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Inmediatamente detectó una diferencia en el patrón de la lluvia. El ritmo cambió y luego la resonancia, el sonido, dependiendo de donde aterrizara cada gota y con qué velocidad o fuerza. Se encontró conteniendo la respiración. El control y poder de ella eran extraordinarios, y no parecía advertir que dirigía la lluvia. Su cerebro computó los patrones, lo reconoció y escupió los datos. Ella estaba dibujando la disposición de la granja en el aire y dirigía las partes más pesadas de la tormenta donde la deseaba.

La lluvia sobre las vides fue suave y apacible como los sonidos de flautas y clarinetes. La lluvia en los árboles y junto a las orillas del riachuelo, donde los helechos crecían, fue mucho más dramática. Golpeó para saturar el área y alimentar a las secoyas voraces, los otros árboles de hoja perenne y la flora que crecía en el bosque por toda la granja. El jardín fue tratado con una melodía de pautas que se derramaron sobre las variadas verduras y hierbas, en una sinfonía de violines y otros instrumentos.

Rikki estaba tan profundamente concentrada y enfocada, obviamente completamente olvidada de él, de sus alrededores y todo lo demás, que Lev comenzó a recoger imágenes de su mente. Secciones enteras del jardín estaban dedicadas a plantas farmacéuticas, a plantas para hacer varios tintes, a todo tipo de flores, a verduras de todas clases y había otra sección para hierbas. Había un olivar y un huerto con manzanas. Asombraba cuán claras eran las imágenes en su cabeza, con coordenadas exactas, como un mapa. Justo como su mapa en la cabeza estaba ordenado en cuadrículas, también el de ella.

Cerró los ojos y permitió que la música de la lluvia le calmara. La podía sentir respirar, oír las variaciones suaves en su respiración cuando cambió cada acorde, cuando tocaba un área de forma distinta que otra. Comenzó a clasificar los variados sonidos y los ritmos. Era una orquesta de gotas, una actuación milagrosa. Apostaría su último dólar, y estaba bastante seguro que tenía mucho dinero, que la granja iba muy bien gracias a la capacidad de Rikki para llamar al agua y modificar la fuerza o suavidad con que caía.

Giró la cabeza otra vez para mirarla a la cara. Ella estaba tan atrapada en los aspectos musicales de su orquesta, en los sonidos de las gotas, que dudaba que fuera enteramente consciente de lo que hacía. Y dudaba, incluso si alguien más la observara, que reconocieran lo que estaba haciendo, la enormidad o el significado de ello. ¿Quién sospecharía jamás que manipulaba la lluvia?

Le dio vueltas a la idea una y otra vez en su mente. Ella “llamaba” al agua. No podía fabricar el agua, tenía que estar disponible, pero la podía controlar. Rikki estaba tan perdida en la maravilla de la actuación que no advirtió cuando él se levantó y fue a la ventana, abriéndola para poder ver las hojas plateadas de lluvia cayendo del cielo. La vista quitaba el aliento. Se volvió a mirarla. Ella quitaba el aliento, extraordinario. Era un fenómeno tan raro que apenas podía creer haberla descubierto.

Una ráfaga de viento condujo la lluvia al interior de la casa y le punteó el pecho, el hombro y el brazo. Sabía que había sentido la lluvia miles de veces, pero se sintió como la primera vez. La maravilla que Rikki experimentaba cuando tocaba el agua se derramó sobre él a través de su extraña conexión. Las gotas de agua fueron sensuales contra la piel, lenguas de terciopelo que lamían. El líquido estaba frío, su cuerpo caliente. Podía sentir cada gota individual.

Pero más que la sensación sobre la piel fue la manera en que sintió el líquido, como si se filtrara a lo más profundo. Primero hubo una sensación de hormigueo en las terminaciones nerviosas, y luego una ráfaga, como si una presa se hubiera abierto en su interior. Se quedó muy quieto y permitió que el fenómeno le tragara, que se esparciera como una marea dentro de él. Se sintió renovado, feliz, limpio y equilibrado.

Lev volvió a la cama, dejando la ventana abierta. Adoraba el sonido de la lluvia y supo que siempre asociaría ese sonido con Rikki. Su cara mostraba signos de agotamiento. Había trabajado duramente debajo del agua, sacándole fuera del mar, haciéndole la reanimación cardiopulmonar y estando levantada la mayor parte de la noche. Incluso jugando como lo hacía, manipular el agua tomaba una energía tremenda. Él sabía que ella no había comido nada desde que le había traído a la granja. No era de extrañar que estuviera tan delgada.

