Los dedos de Rikki continuaron dando golpecitos en el muslo. Él podía oír que la lluvia respondía a través de la ventana abierta, golpeteando en el techo, siguiendo el ritmo de los dedos.
– Nos conocimos a través de una terapia para el dolor. Fue una especie de mi último esfuerzo desesperado por salvarme. Estaba bastante segura de que era una sociópata o algo así, al menos en sueños. Realmente no quería seguir viviendo. Pero entonces oí la historia de Lexi y la de Judith, así como la de las otras y me hicieron no sentirme tan sola. Ellas creyeron en mí cuando yo no podía creer en mí misma.
Él estaba callado, digiriendo lo que le decía.
– Rikki. ¿Por eso me has traído? No soy como tú, cariño. Tú no comenzaste esos fuegos. Yo he matado hombres. Veo las imágenes en mi cabeza. No sé por qué, pero no soy el hombre agradable que tienes en la cabeza.
– No creo que seas un hombre agradable -protestó.
Su vehemencia le hizo sonreír de nuevo.
– Bien. No quiero que te decepciones cuando averigüemos quien soy.
– ¿Realmente no lo sabes?
– No me compadezcas, Rikki -advirtió-. Me alegro de no saberlo. Pasar tiempo contigo ha sido como si me limpiara. Me siento libre. Sé que eso probablemente suena loco, pero no quiero mirar a quién fui, no con las cosas que veo. ¿Cómo podría tener diez nombres? No sé lo que es verdadero y lo que es inventado. Pero sé que cada recuerdo contiene violencia. Al permanecer aquí contigo, tumbado aquí escuchando la lluvia, siento paz. No debería, pero lo hago y voy a disfrutarlo mientras tenga la oportunidad. ¿Quién sabe? Mañana quizás aparezca en tu puerta un policía o alguien que me quiere muerto.
– No lo harán, lo sabes -ofreció, girando su cuerpo ligeramente hacia el suyo.
Debería haber girado lejos de él. Si tuviera algún sentido, su honradez le debería haber sacudido, pero Rikki no reaccionaba como la mayoría de las personas. Los ojos estaban fijos en los suyos.
– Si alguien te está buscando, Lev, pensarán que no sobrevivisteis al océano. Todos se habían ido por la mañana. El puerto estaba desierto cuando salí. Sólo Ralph estaba allí cuando regresé. Ralph te divisó, pero nunca te vio la cara.
Ante la mención de que Ralph le había visto, la mente de Lev tomó la superdirecta, calculando rápidamente los beneficios de encontrar a Ralph y deshacerse de él antes de que pudiera revelar que Rikki no había estado sola. Fue una reacción automática más que una consciente y eso le dijo mucho acerca de él mismo. Matar era un estilo de vida. Matar era una opción para quitar obstáculos de su camino. ¿Qué clase de hombre pensaba así? Rikki había pensado que ella misma era una sociópata porque no sabía si provocaba fuegos o no, pero jugaba bajo la lluvia, hacía que el agua bailara y componía sinfonías con ella. Él consideraba matar.
Para evitar sus ojos, se cubrió los propios con el brazo. Ella veía en él y la última cosa que deseaba era que le viera como era realmente.
– ¿Qué está mal?
Él sacudió la cabeza.
– Duérmete, Rikki. Sabré si alguien trata de acercarse a la casa.
Los dedos de ella le rozaron la boca. Sintió la sacudida de su toque como si un relámpago le golpeara. No hubo conmoción suave de su cuerpo. Su erección fue inmediata y dolorosa, una necesidad arrolladora que abarcó cuerpo y mente. Se permitió disfrutar de la sensación. Había pensado que era incapaz de una erección natural, una no planeada, una donde no hubiera establecido la seducción y controlado cada aspecto de la escena. Rikki le hacía sentirse vivo. Real. Un ser humano.
– Primero dime que está mal.
– Maldita sea, ¿no puedes simplemente dormirte? No quiero contártelo.
– Yo no te quiero en mi cama ni en mi casa. No te quiero cerca de mi barco. Eso no ha evitado que sucediera.
– ¿Qué quieres que diga? ¿Que en el momento que me dijiste que Ralph me había visto, pensé en matarle?
