En la esfera /baja/ de la política, como en el íntimo recinto de las almas -el mismo mal.
El pagano desconocía, en el mundo real, este sentido enfermizo de las cosas y de sí mismo. Como era un hombre, deseaba también lo imposible; pero no lo quería. Su religión era (…) y sólo en los penetrales del misterio, a los iniciados tan sólo, lejos del pueblo y de los (…) eran enseñadas esas cosas trascendentes de las religiones que llenan las almas del vacío del mundo.
(Anterior a 1929.)
33 Declaración de Diferencia
Las cosas del estado y de la ciudad no ejercen poder sobre nosotros. Nada nos importa que los ministros y los áulicos hagan falsa gerencia de las cosas de la nación. Todo esto sucede allá fuera, como el barro en los días de lluvia. Nada tenemos que ver con eso que tenga al mismo tiempo que ver con nosotros.
De modo semejante, no nos interesan las grandes convulsiones, como la guerra y las crisis de los países. Mientras no entran en nuestra casa, nada nos importa a qué puertas llaman. Esto, que parece que se apoya en un gran desprecio por los demás, en realidad sólo tiene por base nuestro aprecio escéptico de nosotros mismos.
No somos bondadosos ni caritativos -no porque seamos lo contrario, sino porque no somos ni una cosa ni la otra. La bondad es la delicadeza de las almas groseras. Tiene para nosotros el interés de un episodio sucedido en otras almas, y con otras formas de pensar. Observamos, y no aprobamos ni dejamos de aprobar. Nuestro oficio es no ser nada.
Seríamos anarquistas si hubiésemos nacido en las clases que a sí mismas se llaman desprotegidas, o en otras cualesquiera desde las que se pueda bajar o subir. Pero, en verdad, nosotros somos, en general, criaturas nacidas en los intersticios de las clases y de las divisiones sociales -casi siempre en ese estado decadente que está entre la aristocracia y la (alta) burguesía, el lugar social de los genios y de los locos con quien se puede simpatizar.