Se estiró otra vez, moldeando su cuerpo alrededor del de ella, con cuidado de no tocarla ni perturbarla, pero envió un "empujón" para que durmiera. Utilizó un toque muy delicado y suave, uno diseñado para permitir que se quedara dormida lentamente, sin saberlo. Mientras esperaba que su sugerencia funcionara, consideró las tragedias en su vida.

¿Si alguien había provocado deliberadamente esos fuegos y era demasiada coincidencia pensar que no fueron intencionados, era su habilidad para controlar el agua la razón? ¿Se había dado cuenta alguien de que Rikki era un elemento con un poder tremendo, aún cuándo era sólo una niña? Ella no había dicho qué edad tenía cuando ocurrió el primer incendio, pero había estado en dos casas de acogida y luego en un complejo estatal. Alguien había matado a su novio utilizando el fuego, lo contrario del agua. ¿Quién la quería muerta? Estaba convencido que alguien lo quería. Y si ese era el caso, ¿por qué los largos vacíos entre los ataques y por qué el fuego?

Rikki dejó caer las manos a los costados y sus pestañas revolotearon. Él le sonrió.

– Has vuelto.

Ella miró alrededor.

– Estás todavía aquí.

Su voz era soñolienta, los ojos dormidos. Se había arrastrado definitivamente dentro de él y se había envuelto apretadamente alrededor de lo que quedaba de su alma. Él quería mirarla toda la noche, el resto de su vida. Encontraba la paz en ella.

– Sí. Estoy aquí. No pienso irme a ningún sitio pronto. -Jamás.

Debería irse. Lo que él fuera, era violento y mortal y definitivamente problemas para ella, pero… echó una mirada alrededor del cuarto. Tenía una cama, un tocador y una mesita de noche. Lo indispensable. Era así en cada cuarto.

– ¿Cuánto tiempo has vivido aquí?

Ella pensó.

– Cerramos el trato de la granja poco antes del decimonoveno cumpleaños de Lexi y acaba de cumplir veintitrés, así que unos cinco años. Los huertos ya estaban y parte de los principales jardines de vegetales. Las casas estaban en la propiedad, pero en malas condiciones. Las remodelamos nosotras mismas y ampliamos el jardín. El año pasado pusimos dos invernaderos, uno bastante grande para verduras y otro mucho más pequeño para flores. La granja ha ido realmente bien y produce para nosotras.

Era lo más duradero que había tenido en su vida y él oyó el orgullo en su voz. Amaba la granja.

– ¿Quién hizo el trabajo en las casas?

– Nosotras. Todas nosotras. Comenzamos con la casa de Lexi. Necesitaba sentirse segura. Era importante que tuviera una casa, un lugar que fuera suyo. Judith, es nuestra artista, es asombrosa con un martillo. Entre Judith, Lissa y Airiana, pudimos hacer casi todo nosotras mismas. Y Judith nos ayudó a todas a decorar.

Él echó una mirada a la casa de Rikki. Su primer pensamiento fue que no había mucha decoración, pero entonces se dio cuenta que estaba equivocado. Judith, quienquiera que fuera, conocía la necesidad de Rikki de sencillez. Las paredes estaban pintadas con tonos acuáticos frescos, produciendo una atmósfera calmante. Y su cuarto de baño había sido una obra de arte. Las pocas imágenes en la casa eran acuarelas, representando lluvia sobre el césped o lluvia en los árboles. Judith "veía" a Rikki y había diseñado el interior para que encajara con sus necesidades. Estaba seguro que vería a través de él y decidió evitarla.

– ¿Cómo os conocisteis?

Los dedos de Rikki continuaron dando golpecitos en el muslo. Él podía oír que la lluvia respondía a través de la ventana abierta, golpeteando en el techo, siguiendo el ritmo de los dedos.

– Nos conocimos a través de una terapia para el dolor. Fue una especie de mi último esfuerzo desesperado por salvarme. Estaba bastante segura de que era una sociópata o algo así, al menos en sueños. Realmente no quería seguir viviendo. Pero entonces oí la historia de Lexi y la de Judith, así como la de las otras y me hicieron no sentirme tan sola. Ellas creyeron en mí cuando yo no podía creer en mí misma.

Él estaba callado, digiriendo lo que le decía.

– Rikki. ¿Por eso me has traído? No soy como tú, cariño. Tú no comenzaste esos fuegos. Yo he matado hombres. Veo las imágenes en mi cabeza. No sé por qué, pero no soy el hombre agradable que tienes en la cabeza.

– No creo que seas un hombre agradable -protestó.

Su vehemencia le hizo sonreír de nuevo.

– Bien. No quiero que te decepciones cuando averigüemos quien soy.

– ¿Realmente no lo sabes?

