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No nos gustan los espectáculos. Despreciamos a los actores y a los danzarines. Todo espectáculo es la imitación degradada de lo que sólo tenía que soñarse.

Indiferentes -no de origen, sino debido a una educación de los sentimientos que varias experiencias, dolorosas en general, nos obligan a darnos- a la opinión de los demás, siempre corteses para con ellos, e incluso gustándonos, a través de una indiferencia interesada, porque todo el mundo es interesante y convertible en sueño, pasamos (…)

Sin habilidad para amar, nos antecansan aquellas palabras que sería preciso decir para convertirse en amado. Por lo demás, ¿quién de nosotros quiere ser amado? El «on le fatigait en l'aimant» de René [430] no es nuestra divisa justa. La propia idea de ser amados nos cansa, nos cansa hasta la alarma.

Mi vida es una fiebre perpetua, una sed siempre renovada. La vida /real/ me fastidia como un día de calor. Hay cierta bajeza en el modo como fastidia.

(¿1914?)

27 Marcha Fúnebre para el Rey Luís Segundo de Baviera

Hoy, más parsimoniosa que nunca, ha venido la Muerte a vender a mi umbral. Delante de mí, más parsimoniosa que nunca, ha desdoblado las alfombras, las sedas y los damascos de su olvido y de su consolación. Se sonreía ante ellos, por elogio, y no importándole que yo la viese. Pero cuando yo me tentaba a comprar, me dijo que no los vendía. No había venido para que yo quisiese lo que mostraba, sino para que, por lo que traía, la quisiese a ella. Y, de sus alfombras, me dijo que eran las que se pisaban [431] en su palacio lejano; de sus sedas, que otras no se vestían en su castillo de [432] sombra; de sus damascos, que mejores todavía eran los que cubrían, manteles, los retablos de su estancia más allá del mundo.

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[430] En la célebre novela del mismo título de Chateaubriand.

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[431] «gosavam» (disfrutaban, gozaban).

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[432] «na» (en la).