Rikki contuvo el aliento, el color se le fue de la cara.
– ¿Crees que planea provocar un incendio forestal?
Lev estudió las caras de sus hermanas mientras le tomaba la mano, le deslizó el pulgar sobre el centro de la palma, trazando pequeños círculos.
– No sé lo que planea hacer. Si quiere destruir a todos los que le importan a Rikki, entonces ninguna de vuestras casas está a salvo.
Lissa levantó el mentón.
– Tendrá que luchar contra todas nosotras.
Rikki negó con la cabeza.
– No. De ninguna manera. Si me ha encontrado, entonces me voy. No voy a correr riesgos con ninguna de vuestras vidas. ¿Quién es él? ¿Por qué me hace esto?
– Y si él no sabía dónde estabas, lo cual no podía haber sabido o habría provocado fuegos antes, entonces ¿cómo te ha encontrado? -preguntó Lev.
– No te vas -dijo Blythe-. Estamos en esto juntas.
Las otras mujeres asintieron y a Lev le gustaron más por su apoyo.
Judith chasqueó los dedos.
– Las noticias. Rikki, saliste en las noticias la otra noche. Quise contártelo.
Lev frunció el ceño y apretó los dedos alrededor de su mano. Tiró hasta que estuvo contra la silla.
– ¿Qué demonios hacías en la televisión?
Ella sacudió la cabeza, pareciendo confusa.
– No tengo la menor idea de lo que está hablando. ¿Cómo he podido salir en las noticias, Judith?
– Cuando fuiste al pueblo y yo entré en la tienda de Inez para conseguirte la sopa -le recordó Judith-. Recuerdas que el lugar estaba abarrotado de periodistas de noticias. Te quedaste fuera al lado del camión y luego hubo otra escena de ti, sentada en el risco con el mar detrás de ti, en los promontorios.
– No noté que nadie me filmara.
– Estuvieron filmando al otro lado de la calle. El hombre que poseía el yate era un viejo conocido por todo el mundo. Y fue un acontecimiento tan extraordinario, una burbuja de gas de metano hunde un buque -agregó Lexi-. Muy extraño y algo fantasmal. Por eso tantos científicos están aquí.
– Han disminuido mucho -indicó Lissa.
– Así es cómo encontró a Rikki -dijo Lev.
– Voy a llamar a Jonas, Rikki -anunció Blythe-. Sé que estás incómoda con cualquier oficial, pero él debe saber que alguien te está acechando.
Rikki negó con la cabeza.
– Pensará que soy yo, como todos los demás, Blythe. Ninguno me creyó. Leerá todos los informes y me empezará a vigilar.
– Déjale -dijo Lissa-. Por lo menos mantendrá un ojo en el asunto.
Rikki se quedó silenciosa, pero Lev podía sentir los pensamientos corriendo por su cabeza. Estaba cerca de las lágrimas, pero no las mostraba en la cara. Iba a dejarlos a todos, tratar de atraer el peligro lejos de ellos. De todos ellos, incluido él.
– No vas a irte -dijo Lev quedamente-. Sé lo que estás pensando, Rikki, y ningún incendiario va a robarte tu vida otra vez. Sé que salvaste mi vida. Quizá se supone que debo estar aquí para salvar la tuya. -Lo dijo en voz alta deliberadamente para que ella supiera que hablaba en serio. Lo indicó tranquila pero firmemente delante de su familia, indiferente a lo que pensaran-. ¿Confías en mí lo suficiente como para quedarte y pasar por esto?
– ¿Y arriesgarlas? -Rikki hizo gestos hacia sus hermanas-. Significan todo para mí.
– Incluso si te vas, no hay garantía de que no te golpeará a través de ellas -señaló Lev suavemente-. Has estado dentro de mi cabeza, me conoces. Sabes lo que soy. Sabes que puedo hacer esto.
Ella negó.
– No. No quiero que vayas tras él. Querías esta oportunidad para ser algo, alguien, diferente, y no voy a quitarte eso.
– Un hombre tiene derecho a proteger su casa, Rikki -contestó Lev-. Y a su mujer. -Envolvió el brazo alrededor de su cintura y la atrajo al brazo de la silla-. Eso es lo que los hombres hacen.
