Trazando las cicatrices en su mente, trazó la pauta en el aire y empujó una cálida energía curativa hacia los dibujos aéreos. Generalmente, la curación tenía que ser hecha cuando una herida ocurría, no meses ni años después. Pero a veces, si uno trabajaba en ello, podía aliviar las cicatrices. Apretó las puntas de los dedos sobre las sienes. Si podía recordar eso, ¿por qué no podía recordar por qué coño todos los recuerdos parecían estar rodeados de violencia?
Sabía que podía desarmar y armar sus armas en segundos porque ya lo había intentado, cuando ella salió fuera. Había necesitado limpiar las armas. Sabía qué munición necesitaba para cada arma. Sabía que podía sacar un cuchillo, girarlo y lanzarlo, y acertar a su objetivo con puntería exacta. Cuando veía a alguien, veía objetivos y sabía inmediatamente donde golpear para matarlos si era necesario. Su mente era como una computadora, analizando todo el tiempo, escogiendo lugares donde matar. ¿Vivía el resto de la gente así?
– ¿Lev? -Estaba en el vestíbulo mirándole con un ceño preocupado en la cara-. ¿Necesitas más aspirina? No tengo nada más en la casa.
– No. Estoy bien. Trataba de recordar algo, cualquier cosa, que pudiera decirme que soy un hombre mucho mejor de lo que pienso que soy.
Ella le envió una pequeña sonrisa retorcida. Fue casi reacia, como si no supiera realmente cómo sonreír.
– Creo que eso dice que eres un mejor hombre de lo que crees. -Miró a la cocina y luego hacia el cuarto de baño-. Siento este lío. Sucede a veces cuando tengo pesadillas. Mi cuarto de baño de huéspedes estaba realmente inundado.
– Porque sueñas con fuegos.
Asintió lentamente, frunciendo las cejas oscuras. Le gustaba la forma de sus cejas, la manera en que acentuaban los ojos y esas pestañas increíblemente largas.
– ¿Tienes miedo de que seas tú quien comienza los fuegos mientras duermes?
El jadeo fue audible. Los ojos se abrieron con alarma. Dio un paso atrás y casi dejó caer la fregona.
– No es tan difícil de averiguar, Rikki. Tienes miedo de dormir en la casa conmigo en ella. Llamas al agua cuando duermes. Tienes quemaduras en los pies. Y la casa en llamas de tu sueño era esta casa. Estás asustada de que ser la que causa los fuegos.
Ella tragó con fuerza, pero su mirada no vaciló.
– Es posible. Quizá incluso probable. Mis padres murieron en un incendio Dos casas de acogida en las que viví se quemaron y luego viví en un complejo estatal hasta que cumplí dieciocho. Pensé que había acabado hasta… que conocí a alguien. Hace unos años, mi prometido murió en un fuego. Eso son cuatro fuegos, dos han matado a personas.
Él vio, más allá de la agresividad, el terror que impregnaba toda su vida.
– Rikki. Sería imposible que comenzaras los fuegos, despierta o dormida. No lo podrías hacer.
El ceño de Rikki se profundizó.
– Eso es exactamente lo que dijo Lissa. Exactamente. Con la misma convicción absoluta. ¿Cómo podríais cualquiera de los dos saber eso cuando ni siquiera lo sé yo? -se frotó la palma en el muslo con agitación, justo a lo largo del tatuaje de las gotas brillantes que bajaban por la pierna, atrayendo su atención aunque estaba oculto-. No puedo correr ese riesgo con tu vida y tú no deberías quererlo tampoco.
– Es obvio que eres el elemento agua. Estás ligada al agua. No puedes provocar fuegos. No puedes encenderlos.
– No sé de qué estás hablando. Me gusta el agua pero no estoy atada a ella. Sólo me siento más segura en ella y cuando estoy en el mar y la presión del agua me rodea, me siento diferente, más normal.
– ¿Qué demonios es normal? Tú no. Yo no. Dudo si existe tal cosa.
