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¿Rikki? Rikki, contéstame. Necesito saber que estás bien.

La voz de Lev le llenó la mente. Se dio cuenta inmediatamente de que él había hecho algo para ayudarla desde la distancia. Tragando con fuerza, se frotó la mano sobre la cara, intentando pensar. Él debía tener un tremendo poder para poder hacer algo como eso. Ella vivía en Sea Haven y todo el mundo allí conocía a la familia Drake. Se rumoreaba que esas siete hermanas habían nacido todas de una séptima hija y cada una de ellas cargaba con tremendos dones, pero nunca había oído que nadie más tuviera ese tipo de poderes, y las Drake eran… pues bien… las Drake. Todo el mundo aceptaba ese hecho.

Contéstame ahora.

La voz era un suave gruñido de mandato. No pudo detener la respuesta instantánea.

Estoy bien. No te preocupes.

Rikki se tapó las orejas con las manos. No tenía intención de participar en una comunicación telepática con él. Si podía meterse dentro de su cabeza, podría ser capaz de leer sus pensamientos…

Tú también puedes leer los míos.

Había alivio en su voz. Inundó su mente y la intimidad de ese tono aterciopelado la conmocionó. Su cuerpo entero reaccionó, volviendo a la vida, cada terminación nerviosa en alerta. La electricidad chispeó a través de su piel y en lo más profundo de si se sintió vacía y necesitada.

Sal de mi cabeza.

Temblando, logró ponerse de pie.

Me diste un susto de muerte. Y mi cabeza duele como una hija de puta. Podrías considerar eso antes de meterte en problemas.

Sintió que para él esa cólera era chocante, que estaba horrorizado de su propio miedo por su seguridad. Por alguna razón, eso era raro… su preocupación por otro ser humano. Él no entendía su conexión más de lo que ella lo hacía y saber eso, lo hacía más fácil para ella.

Bien, gracias por salvarme del chapuzón.

Estuvo en silencio un momento pero todavía podía sentirle allí en su mente. Era un poco como estar bajo el agua, todo en ella se tranquilizaba y calmaba como si él la anclase del mismo modo que lo hacía el mar.

Si has terminado de jugar, vuelve a mí.

Pudo oír el dolor en su voz, en la mente de él. El corazón le tartamudeó en el pecho y presionó la palma de la mano fuertemente contra él.

Lev, ¿has intentado levantarte?

No iba a dejarte en peligro.

Por ella, lo había intentado por ella. Apenas podía permanecer de pie por más de un par de minutos, lo justo para llegar al baño y volver e incluso eso le mareaba. Cada día había sido un descubrimiento de nuevos moretones por los golpes que había recibido, pero había intentado llegar a ella.

No eres ni mucho menos el mal hombre que piensas que eres.

Ven a casa y averígualo.

Se lo gruñó, queriendo darle el significado de una amenaza.

Se encontró sonriendo mientras caminaba de vuelta a la camioneta. Quizás tenía su lado bueno esta tontería de la telepatía después de todo. Cuando él hablaba en voz alta, ella básicamente quería golpearle en la cabeza, pero cuando le hablaba en la mente, podía sentir sus sentimientos. No captaba matices de voces o leía expresiones faciales como las demás personas, pero no tenía que hacerlo cuando él proyectaba la voz en su mente. Estaba allí dentro de ella y reconocía los sentimientos tras las palabras.

Ya vuelvo. Espero que estés de vuelta en la cama. Empiezo a estar un poco cansada de recogerte del suelo.

Si dejases de limpiarlo tanto, no estaría tan escurridizo.

La diversión que se deslizaba en su voz la hizo feliz. Sabía que la risa era incluso más extraña para él de lo que lo era para ella, no obstante por alguna razón que no podía comprender del todo, él la encontraba divertida. La gran mayoría de la gente pensaba que era rara, pero su rareza no sólo no le molestaba sino que él parecía disfrutar de su compañía.

Me das masajes.

