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¿No ha sido, la nuestra, una continua experiencia histórica de mutilación y desintegración disfrazada de desarrollo? Siglos atrás, la conquista arrasó los suelos para implantar cultivos de exportación y aniquiló las poblaciones indígenas en los socavones y los lavaderos para satisfacer la demanda de plata y oro en ultramar. La alimentación de la población precolombina que pudo sobrevivir al exterminio empeoró con el progreso ajeno. En nuestros días, el pueblo del Perú produce harina de pescado, muy rica en proteínas, para las vacas de Estados Unidos y de Europa, pero las proteínas brillan por su ausencia en la dieta de la mayoría de los peruanos. La filial de la Volkswagen en Suiza planta un árbol por cada automóvil que vende, gentileza ecológica, al mismo tiempo que la filial de la Volkswagen en Brasil arrasa centenares de hectáreas de bosques que dedicará a la producción intensiva de carne de exportación. Cada vez vende más carne al extranjero el pueblo brasileño -que rara vez come carne. No hace mucho, en una conversación, Darcy Ribeiro me decía que una república volkswagen no es diferente, en lo esencial, de una república bananera. Por cada dólar que produce la exportación de bananas, apenas once centavos quedan en el país productor, y de esos once centavos una parte insignificante corresponde a los trabajadores de las plantaciones. ¿Se alteran las proporciones cuando un país latinoamericano exporta automóviles?

Ya los barcos negreros no cruzan el océano. Ahora los traficantes de esclavos operan desde el Ministerio de Trabajo. Salarios africanos, precios europeos. ¿Qué son los golpes de estado, en América Latina, sino sucesivos episodios de una guerra de rapiña? De inmediato, las flamantes dictaduras invitan a las empresas extranjeras a explotar la mano de obra local, barata y abundante, el crédito ilimitado, las exoneraciones de impuestos y los recursos naturales al alcance de la mano.

14. Los empleados del plan de emergencia del gobierno de Chile reciben salarios equivalentes a treinta dólares por mes. Un kilo de pan cuesta medio dólar. Reciben, por lo tanto, dos kilos de pan por día. El salario mínimo en Uruguay y Argentina equivale actualmente al precio de seis kilos de café. El salario mínimo en Brasil llega a sesenta dólares mensuales, pero los boias frias, obreros rurales ambulantes, cobran entre cincuenta centavos y un dólar por día en las plantaciones de café, soia y otros cultivos de exportación. El forraje que comen las vacas en México contiene más proteínas que la dieta de los campesinos que se ocupan de ellas. La carne de esas vacas se destina a unas pocas bocas privilegiadas dentro del país y sobre todo al "mercado internacional”. Al amparo de una generosa política de créditos y facilidades oficiales, florece en México la agricultura de exportación, mientras entre 1970 y 1976 ha descendido la cantidad de proteínas disponibles por habitante y en las zonas rurales solamente uno de cada cinco niños mexicanos tiene peso y estatura normales. En Guatemala, el arroz, el maíz y los frijoles destinados al consumo interno están abandonados a la buena de Dios, pero el café, el algodón y otros productos de exportación acaparan el 87 por ciento del crédito. De cada diez familias guatemaltecas que trabajan en el cultivo y la cosecha del café, principal fuente de divisas del país, apenas una se alimenta según los niveles mínimos adecuados. En el Brasil, solamente un cinco por ciento del crédito agrícola se canaliza hacia el arroz, los frijoles y la mandioca -que constituyen la dieta básica de los brasileños. El resto deriva a los productos de exportación.

El reciente derrumbamiento del precio internacional del azúcar no desató, como antes ocurría, una oleada de hambre entre los campesinos de Cuba. En Cuba ya no existe la desnutrición. A la inversa, el alza casi simultánea del precio internacional del café no alivió para nada la crónica miseria de los trabajadores de los cafetales del Brasil. El aumento de la cotización del café en 1976 -ocasional euforia provocada por las heladas que arrasaron las cosechas brasileñas- “no se reflejó directamente en los salarios”, según reconoció un alto directivo del Instituto Brasileño del Café.