– No me compadezcas, Rikki -advirtió-. Me alegro de no saberlo. Pasar tiempo contigo ha sido como si me limpiara. Me siento libre. Sé que eso probablemente suena loco, pero no quiero mirar a quién fui, no con las cosas que veo. ¿Cómo podría tener diez nombres? No sé lo que es verdadero y lo que es inventado. Pero sé que cada recuerdo contiene violencia. Al permanecer aquí contigo, tumbado aquí escuchando la lluvia, siento paz. No debería, pero lo hago y voy a disfrutarlo mientras tenga la oportunidad. ¿Quién sabe? Mañana quizás aparezca en tu puerta un policía o alguien que me quiere muerto.

– No lo harán, lo sabes -ofreció, girando su cuerpo ligeramente hacia el suyo.

Debería haber girado lejos de él. Si tuviera algún sentido, su honradez le debería haber sacudido, pero Rikki no reaccionaba como la mayoría de las personas. Los ojos estaban fijos en los suyos.

– Si alguien te está buscando, Lev, pensarán que no sobrevivisteis al océano. Todos se habían ido por la mañana. El puerto estaba desierto cuando salí. Sólo Ralph estaba allí cuando regresé. Ralph te divisó, pero nunca te vio la cara.

Ante la mención de que Ralph le había visto, la mente de Lev tomó la superdirecta, calculando rápidamente los beneficios de encontrar a Ralph y deshacerse de él antes de que pudiera revelar que Rikki no había estado sola. Fue una reacción automática más que una consciente y eso le dijo mucho acerca de él mismo. Matar era un estilo de vida. Matar era una opción para quitar obstáculos de su camino. ¿Qué clase de hombre pensaba así? Rikki había pensado que ella misma era una sociópata porque no sabía si provocaba fuegos o no, pero jugaba bajo la lluvia, hacía que el agua bailara y componía sinfonías con ella. Él consideraba matar.

Para evitar sus ojos, se cubrió los propios con el brazo. Ella veía en él y la última cosa que deseaba era que le viera como era realmente.

– ¿Qué está mal?

Él sacudió la cabeza.

– Duérmete, Rikki. Sabré si alguien trata de acercarse a la casa.

Los dedos de ella le rozaron la boca. Sintió la sacudida de su toque como si un relámpago le golpeara. No hubo conmoción suave de su cuerpo. Su erección fue inmediata y dolorosa, una necesidad arrolladora que abarcó cuerpo y mente. Se permitió disfrutar de la sensación. Había pensado que era incapaz de una erección natural, una no planeada, una donde no hubiera establecido la seducción y controlado cada aspecto de la escena. Rikki le hacía sentirse vivo. Real. Un ser humano.

– Primero dime que está mal.

– Maldita sea, ¿no puedes simplemente dormirte? No quiero contártelo.

– Yo no te quiero en mi cama ni en mi casa. No te quiero cerca de mi barco. Eso no ha evitado que sucediera.

– ¿Qué quieres que diga? ¿Que en el momento que me dijiste que Ralph me había visto, pensé en matarle?

Apartó el brazo para que su mirada se fijara en la de ella, para poder ver su reacción, la repulsión, el horror. Esperaba que le ordenara que se fuera.

Los ojos de Rikki se suavizaron y que Dios le ayudara, le miraba con compasión.

– Lev, crees que alguien trata de matarte. No has ido corriendo a hacerle algo a Ralph. -Le sonrió, los ojos tan suaves y tan líquidos como siempre-. He pensado en matarte numerosas veces, pero no lo he hecho. El jurado todavía está deliberando si lo haré o no.

Había un ligero borde de broma en su tono. Su voz y la yema del dedo frotándole de aquí para allá sobre sus labios en un esfuerzo por borrarle el ceño no hacía mucho para su tranquilidad ni su pesada erección. Ella le ponía un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de golf y se sintió como si estuviera estrangulándose. No podía encontrar un modo de creer en sí mismo, pero ella sí, esta extraña mujer que le había sacado del mar.

– Hazme un favor, cariño -dijo suavemente-. Duérmete y déjame cuidarte con la lluvia. Has hecho mucho por mí, permite que haga esto por ti.

Ella le estudió la cara durante mucho tiempo antes de asentir y ponerse de costado, dándole la espalda. Cuando quitó el dedo, se encontró con que podía respirar otra vez, pero su cuerpo no se relajó hasta mucho tiempo después de que su respiración se volviera uniforme. Esperó aún más, hasta que estuvo seguro que estaba lo suficientemente dormida, antes de envolver el brazo alrededor de su cintura y colocar la cabeza cerca de su hombro, así podría respirarla junto con el olor a lluvia.