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Sin aviso, un pulpo se puso repentinamente en su línea de visión, oscilando de arriba abajo en el agua. Usualmente los que encontraba eran relativamente pequeños, pero éste era mayor que ella. Sus tentáculos estaban abajo, pero la estaba mirando. Pensando que sería prudente dar al pulpo un poco de espacio, se movió en sentido contrario a las agujas del reloj alrededor de la roca y comenzó a trabajar de nuevo. El pulpo nadó en sentido horario y se encontró con ella en el otro lado. Su corazón saltó cuando vio a la criatura viniendo hacia ella, haciéndose más y más grande según se acercaba.

Cambió su dirección de nuevo. En el momento que comenzó a cosechar, el pulpo la siguió a un metro y medio, simplemente oscilando, los tentáculos hacia abajo. En ese punto, Rikki decidió que el pulpo quería los erizos de mar más de lo que los quería ella, era eso o estaba protegiendo su guarida. Fuera lo que fuera… la criatura había hecho un comunicado bastante claro que ella estaba ignorando.

Riéndose ante el recuerdo, se levantó, los brazos extendidos, abrazando el mar. La felicidad la envolvió en la niebla y el viento azotó su pelo en un frenesí salvaje. Inhaló y cerró los ojos, necesitando sentir… absorber el agua en el interior de la piel, en la sangre. Podía sentir las corrientes corriendo a través de ella, colmando su necesidad de libertad, de ser capaz de ser salvaje y de mostrar cada emoción, profunda y fuerte. La fuerza de sus pasiones a menudo la conmocionaba. Rara vez mostraba sentimientos, pero las emociones estaban allí, escondidas bajo su cuidadosamente construida falsa calma. Justamente como el mar, era turbulenta y salvaje, fiera y cariñosa. Sentía cada sensación, pero sólo era aquí, con el agua a su alrededor, que se atrevía a permitirse sentir tan fuertemente, tan apasionadamente.

Abrió los ojos para dar una última mirada al mar antes de volver a la granja. Las olas eran enormes, el mar rompiendo contra los riscos.

– Oh, mierda -susurró ella, dejando caer los brazos y contemplando las turbulentas y agitadas aguas-. ¿Hice eso? -Había barcas fuera en un muy embravecido mar.

Maldiciendo por lo bajo, alzó los brazos de nuevo para contener el litoral e hizo todo lo posible por calmar su mente, para acallar los miedos que tenía acerca de dejar a Lev en su casa y la culpa por no contar a sus hermanas nada sobre él. Respirando pausadamente, dentro y fuera, creó la imagen de un mar en calma, de cielos despejados, gaviotas volando en lo alto y aguas rompiendo suavemente contra las rocas por debajo de los acantilados.

Sintió al viento tirando de sus ropas y alborotándole el cabello. La niebla se enroscaba a su alrededor, el agua vaporizada le salpicaba la cara. Su cuerpo, sediento de humedad, absorbía instantáneamente las gotitas. En sus venas el fuerte ritmo de su pulso empezó lentamente a calmarse y su corazón disminuyó a un moderado latido. Las aguas se arremolinaron por un momento justo bajo el farallón, ascendiendo como un ciclón en una delgada columna, saltando hacia ella, como si la alcanzara para besarla o abrazarla y luego estirándose, derrumbándose de vuelta a un mar en calma.

Lentamente dejó caer sus brazos mientras orientaba a las aguas hacia un suave balanceo. Júbilo. Orgullo. Satisfacción. Una naciente esperanza. Las emociones la inundaban y su mente empezó a trabajar a millones de kilómetros por hora intentando asimilar lo qué había pasado. No había abierto accidentalmente unos pocos grifos. No había hecho saltar agua en mar abierto. Realmente había manipulado una gran cantidad de agua. Tenía un don que no tenía precio. Lev había estado tan convencido de su habilidad, tan seguro de que podía hacerlo, pero esto… controlar una gran cantidad de agua no le había ocurrido nunca.

