– ¿Por qué no comes nada más?
Ella frunció el entrecejo otra vez, estudiándole la cara.
– Las texturas me molestan. Fue más fácil encontrar algo que me gustara y que tuviera muchas calorías para sustentar mi trabajo submarino.
– Entonces puedes comer otros alimentos.
– Solía hacerlo, antes de vivir sola.
– Piensa en ello como una gran aventura. Puedes intentar nuevas cosas y decirme qué te gusta y qué no. Una vez tengamos una lista, nos pegaremos a ella. Y mantendré los platos limpios.
Ella respiró para tratar de calmar el palpitar del corazón. Blythe siempre le decía que debía estirar sus límites, seguir expandiéndolos, no sólo en su sed de conocimiento, sino en sus capacidades sociales. Vivir con alguien ciertamente iría hacia ese objetivo, ¿verdad?
– No puedo mentir a mi familia.
– No te he pedido que mientas. Si hacen preguntas, entonces contéstalas.
– Júrame que no les harás daño.
– Cariño, no tiene sentido porque no me creerías.
– Hazlo de todos modos.
Le miró fijamente a los ojos, buscando la verdad. Él no apartó la mirada y ella vio lo que había visto antes en él, la vulnerabilidad. Parecía tan duro como los clavos, un hombre grande y musculoso bien versado en la supervivencia, pero como Rikki, no lo tenía fácil en el mundo de la familia y amigos. Era un extraño, como ella. A pesar de todos los problemas que tenerle allí le causaba, se identificaba con él.
– Podemos intentarlo, Lev, pero vivir conmigo no será todo diversión.
Él se estiró y le apartó mechones de pelo de la cara.
– Siempre que no te haga llorar, pienso que estaremos bien.
– Deseo que sepas que podría ser peligroso. Cuatro casas se han quemado a mi alrededor. Escapé, pero otros no lo hicieron. Personas que amaba. Personas que vivían conmigo. Estás corriendo un riesgo.
– Me lo has dicho.
– Quiero que me creas. Los fuegos fueron incendios provocados.
Él asintió.
– Te he oído. No estoy preocupado. Creo que estarás mucho más segura conmigo aquí.
– No estoy preocupada por mí, Lev. No quiero más muertes en mis manos.
Él cerró los ojos brevemente y luego la miró a los suyos.
– Tampoco yo, lyubimaya, pero no eres responsable. No importa lo que los otros te indujeran a creer, tú no comenzaste esos fuegos. Un elemento agua nunca podría hacer tal cosa.
– Dijiste eso antes. ¿Qué significa? -Porque estaba bastante segura que él sabía cuál era su don especial. Había estado allí, en su mente, cuando había dirigido a la charca a responder.
– Algunas personas nacen con dones, Rikki. Tú eres una de ellas. Estás unida al agua. Responde a tu llamada. Juegas con ella, bailas con ella, la llamas con la canción. Estás en casa en el mar por una razón.
– Estoy en casa en el mar porque soy un buzo de erizos de mar. Adoro lo que hago y me da independencia. No puedo trabajar con otras personas.
– Es más probable que seas buzo de erizos de mar porque el agua te ha llamado. Tienes un don que es un rasgo raro. Me imagino que tu familia, tus hermanas, tienen dones también.
– Nos escogimos mutuamente. No somos de la misma sangre.
– Los elementos generalmente se atraen -contestó-. Es más que probable que cada una de ellas o por lo menos algunas de ellas estén vinculadas a un elemento.
– ¿Y tú? -Inclinó el mentón hacia él y atrajo la mano izquierda bajo la manta para sostener la palma contra el corazón. Le desafiaba a mentirle.
– No de la misma manera, pero sí, tengo dones propios.
– ¡Lo sabía! -Le frunció el ceño-. Yo no soy telepática pero he oído tu voz. Nos has conectado de alguna manera.
Él sacudió la cabeza.
– Tú lo hiciste. Bajo el agua. Cuando me salvaste.
Ella abrió la boca y la cerró otra vez. No tenía la menor idea acerca de elementos, dones o acerca de ninguna otra cosa, pero iba a investigar. Y quizá una de sus hermanas supiera de qué estaba hablando. Él estaba en su casa, y a pesar de que cada instinto le exigía que le echara, no podía. No era cuerdo ni razonable, pero no podía.
