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– Era tu voz. Dijiste, “¿qué demonios estás haciendo?” No lo dijiste en voz alta. Estaba en mi cabeza.

Él no podía apartar la vista de su mirada. Quería despertarse con esos ojos cada mañana. Que fueran la última cosa que viera antes de dormir. Llevárselos con él a sus sueños. Nadie debería tener ojos como esos.

– Quizás sea telepático. -Se encogió de hombros-. No tengo una explicación.

Debería haberle acusado de estar loco pero no lo hizo.

– Sé que algunas personas tienen dones extraordinarios. Hay una familia en el pueblo…

Se calló como si le estuviera dando información confidencial. Algo se revolvió en la memoria de él, pero no pudo sujetarlo. El vistazo le eludió antes de que pudiera atraparlo y sostenerlo. Frustrado, le estudió la cara. Le gustaba mirarla. Tenía ángulos.

– No sé nada de dones extraordinarios, trataba de proponer una explicación plausible. ¿Eres telepática?

– ¡No! Absolutamente no.

Se frotó la palma como si le doliera.

Él le tendió la mano.

– Déjame ver.

Ella acunó la mano en actitud protectora.

– Creo que no. -Se retiró el pelo-. Mira, es realmente tarde. Por qué no vuelves a dormir. No deberías estar incorporado de todos modos. Podemos resolver todo esto más tarde.

Mantuvo la mano tendida.

– Déjame mirar.

– ¿Te ha dicho alguien que eres insistente?

Sintió que la diversión brotaba otra vez. La herida de la cabeza dolía como un hijo de puta, pero estaba preparado para sonreír.

– No puedo recordar mucho, así que diré que no.

– Dada tu personalidad, eso es probablemente mentira -indicó y dio un paso más cerca de la cama, la desgana se mostró en la oferta lenta de la mano.

Cerró los dedos en torno a su muñeca y la atrajo hacia él con una presión constante y firme. Cada vez que las yemas de los dedos le tocaban la piel, él se sentía absorbido, conectado a ella, como si se hundiera más profundamente en ella. Estaba casi desesperado por unir sus cuerpos. La sensación que ella le daba al tocarse, piel con piel, era exquisita. Ella le deleitaba. Le intrigaba. Hacía que su cuerpo doliera de maneras maravillosas. Era una experiencia nueva y una, que al principio, no deseaba, pero ahora que comenzaba a razonar otra vez, podía disfrutar de cada momento, de cada sensación conmovedora.

Frotó la yema del pulgar sobre el centro de la palma, trazando los dos círculos unidos, aunque no los podía ver. Su cerebro trazó las posiciones y las grabó. Cada instinto, cada recuerdo de ella era exacto. Sabía con exactitud donde se habían hundido esos círculos bajo la piel de la palma. Empujó un calor sanador en ella. Había aprendido a curar heridas secundarias en su propio cuerpo cuando era niño, utilizando la energía en torno a él. Le rodeó la mano con la energía que extrajo y la empujó a su palma.

– ¿Se siente mejor?

Hubo silencio. Levantó la vista y se encontró con su mirada. Ella no miraba la palma; en vez de eso, tenía los ojos pegados a su cara. Sintió la sacudida ahora familiar en la vecindad del corazón cuando fijó la mirada en la de ella.

– Puedes hacer cosas que otra gente no -susurró, sonando ligeramente atemorizada-. Mi mano dolía y ahora no.

– Me alegro. Después de todo lo que has hecho por mí, no he mostrado mucha apreciación.

Retuvo la posesión de la mano, acariciándola con el pulgar, tratando de hipnotizarla descaradamente. No quería que le dejara, no con su corazón palpitando y la cabeza tan malditamente confundida. A veces, como ahora, pensaba que ella le pertenecía.

– Lexi puede curar cosas, pero con las cosas que crecen. Puede mezclar varias plantas y ponerte bien en horas. Es asombrosa. Y puede hacer que cualquier cosa crezca. Ella se encarga de todo el jardín, aunque todas nosotras ayudamos. Pero no puede tocar a nadie.