Apartó el brazo para que su mirada se fijara en la de ella, para poder ver su reacción, la repulsión, el horror. Esperaba que le ordenara que se fuera.
Los ojos de Rikki se suavizaron y que Dios le ayudara, le miraba con compasión.
– Lev, crees que alguien trata de matarte. No has ido corriendo a hacerle algo a Ralph. -Le sonrió, los ojos tan suaves y tan líquidos como siempre-. He pensado en matarte numerosas veces, pero no lo he hecho. El jurado todavía está deliberando si lo haré o no.
Había un ligero borde de broma en su tono. Su voz y la yema del dedo frotándole de aquí para allá sobre sus labios en un esfuerzo por borrarle el ceño no hacía mucho para su tranquilidad ni su pesada erección. Ella le ponía un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de golf y se sintió como si estuviera estrangulándose. No podía encontrar un modo de creer en sí mismo, pero ella sí, esta extraña mujer que le había sacado del mar.
– Hazme un favor, cariño -dijo suavemente-. Duérmete y déjame cuidarte con la lluvia. Has hecho mucho por mí, permite que haga esto por ti.
Ella le estudió la cara durante mucho tiempo antes de asentir y ponerse de costado, dándole la espalda. Cuando quitó el dedo, se encontró con que podía respirar otra vez, pero su cuerpo no se relajó hasta mucho tiempo después de que su respiración se volviera uniforme. Esperó aún más, hasta que estuvo seguro que estaba lo suficientemente dormida, antes de envolver el brazo alrededor de su cintura y colocar la cabeza cerca de su hombro, así podría respirarla junto con el olor a lluvia.
Capítulo 6
Rikki se tomaba muy en serio sus responsabilidades y Lev era una enorme. No era como tener un gato o un pececito naranja. Realmente tenía que cuidar de él. Paso una gran cantidad de su tiempo hablando consigo misma durante una semana y media. Él era incapaz de estar levantado durante más de quince minutos seguidos. Sus dolores de cabeza eran terribles y había sentido más dolores desde el vapuleo contra las rocas.
Reanudó la rutina habitual de dar vueltas alrededor de la casa día y noche buscando señales de un intruso. Para alimentar al hombre, usaba cada lata de caldo y sopa que Blythe había comprado para ella. Los primeros días comió poco y durmió la mayoría del tiempo. La preocupaba que necesitara que le llevasen a un hospital, pero cada vez que sacaba el tema a colación, él se mostraba en contra firmemente, asegurándole que se pondría bien.
Hacía un día con un tiempo estupendo, y pensó en ir a trabajar en vez de malgastar el día contemplándole. Parecía inconsciente. Dos días de gran oleaje se soportaban fácilmente, pero para el duodécimo ella no podía dejar de pasear de un lado a otro. Se sentía inquieta y abatida. Decidió que tenía que dejarle el tiempo suficiente para sentarse en los acantilados durante un rato y respirar. Al menos Lev no quería hablar. A menudo se levantaba con un arma en las manos y los ojos fríos como el hielo mientras revisaba la habitación. Ella tenía cuidado de no asustarle nunca.
No parecía importarle que le ayudase a ir al baño, ni que le diera un masaje dos veces al día. Rara vez hablaba incluso entonces y podía decir que el ruido le lastimaba. A ella no le importaba el silencio, ya que los ruidos también lastimaban su cabeza. Sabía que tendría que encontrar un modo de conseguirle ropa (algo que significaba acudir a una tienda) pero no estaba lista aún para ese tipo de obligación. Simplemente quería conseguir ponerle en pie y fuera de su casa.
No había dormido muy bien después de esa primera noche. La mayoría de las veces se quedaba en el balancín fuera de la cocina, o si hacía demasiado frío, en su diván. A menudo se paseaba de un lado a otro preocupada por si Lev no se despertaba y luego con miedo de que lo hiciera. Estaba tan acostumbrada a estar sola que era muy consciente de la respiración de él, del modo en que ocupaba su aire y su espacio. Mantenía las persianas de la casa bajas, y cada una de sus hermanas llamó dos veces pero no hicieron preguntas.