Lev le sonrió y pasó la yema del pulgar sobre sus labios.
– No será tan malo, Rikki. Apenas advertirás que estoy aquí.
Ella hizo un ruido burlón con la garganta. Era enorme y muy masculino. ¿Cómo podría no notarlo? Sus hombros ocupaban más espacio que sus muebles.
– Me quedaré aquí dentro mientras haces el desayuno.
No quería ver sus preciosos platos ni las ollas y las cacerolas sucias.
– Cocinaré todo por separado para que puedas intentarlo.
Ella arrugó la nariz.
– Lo estoy deseando.
Él rió y le alborotó el cabello cuando se levantó antes de tomar su taza de café. Le miró salir y se acurrucó debajo de la manta, esperando que la ayudara a permanecer calmada.
Capítulo 8
Lev sacó las cacerolas con cuidado, mirando fijamente por la ventana mientras consideraba la mejor línea de acción. Cuanto más tiempo pasaba en compañía de Rikki más se encontraba deseando estar con ella. Ella le intrigaba. Estaba seguro que otros encontrarían sus maneras desagradables pero él las encontraba atrayentes. Obviamente el sistema sensorial de Rikki no funcionaba apropiadamente. Para un hombre que siempre había creído que no sentía otro instinto que el de la supervivencia, encontraba que tenía un lado protector. Ella parecía sacárselo.
Él era un lobo solitario. Ella también. Ninguno se sentía cómodo en compañía de otros. A ninguno le gustaba que le tocaran, pero encontraba que quería sus manos sobre él y ella no parecía tan opuesta a su toque tampoco. Nunca habían confiado en nadie lo suficiente para dormir con ellos, pero lo había hecho con ella y Rikki también. Él creía en el destino y el mar los había atraído juntos por una razón.
Los recuerdos de su pasado estaban volviendo en pequeñas piezas, aunque verdaderamente no recordaba nada acerca de un yate ni sobre de lo que podría haber estado haciendo allí. Lo bueno era que quizá no importaba. Estaba muerto para el mundo. Rikki era la única que sabía de su existencia. Podría construirse una nueva vida. Comenzar de nuevo otra vez. Ser otra persona.
Primero, antes que nada, tenía que conseguir tiempo con ella. Eso era imprescindible. Su mirada barrió el terreno fuera de la ventana de la cocina. La cobertura era buena siempre que nadie estuviera en camino hacia su casa, o tratando de moverse furtivamente entre los árboles. Le había dicho la verdad cuando confesó tener dones propios. Mientras cocinaba unas pocas lonchas de tocino, estudió los terrenos a través de la ventana de la cocina.
Rikki había establecido obviamente su casa con vistas a protegerla del fuego. Los árboles estaban a distancia. Las flores y los arbustos que rodeaban la casa eran plantas que contenían agua y arderían lentamente. Ella no pensaba en términos de armas. ¿Creía él que esos fuegos apuntaban a ella? Por supuesto que sí. Los investigadores habían tenido una cabeza de turco en una joven adolescente que obviamente era una inadaptada social a sus ojos.
Rikki había sido el objetivo no una vez, sino cuatro. Nadie la había molestado en los últimos cuatro años y eso significaba una cosa para Lev, quienquiera que trataba de matarla no sabía dónde estaba. Pero la estaría buscando y cuando la encontrara… encontraría a Lev. No estaría desprotegida. Se decidió por tortitas para el desayuno, pensando que la textura de los huevos quizás la molestaría más que las tortitas.
La oyó venir y se giró para mirarla entrar en el cuarto. Fluía, como el agua, pero podía ver que estaba incómoda.
– Estaba leyendo el artículo del periódico otra vez -saludó-. El guardaespaldas ha sido identificado como Sid Kozlov. ¿Te suena familiar?
Él quiso sonreír cuando ella evitó cuidadosamente mirar el tocino y las tortitas. En vez de eso, fue directamente a la puerta y la abrió y entonces empezó a caminar alrededor de la mesa como si su energía nerviosa fuera tan abrumadora que no pudiera mantenerse quieta. Maldición, la encontraba adorable. ¿Cómo no podría cualquiera ver su lucha por vencer los problemas sensoriales que tenía? Él no podía evitar el admirarla por la vida que se había creado para ella misma.