Se puso en marcha, entró en la camioneta y dio un portazo frunciendo el ceño.

¡Lo sabía! ¡Sabía que en el momento en que te permitiera entrar en mi cabeza intentarías ir a donde no perteneces! Mis pensamientos no son para que tú vayas escuchando a hurtadillas.

Estabas pensando en mí.

La satisfacción ronroneó en su voz.

Bien, piensa en mí enfadándome mucho contigo.

Prefiero pensar en ti dándome un masaje.

Ella sofocó una carcajada.

¿No te de dolor de cabeza este modo de hablar?

Ella tenía los inicios de uno.

Ya tengo un dolor de cabeza. No se decir si lo está empeorando o no. Todo lo que sé con seguridad es que te quiero de vuelta aquí a salvo en esta casa conmigo.

Trató de bloquear la prisa que percibió de sus palabras y el modo en que las dijo. Era imposible no sentir el calor extendiéndose o el modo en que su cuerpo respondía al de él, estirándose de la misma manera que hacía cuando estaba cerca del agua.

Estoy de camino.

Capítulo 7

– Lev, debes escucharme. -Rikki miró ferozmente a su espalda mientras éste caminaba por la cocina-. Esto es información importante. Un yate se hundió en nuestra costa el día que te saqué del agua. -Le miró con cuidado, pero no hubo reacción en él-. Es una gran cosa. Tienen investigadores y científicos revoloteando por todas partes. Se presume que todos están muertos.

Cuando él siguió rondando y abriendo todas las alacenas, ella suspiró con exasperación.

– ¿No comprendes lo que esto significa? Tuviste que haber estado en ese yate. Estaba a corta distancia de donde estaba yo cuando se hundió.

Habían pasado tres días desde que había ido al pueblo y esta era la primera vez que Lev había estado levantado durante más de quince minutos. Se había duchado realmente, y aunque hubiera tenido que acostarse una media hora, estaba otra vez en pie y hambriento, deseando un verdadero desayuno, no caldo ni bocadillos de mantequilla de cacahuete. Se había quedado sin las sopas que Judith había comprado para ella, y se sentía un poco desesperada, esperando distraerlo de comer. No había salido al mar en más de dos semanas. Parecían meses y los efectos de su pequeña y última visita a los riscos hacía días la había agotado, dejándola agitada y molesta.

Lev cerró otra alacena de golpe y ella le fulminó, irritada.

– Para. ¿Qué demonios estás buscando?

– Comida.

– Hay toneladas de alimento. Deja de golpear las puertas. Debes cerrarlas en silencio. -O mejor todavía, no tocarlas-. Estás dejando huellas dactilares por todas partes y tendré que pasar horas sacándoles brillo. -Se tocó la garganta. Había estado llevando suéteres de cuello alto durante semanas para cubrir las huellas que él le había dejado en la garganta. No le molestaban los pesados jerseys, pero los cuellos le molestaban porque tendía a retroceder al viejo hábito que tuvo de ocultarse en ellos. Había luchado duramente para parar eso, pero llevar uno durante quince días la hacía querer desaparecer en el tibio material. Estaba desesperada, desesperada, por el mar.

La mirada de él se movió a su cara, luego vagó al cuello. Ella deseó de repente no haber atraído su atención. La cara de Lev se oscureció y las sombras se arrastraron al azul de sus ojos.

– ¿Cuán malo es? Déjame mirar.

Dio un paso más cerca, cerniéndose sobre ella hasta que tuvo que retroceder apresuradamente para crear más espacio. Cuando él estaba en la cama, parecía vulnerable y necesitado de cuidados. Podía tumbarse en la cama y dormir a su lado siempre que se levantara antes de que él despertara, aunque a veces sospechaba que él sabía el momento en que ella abría los ojos y simplemente no le decía nada. No estaba segura de cómo sentirse acerca de eso tampoco, porque significaba que presentía cuán incómoda estaba con él cuando estaba despierto.