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¡Señor Rey erguido de los túmulos, que viniste en la noche y a la luz de la luna a contar tu vida a las vidas, paje de los lirios deshojados, heraldo imperial de la frialdad de los marfiles! ¡Señor Rey Pastor de las Vigilias, caballero andante de las Angustias, sin gloria y sin dama a la claridad lunar de los caminos, señor en las florestas en las escarpas, perfil mudo, con la visera caída, pasando [442] por los valles, incomprendido por las aldeas, chasqueado por las villas, despreciado por las ciudades! Señor Rey que la Muerte ha consagrado Suyo, pálido y absurdo, olvidado y desconocido, reinando entre piedras foscas y velludos viejos, en un trono final de lo Posible, con su corte ideal rodeándole, sombras, y su milicia fantástica, guardándolo, misteriosa y vacía.

Traed, pajes; traed, vírgenes; traed, siervos y siervas, las copas, las salvas y las guirnaldas para el festín a que la Muerte asiste. ¡Traedlas y venid de negro, con la cabeza coronada de /mirtos/!

Mandrágora sea lo que traigáis en las copas, (…) en las salvas, y las guirnaldas sean de violetas (…) de las flores tristes que recuerden a la tristeza.

Va el Rey a /cenar/ con la Muerte, en su palacio antiguo, a la orilla del lago, entre las montañas, lejos de la vida, ajeno al mundo.

Una brisa de atención recorre las alas.

Helo que va a llegar, con la muerte que nadie [443] ve y la (…) que no llega nunca.

Heraldos, tocad! ¡Atended!

Tu amor por las cosas soñadas era tu desprecio por las cosas vividas.

¡ Rey-Virgen que despreciaste el amor,

Rey-Sombra que desdeñaste la luz,

Rey-Sueño que no quisiste la vida!

¡Entre el estrépito sordo de címbalos y atabales, la Sombra te aclama Emperador!

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[442] Lectura dudosa

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[443] Lectura dudosa