– Será mejor que te acostumbres a sentir demasiada felicidad, amor mío, ¡porque te juro que te voy a ahogar en ella! -dijo, y, recobrando el aliento, prosiguió-: Eres mi segunda oportunidad, Missalonghi Smith.
Una brisa fresca entró por la puerta abierta y, justo antes de que Drusilla llegara a cerrarla, susurró sólo para Missy:
– ¡No se lo digas nunca! ¡Oh, por favor, nunca se lo digas!
Colleen McCullough
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