¿Partí yo? Yo no os juraría que partí. Me encontré en otras partes, en otros puertos, pasé por ciudades que no eran aquélla, aunque ni aquélla ni ésas fueran ciudades ningunas. Juraros que fui yo quien partió y no el paisaje, que fui yo quien visitó otras tierras y no ellas las que me visitaron -no puedo hacéroslo. Yo que, no sabiendo lo que es la vida, no sé si soy yo quien vivo o si es ella quien me vive (tenga este verbo al «vivir» el sentido que quiera tener), seguro que no iré a juraros nada.
He viajado. Creo inútil explicaros que no llevé ni meses, ni días, ni otra cantidad cualquiera de cualquier tiempo viajando. Viajé en el tiempo, es cierto, pero no del lado de acá del tiempo, donde lo contamos por horas, días y meses; fue del otro lado del tiempo por donde yo viajé, donde el tiempo no se cuenta con una medida. Transcurre, pero sin que sea posible medirlo. Es como más rápido que el tiempo que hemos visto vivirnos. Me preguntáis a vosotros, seguro, qué sentido tienen estas frases. Nunca erréis así. Despedíos del error de preguntar el sentido a las cosas y a las palabras. Nada tiene un sentido.
¿En qué barco hice ese viaje? En el vapor Cualquiera. /Os reís./ Yo también, y de vosotros tal vez. ¿Quién os dice, y a mí, que no escribo símbolos para que los comprendan los dioses?
No importa. Partí por el crepúsculo. Tengo todavía en el oído el ruido férreo de alzar el ancla a vapor. En el soslayo de mi memoria se mueven todavía lentamente, para entrar por fin en su posición de inercia, los brazos del guindaste de a bordo que hacía horas había abrumado a mi vista de continuos cajones y barriles. Éstos rompían súbitos, cogidos alrededor por una cadena, de por cima de la amurada donde tropezaban, arañando, y después, oscilando, se iban dejando empujar, empujar, hasta quedar por cima de la bodega, hacia donde, súbitos, bajaban (…), hasta, con un choque sordo de madera, llegar aplastante-mente a un lugar oculto de la bodega. Después sonaban allá abajo al desatarlos; en seguida subía sólo la cadena agitándose en el aire, y volvía a empezar todo, como inútilmente.