. ¡¡Dios!! Entonces recordé de golpe de quién era la pulsera que yo encontré. Era de ella, de la señora Matchett, la que fue asesinada. ¿Qué quiere decir? La última frase estaba subrayada cinco veces. No había nada escrito en dos días. Parece que después Ruby había ido a la biblioteca de Weatherington, buscado en diarios viejos y leído todo lo referente al asesinato en la posada Goat and Compasses. Pero entonces ella sabía que Celia Matchett había sido asesinada en la cama y no en su oficina.