Rikki no estaba segura de creer a sus propios ojos. Apartándose del agua, caminó de vuelta a la camioneta, queriendo practicar todo el rato. Necesitaba ir a un lugar donde nadie pudiera observarla y resultar herido. La granja tenía un estanque que era utilizado para la irrigación. Podía sentarse al lado de la masa de agua todo lo que quisiera y ver si realmente podía hacer esta cosa asombrosa.

Tuvo que mantener la presencia de ánimo para conducir despacio y no ser detenida de nuevo. Con su habitual y decidida determinación, condujo directa hacia la laguna y salió de un salto, casi corriendo hasta el estanque. El agua descansaba lisa aparentemente indiferente a ella, pero mientras bajaba hacia el estanque, imaginó que podía ver ondas formándose, moviéndose hacia ella, como si fuese un imán.

Rikki se agachó en el mismo margen de la orilla. El borde era estrecho y supo que en el mejor de los casos era una pose precaria, pero estaba ansiosa por probar su habilidad. Durante el paseo en coche, había empezado a dudar, pensando que era mucho más probable que fuera una coincidencia, pero había sentido el agua en ese momento, la sentía moviéndose a través de ella, dentro de ella, justo como lo hacía cuando estaba bajo el agua. Se había sentido como si fuera parte del mar, conectada a él de un modo como nunca había estado con nada más. El descubrimiento era a la vez terrorífico y excitante.

Alargó los brazos y cerró los ojos, absorbiendo deliberadamente la sensación del agua. Inmediatamente pudo sentir el habitual centrado de su mente que siempre sentía cuando estaba cerca del agua, pero más allá de eso, podía decir que había una diferencia. El mar era poderoso y temperamental. El estanque era sereno y relajado, una suave y tranquila presencia, más pacífica que esa que golpeaba y palpitaba como hacía el océano. Esta masa de agua no pulsaba sus emociones como hacía el mar. No había ninguna emisión de furia, de miedo, de la dorada felicidad que esta granja y sus hermanas representaban, o de la salvaje energía sexual que estaba desesperada por reprimir desde que sacó a Lev del mar.

Absorbió la calma, la tomó en su interior y entonces intentó su baile, cantando en voz baja y utilizando las palmas de las manos para “sentir” el agua. Cuando abrió los ojos, pequeñas columnas saltaban y jugaban bajo su dirección, de la misma manera que en mar abierto. Los pequeñas chorros de agua giraban y saltaban, haciendo carreras unas con las otras a través de la superficie. Maravillada, se levantó, aumentando la energía, y vio la respuesta instantánea… las columnas se hicieron más altas, giraron más rápido y muchas se rompieron en múltiples géiseres.

La alegría desbordó a través de ella. Este… este don… era suyo. No podía caminar a lo largo de una calle abarrotada o entrar en una tienda con luces fluorescentes, pero podía unirse con el agua, hacerla susurrar o rugir, ser parte de ella. Alargó la mano sobre la pequeña franja de tierra en la que estaba situada hacia las columnas de danzante agua, las puntas de los dedos cosquilleándole mientras manipulaba las numerosas columnas de agua a través de la laguna.

Dio un paso al frente y sintió el estrecho margen desmenuzándose. Desesperadamente, intentó lanzar su peso hacia atrás. El corazón martilleó, la palma ardió y el dolor le subió rápidamente por el brazo. Las columnas se colapsaron, enviando agua vaporizada al aire mientras la tierra continuaba erosionándose bajo ella. Alargó la mano para agarrar una raíz expuesta. Sin aviso, sintió una sacudida, como si una mano la izara y la lanzara de nuevo sobre suelo firme. La fuerza fue tan grande que aterrizó lo bastante fuerte como para que se le cortara la respiración. Permaneció allí, tendida, intentando recuperar el aliento, los pulmones quemando y su mente a toda velocidad. Debería haberse caído al estanque.

Rikki giró sobre sí misma y contempló el cielo, acunando todo el rato su brazo derecho y presionando la palma de la mano contra el alocado latido de su corazón. ¿Qué la había salvado de un frío remojón? Habría sido difícil la escalada, pero no tenía duda de que podía haberlo hecho. Hubiese estado sucia, fría y muy abochornada, pero aún así… Miró el estrecho saliente donde había estado. Se había desmoronado completamente en una mini avalancha.