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No vale la pena presentir ni conocer. Todo el futuro es una niebla que nos rodea y mañana sabe a hoy cuando se entrevé. Mis destinos, los payasos que la caravana abandonó, y esto sin mejor claro de luna que el claro de luna en los caminos, ni otros estremecimientos en las hojas que la brisa, y la incertidumbre del momento y nuestro pensar allí estremecimientos. Púrpuras distantes, sombras fugitivas, el sueño siempre incompleto y no creyendo que la muerte lo complete, rayos de sol mortecino, la lámpara de la casa en la ladera, la noche angustiosa, el perfume de muerte entre los libros sólo, con la vida allá fuera, árboles oliendo a verdes en la inmensa noche más estrellada del otro lado del monte. Así tus amarguras tuvieron su consorcio benigno; tus pocas palabras consagraron regio al embarque, no volverán nunca ningunas naves, ni las verdaderas, y el humo de vivir ha desnudado los contornos de todo, dejando sólo las sombras, y los engastes, penas de las aguas en los lagos aciagos entre bojes por portones (la vista de lejos) Watteau, la angustia, y nunca más. Copas sólo para las cicutas inevitables -no las tuyas, sino la vida de todos, e incluso los faroles, los recesos, las alas vagas, oídas sólo, y con el pensamiento, en la noche inquieta, sofocada, que minuto a minuto se alza de sí misma y avanza por su angustia. Amarillo, verdinegro, azul-amor -todo muerto, alma mía, todo muerto, ¡y todos los navíos aquel navío sin partir! Reza por mí y quizás Dios exista por ser por mí por quien rezas. Bajito, la fuente lejos, la vida insegura, el humo que acaba en el caserío donde anochece, la memoria turbia, el río apartado… Dame que duerma, dame que me olvide, señora de los Designios Inciertos, Madre de las Caricias y de las bendiciones inconciliables con existir…