Se han articulado, pues, complejos mecanismos de prevención y castigo.
Una profunda racionalidad se esconde por debajo de las apariencias. Para operar con eficacia, la represión debe parecer arbitraria. Excepto la respiración, toda actividad humana puede constituir un delito. En Uruguay la tortura se aplica como sistema habitual de interrogatorio: cualquiera puedeser su víctima, y no sólo los sospechosos y los culpables de actos de oposición. De esta manera se difunde el pánico de la tortura entre todos los ciudadanos, como un gas paralizante que invade cada casa y se mete en el alma de cada ciudadano.
En Chile, la cacería dejó un saldo de treinta mil muertos, pero en Argentina no se fusila: se secuestra. Las víctimas desaparecen. Los invisibles ejércitos de la noche realizan la tarea. No hay cadáveres, no hay responsables. Así la matanza -siempre oficiosa, nunca oficial- se realiza con mayor impunidad, y así se irradia con mayor potencia la angustia colectiva. Nadie rinde cuentas, nadie brinda explicaciones. Cada crimen es una dolorosa incertidumbre para los seres cercanos a la víctima y también una advertencia para todos los demás. El terrorismo de estado se propone paralizar a la población por el miedo.
Para obtener trabajo o conservarlo, en Uruguay, es preciso contar con el visto bueno de los militares. En un país donde tan difícil resulta conseguir empleo fuera de los cuarteles y las comisarías, esta obligación no sólo sirve para empujar al éxodo a buena parte de los trescientos mil ciudadanos fichados como izquierdistas. También es útil para amenazar a los restantes. Los diarios de Montevideo suelen publicar arrepentimientos públicos y declaraciones de ciudadanos que se golpean el pecho por si acaso: “Nunca he sido, no soy, ni seré…”.
En Argentina ya no es necesario prohibir ningún libro por decreto. El nuevo Código Penal sanciona, como siempre, al escritor y al editor de un libro que se considere subversivo. Pero además castiga al impresor, para que nadie se atreva a imprimir un texto simplemente dudoso, y también al distribuidor y al librero, para que nadie se atreva a venderlo, y por si fuera poco castiga al lector, para que nadie se atreva a leerlo y mucho menos a guardarlo. El consumidor de un libro recibe as! el trato que las leyes reservan al consumidor de drogas [95]. En el proyecto de una sociedad de sordomudos, cada ciudadano debía convertirse en su propio Torquemada.
En Uruguay, no delatar al prójimo es un delito. Al ingresar a la Universidad, los estudiantes juran por escrito que denunciarán a todo aquel que realice, en el ámbito universitario, “cualquier actividad ajena a las funciones de estudio”. El estudiante se hace co-responsable de cualquier episodio que ocurra en su presencia. En el proyecto de una sociedad de sonámbulas, cada ciudadano debe ser el policía de sí mismo y de los demás. Sin embargo, el sistema, con toda razón, desconfía. Suman cien mil los policial y los soldados en Uruguay, pero también suman cien mil los informantes. Los espías trabajan en las calles y en los cafés y en los ómnibus, en las fábricas y los liceos, en las oficinas y en la Universidad. Quien se queja en voz alta porque está tan cara y dura la vida, va a parar a la cárceclass="underline" ha cometido un “atentado contra la fuerza moral de las Fuerzas Armadas”, que se paga con tres a seis años de prisión.
18. En el referéndum de enero del 78, el voto por si a la dictadura de Pinochet se marcó con una cruz bajo la bandera de Chile. El voto por no, en cambio, se marcó bajo un rectángulo negro.
El sistema quiere confundirse con el país. El sistema es el país, dice la propaganda oficial que día y noche bombardea a los ciudadanos. El enemigo del sistema es un traidor a la patria. La capacidad de indignación contra la injusticia y la voluntad de cambio constituyen las pruebas de la deserción. En muchos países de América Latina, quien no está desterrado más allá de las fronteras, vive el exilio en la propia tierra.
