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Era sábado por la tarde. Había acudido a preguntar a Griselda si tenía noticias de sus contactos en el East End, lo cual, lamentablemente, no era el caso. Habían decidido consolarse tomando té con panecillos de avena junto al luego en su salita, y entonces habla llegado Barnaby; primero había ido a buscarla a Mount Street, donde el temible e inmutable Leighton lo había enviado a St. John's Wood.

El día siguiente a la redada, Barnaby se había marchado apresuradamente a Leicestershire para hablar con el honorable Carlton Kiggs, con la esperanza de que éste pudiera saber quién era el misterioso Alert. Como tanto Barnaby como Griselda conocían a Riggs de vista, sabían que no era el propio Alert quien, según parecía, era muy rubio.

Hasta ahí muy bien, pero en lugar de satisfacer la curiosidad de Penelope y Griselda en cuanto había aparecido, mirando los panecillos Barnaby había manifestado que necesitaba alimento con urgencia, negándose a soltar prenda acerca de sus pesquisas hasta saciar el hambre.

Lo cual la había llevado a hacer el cortante comentario sobre la tortura. Acurrucada en un rincón del sofá, lo observaba dar cuenta del panecillo.

– Con ése van dos. -Lo miró entornando los ojos. -Ya no corres peligro de desmayarte, de modo que habla.

Barnaby esbozó una picara sonrisa. Alcanzó su tazón, bebió un m sorbo de té y se arrellanó en la otra punta del sofá.

Penelope le miró expectante; Barnaby tomó aire, abrió la boca… y volvió a cerrarla al oír que alguien llamaba a la puerta.

Ella cerró los ojos y gimió, para acto seguido abrirlos e incorporarse.

– Debe de ser Stokes. -Griselda se dirigió a la escalera. -Tal vez haya averiguado algo. -Fulminó a Barnaby con la mirada. -Algo útil.

Si había hecho algún progreso, estaría ansioso por compartirlo.

Stokes subió la escalera de dos en dos y se paró bruscamente al llegar arriba y verlos. Penelope sonrió y saludó con la mano. Griselda le dio la bienvenida y lo condujo a donde estaban los demás.

Hundiéndose en la butaca enfrente de la de Griselda, Stokes aceptó el tazón que ésta le ofreció. Alargó el brazo para coger un panecillo, pero Penelope saltó del sofá y agarró el plato. Stokes la miro sorprendido mientras ella se retiraba al sofá, protegiendo el plato con un brazo, Penelope lo miró a los ojos.

– Primero informa, luego podrás comer.

Stokes desvió la mirada hacia Barnaby y meneó la cabeza. Tomó un sorbo de té y suspiró.

– Ya puedes soltar ese plato, no traigo ninguna novedad; ninguna positiva, en cualquier caso.

Penelope suspiró y volvió a levantarse para dejar el plato otra vez al alcance de Stokes.

– ¿Nada?

– Ni pío. Smythe se ha replegado. No le han visto en ninguno de los garitos que frecuenta. Los vecinos están ayudando todo lo que pueden. Hemos averiguado dónde vivía pero se ha mudado, Dios sabe dónde. -Se sirvió un panecillo.

– ¿Y la vigilancia en la casa de St. John's Wood Terrace? -terció Griselda. -¿No han visto a nadie?

Stokes negó con la cabeza. Acabó de masticar y tragó.

– Nadie se ha acercado por allí. Lo único que se me ocurre es que Smythe estuviera en los aledaños de Weavers Street. Si vio cómo deteníamos a Grimsby, sin duda tuvo claro que Grimsby cantaría. Smythe sabe cómo ponerse en contacto con Alert, de modo que le advertiría y luego se escondió, llevándose a los niños consigo. -Miró a Barnaby. -¿Riggs tenía alguna pista? -preguntó con pocas esperanzas.

– Ni el más leve indicio. Desde luego, la idea de que alguien estuviera usando el salón trasero de su nido de amor para reunirse con criminales en plena noche le dejó horrorizado.

Penelope soltó una risotada.