Ella le miró como si tuviera dos cabezas.
– Por supuesto que existe la normalidad. Hay personas normales.
Él balanceó las piernas sobre la cama y se estiró, uniendo las manos detrás de la cabeza.
– Ven, acuéstate. No hay nadie cerca de la casa. Estamos encerrados y a salvo, necesitas dormir. -Dio golpecitos a la cama a su lado.
Ella pareció totalmente conmocionada.
– No podemos dormir en la misma cama.
– ¿Por qué no?
– Bien… porque no.
Ahí estaba esa risa brotando otra vez. Él se encontró sonriendo ante la idea.
– Sabes, no creo que haya dormido jamás en la misma cama con alguien tampoco. Si lo he hecho, no lo recuerdo y no se siente como si confiara mucho en alguien.
– ¿Entonces por qué confías en mí? ¿O por qué confiaría yo en ti?
Él mantuvo los ojos fijos en los de ella. Podía mirar a sus ojos durante una eternidad.
– ¿Qué jodida diferencia hay en este momento, Rikki? No creo que podamos ocultarnos el uno del otro ¿no? Lo que sea que nos conectó en esa agua se nos ha metido hasta el hueso. No voy a irme pronto. Así que acuéstate y descansa el resto de la noche.
– No voy a tener sexo contigo.
La sonrisa de Lev se amplió.
– Gracias por el cumplido. Nunca se me hubiera ocurrido que me creyeras capaz.
– Tienes habilidades inesperadas.
– No te tocaré. La cama es grande. Me imagino que te perderás aquí
Bruscamente volvió a la cocina. La oyó zumbar unos minutos más. Más manos lavadas. La mujer adoraba el agua. Apagó la luz de la cocina y entró un poco de mala gana en el dormitorio, observándole cautelosamente.
– Realmente no me importa dormir en el balancín.
– A mí sí. Está lloviendo ahí fuera, aunque eso puede ser por tu culpa. Simplemente túmbate y duerme. Si alguien se acerca a la casa, lo sabré.
Ella se estiró en la cama, manteniendo varios centímetros entre ellos. Le tomó varios minutos antes de empezar a respirar normalmente. Él le sonrió al techo, allí en la oscuridad, mientras el olor de ella le envolvía.
– Gracias, Rikki. Sé que esto fue difícil, dejarme entrar. No creo o confío en mi mismo y seguro que no sé por qué demonios salvaste mi vida y me ayudaste, pero estoy agradecido.
Su voz fue más brusca de lo que pretendía. No estaba acostumbrado a permitirse sentir emoción, y sólo por un momento, allí estaba, atascando su garganta y cambiando el tono.
Ella se encogió de hombros.
– No puedo imaginarme no pudiendo recordar mi pasado, aunque quizás sería una buena cosa. Quizá no tendría miedo de dormir.
– No quiero recordar mi pasado.
– Quizás tengas una familia que te espera en algún lugar, Lev. No querrás abandonarles preguntándose. Créeme, hasta que Blythe y las otras llegaron, había olvidado que existía esa cosa como la familia. No quieres estar sin una.
El corazón de él se contrajo dolorosamente.
– No tengo a nadie. Nadie me conoce, Rikki. Ellos no me ven como se supone que debe ser. Soy la clase de hombre que vive en las sombras.
– ¿Cómo puedes saber eso?
Su voz era suave y se le metió dentro a pesar de la determinación de no permitirle ir más allá. Ya se sentía demasiado dependiente de ella.
– Porque todo lo que sé es cómo matar.
– Sabes cómo bucear. Tienes experiencia en el agua.
– ¿Por qué dices eso? -Preguntó curiosamente. Ella hablaba con convicción.
– Por la manera que actuaste bajo el agua. El agua estaba fría, demasiado fría. Estabas sufriendo hipotermia. No tenías aire, ningún traje de neopreno y no te asustaste, ni siquiera cuando fuiste herido. Requiere mucha experiencia comportarse así cuando todas las probabilidades se amontonan contra ti.