Pero al mismo tiempo que Pinochet celebraba su victoria, la dictadura llamaba “ausentismo laboral colectivo” a las huelgas que estallaban en todo Chile a pesar del terror. La gran mayoría de los secuestrados y desaparecidos en Argentina está formada por obreros que desarrollaban alguna actividad sindical. Sin cesar se incuban, en la inagotable imaginación popular, nuevas formas de lucha, el trabajo a tristeza, el trabajo a bronca, y la solidaridad encuentre nuevos cauces para eludir al miedo. Varias huelgas unánimes se sucedieron en Argentina a lo largo de 1977, cuando el peligro de perder la vida era tan cierto como el riesgo de perder el trabajo. No se destruye de un plumazo el poder de respuesta de una clase obrera organizada y con larga tradición de pelea. En mayo del mismo año, cuando la dictadura uruguaya hizo el balance de su programa de vaciamiento de conciencias y castración colectiva, se vio obligada a reconocer que «todavía queda en el país un treinta y siete por ciento de ciudadanos interesados por la política» [96].
No asistimos en estas tierras a la infancia salvaje del capitalismo, sino a su cruenta decrepitud. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia. El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo. Impotente por su funci6n de servidumbre internacional, moribundo desde que nació, el sistema tiene pies de barro. Se postula a sí mismo como destino y quisiera confundirse con la eternidad. Toda memoria es subversiva, porque es diferente, y también todo proyecto de futuro. Se obliga al zombi a comer sin saclass="underline" la sal, peligrosa, podría despertarlo. El sistema encuentra su paradigma en la inmutable sociedad de las hormigas. Por eso se lleva mal con la historia de los hombres, por lo mucho que cambia y porque en la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.
EDUARDO GALEANO
Calella, Barcelona, Abril de 1978.
Eduardo Galeano
Escritor nacido en Montevideo. En 1959, se casó con su primera esposa, Silvia Brando. Se divorciaron y tres años después se casó con Graciela Berro. Se casó con su tercera esposa, Helena Villagra, en 1976. Galeano ha tenido una carrerra larga y muy importante que incluye tanto su trabajo como periodista e historiador como su participación activa en las cosas políticas, específicamente socialistas. Cuando tenía trece años, empezó a publicar caricaturas para El Sol, un periódico socialista en Uruguay. En 1961-64, fue director de la publicación diaria Epoca, y fue jefe de redacción del semanario Marcha. En la década de los setenta, un grupo derechista militar en Uruguay lo encarceló. Por ésta causa marchó a Argentina. Sin embargo, lo mismo ocurrió en Argentina, y más tarde a España donde vivió desterrado hasta que pudo regresar a Uruguay en 1984. Ha publicado muchos libros sobre la política de América Latina. Los libros más populares, entre otros, son: Las venas abiertas de América Latina (1971), La canción de nosotros (1975), Días y noches de amor y de guerra (1978), la trilogía Memoria del fuego: Las nacimientos (1982), Las caras y las máscaras (1984), y El siglo de viento (1986). Esta trilogía combina elementos de la novela, la poesía, y la historia. Otros libros son El libro de los abrazos (1989), Las palabras andantes (1993), y El fútbol a sol y sombra (1995). Galeano recibió tres premios por sus libros: Premio Casa de las Américas en 1975 para La canción de nosotros y en 1978 para Días y noches de amor y de guerra, y en 1989, el premio -American Book- Award por Memoria del fuego.
[95] En Uruguay, los inquisidores se han modernizado. Curiosa mezcla de barbarie y sentido capitalista del negocio. Los militares ya no queman los libros: ahora los venden a las empresas papeleras. Las papeleras los pican, los convierten en pulpa de papel y los devuelven al mercado de consumo. No es verdad que Marx no esté al alcance del público. No está en forma de libro. Está en forma de servilleta.