– Exacto -sonrió Barnaby. -Riggs es de esa clase: pomposo y arrogante. Le pregunté quién más sabía de la existencia de la casa, a cuáles de sus amigos había recibido allí. La lista era demasiado larga para tomarla en consideración. Hace más de una década que tiene la casa y nunca la ha ocultado a sus conocidos. Y, por supuesto, eso incluye a los ayudas de cámara de sus amigos, a los amigos de su ayuda de cámara y a otros sirvientes, etcétera, lo cual nos deja sin ninguna pista que seguir vía Riggs.

No suspiraron todos a la vez, pero dio la impresión de que lo hicieran. La habitación se sumió en la pesadumbre hasta que Griselda miró en torno y dijo:

– ¡Arriba ese ánimo! Seguiremos buscando. Y la buena noticia es que si no hemos oído ni pío sobre Smythe, significa que se está escondiendo, lo cual implica que probablemente todavía quiera utilizar a los niños para sus robos, y eso significa que los mantendrá a salvo y bien alimentados. Según dicen todos, le gusta mantener sus herramientas en condiciones óptimas.

Penelope pestañeó.

– ¿De modo que cuidará bien de ellos porque le conviene?

– Eso es. Así que no corren peligro de ser maltratados en ningún aspecto. Seguramente Smythe cuide de ellos mejor que Grimsby. Quería ocho niños, pero ahora sólo tiene dos; no se arriesgará a que les ocurra nada malo.

Ambos hombres se incorporaron lentamente, ambos ceñudos.

– Sigue con el plan de cometer esos robos, ¿verdad? Los que tramó con Alert. -Stokes miró a su amigo. -Supuse que se echaría atrás después de la redada en la escuela.

Barnaby asintió.

– Yo supuse lo mismo. Pero tal como Griselda ha señalado, no ha renunciado al plan, porque de haberlo hecho habría soltado a los niños, y con tantos vecinos del East End ansiosos por reclamar la recompensa, a estas alturas ya estaríamos enterados. Y los habría soltado porque todavía no son una amenaza para él, y sí, en cambio, una carga innecesaria salvo si tiene intención de utilizarlos, y la única posibilidad que pueden tener… -Se le iluminaron los ojos y alzó el tazón como para brindar. -La partida continúa.

Stokes se inclinó con las manos enlazadas entre las rodillas.

– ¿Y cuál es su plan, qué casas y por qué?

– No es Smythe quien traza el plan; al menos no el dónde, cuándo o por qué. Todo eso es cosa de Alert. Él pone los detalles y Smythe la pericia. Y Alert, como sabemos, es un caballero.

Penelope enarcó las cejas preguntándose qué podía implicar ese último dato.

Al cabo de un momento, Barnaby prosiguió.

– He estado pensando sobre lo que Grimsby dijo a propósito de que Smythe necesitaba tantos niños porque iba a efectuar una serie de golpes sucesivos en una sola noche. -Miró a Stokes. -Ése no es el modus operandi de Smythe ni de ningún otro ladrón. Lo de «en una sola noche» lo ha decidido Alert. Pero ¿por qué? ¿Por qué insistiría un caballero en que varios robos se cometan en una sola noche?

Stokes le devolvió la mirada y sugirió:

– Lo único que se me ocurre, tal como dijo también Grimsby, es que no tendrían problemas con la policía si la serie se lleva a cabo en una noche; y, para empezar, es de suponer que existe una razón para cometer una serie de robos. Una vez que se descubre un robo, se precisa un día o dos para organizar el refuerzo de las patrullas y las demás medidas habituales.

Barnaby asintió.

– Lo cual nos deja con dos puntos. Punto uno, y corrígeme si me equivoco: el refuerzo de las patrullas policiales y demás sólo se daría si las casas robadas estuvieran en Mayfair. -Como Stokes asintió, prosiguió: -Eso confirma lo que hemos sospechado al saber que Smythe necesitaba niños ladrones: que esos robos serán en una serie de casas de Mayfair. No obstante, y éste es el segundo punto, su insistencia en cometer todos los robos en una sola noche sugiere que una vez se descubran los robos, aunque sólo sea uno de ellos, el revuelo será considerable, lo bastante para que cualquier otro intento de robo en Mayfair resulte demasiado arriesgado.

Stokes puso cara de pasmo.

– Demonios.

– Pues sí. -Barnaby asintió. -La única perspectiva que explica el plan de Alert, una serie de casas de Mayfair que hay que robar en una misma noche, es que los artículos que vayan a sustraer sean extremadamente valiosos.