Él le envió una pequeña sonrisa, tirando un poco para que se hundiera en la cama a su lado. Ella alisó automáticamente la manta cuando se hundió más abajo, pero no apartó la otra mano de la de él cuando Lev la levantó para inspeccionarla.

– No creo que sea justo decir que he curado nada. No tenías ni un corte.

Él levantó la mano a su cabeza que palpitaba, rozando los dedos sobre las tiritas.

Rikki tiró hasta que él, de mala gana, la soltó.

– Duerme. Es muy tarde y yo me levanto temprano. No saldré en el barco mañana, pero veré si puedo recoger alguna noticia en el pueblo de lo que puede haberte sucedido.

Cuando se puso de pie y medio se giró, él sintió la primera insinuación de malestar que lo puso en alerta inmediatamente. Golpeó rápido y con fuerza, le agarró de la muñeca y la arrastró abajo a su lado.

– Alguien viene por el camino.

– Veríamos los faros.

– Acaban de girar, pero definitivamente están en el camino que lleva a tu casa, no en uno de los otros. -Aún en su estado debilitado, había captado vistazos de la disposición de la granja. Había elaborado varias rutas de escape en la cabeza. Ella se meneó, tratando de soltarse, pero obviamente estaba más preocupada por herirle a él-. Para y escucha -siseó-. Te cubriré desde el salón. Si suben a la casa, abre la puerta y déjala abierta pero da un paso a un lado. Podré verte, así que permanece dentro de la vista al lado izquierdo del cuarto.

– Es mi hermana. Sabe que he salido a bucear y está comprobando que estoy a salvo en casa. Vendrá a la puerta de la cocina, no por la puerta principal. Y tú necesitas madurar. Ajjj, cualquiera pensaría que quieres disparar a alguien.

– ¿Crees que no puedo decir que estás preocupada porque alguien te está cazando? Tienes alarma en las ventanas y las comprobaste todas para asegurarte que no las habían tocado. Rodeaste la casa buscando huellas y cualquier alboroto en tus plantas. Incluso la disposición de las plantas es más para atrapar a un intruso que para verlas.

Los faros derramaron luz de repente a través de la pared del salón, demostrando que él tenía razón.

– Todas las puertas están cerradas, no con cerraduras estándar sino con cerraduras de seguridad, y cuando cerré la puerta, no protestaste. Estabas más preocupada por lo que había ahí fuera que por lo que está dentro de esta casa contigo. No discutas conmigo. Ayúdame a llegar a la cocina y te cubriré desde allí, sólo para estar en el lado seguro.

Ella le miró con sospecha y él no podía culparla. Todavía no había decidido que hacer si ella le contaba a alguien que estaba allí. Estaba confundido y supo que eso le hacía doblemente peligroso, un animal salvaje atrapado y luchando por la supervivencia. Los trozos y pedazos que tenía en el cerebro no eran buenos. Ninguno de ellos. Lo único bueno era esta mujer que le miraba fijamente con enormes ojos de bruja, oscuros por la desconfianza.

Otra vez, notó, no había temor. Ninguno. Se preguntó que sería ver confianza en esos ojos. Ella dio un pequeño asentimiento.

– Es Blythe -aseguró-, pero si te sientes más seguro “cubriéndome”, entonces estoy bien con eso.

No agregó su advertencia habitual, pero su boca era una línea terca. Él tuvo el impulso repentino de inclinarse hacia delante y besarla. La cabeza casi le estalló antes de que se diera cuenta de que había hecho realmente un movimiento hacia ella. Rikki no se había movido y sus labios estaban a centímetros. Se miraron fijamente el uno al otro. Ella hizo una mueca pequeña con los labios y se deslizó fuera de la cama.

Lev la soltó inmediatamente y, tratando una cantidad mínima de modestia, envolvió la manta más apretadamente a su alrededor, incluso cuando agarró su arma favorita.

Rikki permaneció silenciosa cuando envolvió el brazo alrededor de su cintura y le ayudó a levantarse. No sabía porque le daba el gusto. Debería haber cogido el arma y golpearle en la cabeza con esa cosa tonta. Era sólo un poco molesto que él hubiera captado sus medidas de seguridad, tan herido como estaba. Ni una vez lo había notado alguien de su familia, y le gustaba así.