En realidad, los cultivos de exportación no son, de por sí, incompatibles con el bienestar de la población ni contradicen, de por sí, el desarrollo económico «hacia adentro». Al fin y al cabo, las ventas de azúcar al exterior han servido de palanca, en Cuba, para la creación de un mundo nuevo en el que todos tienen acceso a los frutos del desarrollo y la solidaridad es el eje de las relaciones humanas.

15. Ya se sabe quiénes son los condenados a pagar las crisis de reajuste del sistema. Los precios de la mayoría de los productos que América Latina vende bajan implacablemente en relación a los precios de los productos que compra a los países que monopolizan la tecnología, el comercio, la inversión y el crédito. Para compensar la diferencia, y hacer frente a las obligaciones ante el capital extranjero, es preciso cubrir en cantidad lo que se pierde en precio. Dentro de este marco, las dictaduras del Cono Sur han cortado por la mitad los salarios obreros y han convertido cada centro de producción en un campo de trabajos forzados. También los obreros tienen que compensar la calda del valor de su fuerza de trabajo, que es el producto que ellos venden al mercado. Los trabajadores están obligados a cubrir en cantidad. en cantidad de horas, lo que pierden en poder de compra del salario. Las leyes del mercado internacional se reproducen, así, en el micromundo de la vida de cada trabajador latinoamericano. Para los trabajadores que tienen «la suerte» de contar con un empleo fijo, las jornadas de ocho horas sólo existen en la letra muerta de las leyes. Es frecuente trabajar diez, doce, hasta catorce horas, y más de uno ha perdido los domingos.

Se han multiplicado, a la vez, los accidentes de trabajo, sangre humana ofrecida a los altares de la productividad. Tres ejemplos de fines de 1977 en Uruguay:

– Las canteras del ferrocarril, que producen piedras y balasto, duplican los rendimientos. A principios de la primavera, quince obreros mueren en una explosión de gelinita.

– Colas de desocupados ante una fábrica de cohetes artificiales. Varios niños en la producción. Se baten récords. El 20 de diciembre, un estallido: cinco trabajadores muertos y decenas de heridos.

– El 28 de diciembre, a las siete de la mañana los obreros se niegan a entrar a una fábrica de conservas de pescado, porque sienten un fuerte olor a gas. Los amenazan: si no entran pierden el empleo. Ellos se siguen negando. Los amenazan: vamos a llamar a los soldados. La empresa ya ha convocado al ejército otras veces. Los obreros entran. Cuatro: muertos y varios hospitalizados. Había una fuga de gas amoniaco.

Mientras tanto, la dictadura proclama con orgullo: los uruguayos pueden comprar, más baratos que nunca, whisky escocés, mermelada inglesa, jamón de Dinamarca, vino francés, atún español y trajes de Taiwán.

16. María Carolina de Jesús nació en medio de la basura y los buitres.

Creció, sufrió, trabajó duro; amó hombres, tuvo hijos. En una libreta anotaba, con mala letra, sus tareas y sus días.

Un periodista leyó esas libretas por casualidad y María Carolina de Jesús se convirtió en una escritora famosa. Su libro Quarto de despejo, “La favela”, diario de cinco años de vida en un suburbio sórdido de la ciudad de San Pablo, fue leído en cuarenta países y traducido a trece idiomas.

Cenicienta del Brasil, producto de consumo mundial, María Carolina de Jesús salió de la favela, recorrió mundo, fue entrevistada y fotografiada, premiada por los críticos, agasajada por los caballeros y recibida por los presidentes.

Y pasaron los años. A principios del 77, una madrugada de domingo María Carolina de Jesús murió en medio de la basura y los buitres. Nadie recordaba ya a la mujer que había escrito: “El hambre es la dinamita del cuerpo humano”.