Airiana inhaló bruscamente y miró a Judith.
Blythe se levantó.
– Vamos a ir todos más despacio. ¿Qué es, Judith?
– Su aura cambia cuando está cerca de Rikki -cuchicheó Airiana-. ¿Judith, viste eso? Es totalmente diferente cuando está cerca de ella.
– No sé lo que eso significa.
Rikki tembló, pero no se alejó de él. Él sabía que en su mente estaba con él para protegerle, no para comprometerse, pero sus hermanas lo veían de forma diferente y él estaba actuando para hacerla cambiar de opinión del mismo modo que ellas.
– Intenté contártelo antes -dijo Judith-. Airiana y yo vemos las auras, los colores que rodean a las personas. Cada color que tienes alrededor de ti, Rikki, es de agua y compasión. Eres incapaz de provocar un fuego que matara a alguien. Lissa tiene los colores de fuego, brillo y pasión, pero templa esas cosas con sus instintos protectores.
Lev levantó la mano para detenerla.
– Trata de decir que mis colores dicen algo más, Rikki. -Los nudos regresaron, pero mantuvo la cara sin emociones.
– Te rodeas de oscuridad, violencia y muerte -contestó Judith sin estremecerse-. Pero cuando estás con Rikki, otros colores perforan ese manto de oscuridad, casi como si tu verdadero ser emergiera cuando estás cerca de ella.
Él forzó un encogimiento despreocupado de hombros.
– Si uno cree en ese tipo de cosas. -Él no veía auras, pero sabía que existían. Supo desde el momento que Judith y Airiana se acercaron a la casa que eran fuertes videntes. No dudo ni por un momento que veían la muerte y la violencia que le rodeaban, pero le molestaba saber que captaban vistazos de su interior, del hombre que ocultaba del mundo y de sí mismo.
Soltó lentamente a Rikki y se forzó a salir de la silla. La cabeza casi le estalló. Necesitaba un lugar tranquilo para tratar de seguir curándose la conmoción, incluso si sólo era durante unos minutos.
– Si las señoras me dispensan un momento, necesito acostarme.
Era verdad, pero también se estaba retirando. Las hermanas no confiaban en él, pero querían hacerlo por amor a Rikki. Él había hecho su reclamo delante de ellas, y mientras que Rikki no ponía atención, ellas si, y eran un grupo protector.
Blythe le siguió al dormitorio y él se giró con una mirada fría. Ella no se estremeció. De hecho, había acero en esos ojos chocolate oscuro.
– Mejor que no le hagas daño.
Él se hundió en la cama, en su mayor parte para no caerse. Tenía más náuseas y estaba más mareado que preocupado por las apariencias.
– ¿Es autista?
Blythe se encogió de hombros.
– Eso creo. Ciertamente tiene una disfunción sensorial aguda, y si es autista, lo cual todas creemos, tiene un nivel funcional muy alto. Por lo que sabemos, nunca ha sido diagnosticada, pero no habla mucho acerca de su pasado.
Se puso las manos en las caderas y le mantuvo cautivo con lo que él sólo pudo interpretar como una mirada severa de «madre». Fue muy efectiva. La mujer, tan elegante y dulce como aparentaba, podía parecer intimidante.
– No quiero que se aprovechen de ella.
Él colocó la dolorida cabeza en la almohada.
– ¿Realmente crees que eso es posible? Rikki es muy inteligente, y más que eso, es dura.
– Es también muy frágil. Sólo digo que vayas en serio o déjanos solas.
– Ella no comienza esos fuegos, Blythe. Tiene a alguien ahí fuera para destruirla por alguna retorcida razón que él cree que tiene. Y la ha encontrado. He subido al risco y lo he examinado. Estuvo allí. No voy a abandonarla para que se enfrente a él sola. No tengo porque gustarte, a ninguna de vosotras, pero me quedo.
– ¿Eres un hombre de palabra?
Él pensó sobre eso. ¿Lo era? No sabía si Lev Prakenskii lo era o si Sid Kozlov lo había sido, pero Levi Hammond lo sería.
– Sí.
– ¿Y nunca le harás daño?
– No intencionalmente. -Cerró los ojos y se permitió hundirse más profundamente en su propia conciencia-. Ni permitiré que nadie se lo haga.